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Marruecos no deja que se marchite su 'primavera'

  • Dos meses después de las primeras protestas, la gente ha vuelto a manifestarse para mostrar su descontento con la realidad del país.

Dos meses después de la fecha que un movimiento fundamentalmente juvenil, urbano y universitario -el 20 de febrero- se convirtiera en símbolo de protesta contra el régimen de Mohamed VI, en más de un centenar de localidades marroquíes se volvió a gritar ayer por el cambio. Las dos principales marchas -en Casablanca y Rabat- reunieron entre las dos unas 12.000 personas.

La fragmentación de lemas -bereberes, islamistas, salafistas, izquierdistas, etc- no oculta el sentir unánime de descontento con la realidad del país. "Ha sido un éxito traer la protesta a barrios populares como Yacoub El Mansour o la plaza de la Victoria de Casablanca", asegura Hakim Sikouk. Quieren que el Rey deje de gobernar y se limite a tener un papel secundario en la escena política. Una monarquía parlamentaria. Gritan, además, la dimisión de algunos de los personajes claves del entorno el Monarca, como su secretario personal Mounir Majidi, el primer ministro Abbas El Fassi o Fouad Ali El Himma, emergente líder del PAM -partido creado hace tres años- y amigo personal del rey. La Policía se abstuvo de intervenir. El régimen, tras el anuncio reformista del monarca del 9 de marzo, quiere mostrarse dialogante.

Los salafistas, representantes de un Islam rigorista -minoritario en Marruecos- se hicieron notar en la marcha multicolor de Rabat con el blanco inmaculado de sus túnicas y el contraste de sus barbas. Reclaman la libertad de sus presos, que se cuentan por centenares en todo el país. Mohamed VI concedió hace dos semanas una gracia para indultar a más de un centenar de presos seguidores de esta corriente acusados de vínculos terroristas. Ayer denunciaban que estaban a punto de cumplir condena y que el grueso sigue en prisión. "Torturan a nuestros presos. Queremos el cierre de las cárceles", aseguró Mustafa Nouani.

El 20 de febrero ha roto tabúes. Tras su estela se corean consignas impensables hace unos meses. Libertad, democracia y dignidad. Señalan directamente a Palacio y sus tentáculos en los negocios. Denuncian la corrupción. Pero la mayoría del pueblo marroquí asiste aún entre temerosa e incrédula a este brote de esperanza nacido de la primavera árabe en la orilla sur del Estrecho. Como los vecinos de Yakoub el Mansour, que salían a las calles, serios, a observar la ruidosa marcha multicolor.

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