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Cultura

Andrés Marín y Bartabás, cuerpo a cuerpo

  • El próximo 8 de octubre, el bailaor sevillano estrenará en Annecy 'Gólgota', un peculiar mano a mano con el legendario artista francés, creador del llamado Teatro Ecuestre

Como otros -no demasiados- artistas flamencos, Andrés Marín se encuentra siempre en estado de búsqueda permanente. Con los ojos y los oídos bien abiertos y con ganas de seguir aprendiendo, el sevillano pasea su arte por el mundo: un baile que, como el de Israel Galván, es hoy calificado de vanguardista, aunque sus bases se asientan firmemente en el flamenco tradicional. "Tenemos que lograr una apertura mayor para las generaciones venideras porque el flamenco no tiene fronteras, pero ojo, que para ir más allá hay que conocer muy bien la historia del flamenco, sus códigos y la estructura que subyace por detrás. Y la ética, todo eso que Escudero, Gades, Chacón y otros hicieron y dijeron tan bien que hoy sigue siendo inmejorable", afirma Marín.

El último espectáculo realizado con su compañía, con la que ya había demostrado su afán investigador en espectáculos como El cielo de tu boca -en el que colaboraba el músico de las campanas Llorenç Barber-, levantó ampollas entre los flamencos puros en la Bienal de 2008. El creador, sin embargo, se encuentra de lo más satisfecho. "Porque yo creo -dice- que hoy la sociedad está completamente anestesiada y Tuétano -así se llama el trabajo- me ha hecho ir hacia mi esencia aún más y me ha obligado a posicionarme estéticamente en un terreno tal vez menos amable, pero que a mí me parece más auténtico".

Convencido de que el flamenco puede dialogar sin complejos con otras artes, y en plena madurez artística, Marín, esta vez en solitario, se ha entregado en los últimos meses a dos experiencias que le han marcado profundamente. La primera, encerrarse en un cuerpo a cuerpo con el bailarín y coreógrafo francés de danza contemporánea -desde 2008 director del Centro Coreográfico Nacional de La Rochelle- Kader Attou, que dio como resultado un dúo de 40 minutos que ambos presentaron el pasado verano en el Teatro Chaillot, en la primera Bienal de Arte Flamenco de París.

La segunda y más ambiciosa experiencia ha sido el afortunado y fructífero encuentro que ha tenido con uno de los creadores más peculiares de la escena francesa contemporánea. Fundador en 1985 de una enorme compañía de teatro ecuestre llamada Zingaro, en la que caballos y seres humanos se reparten por igual el protagonismo, y buceador incansable en todas las culturas para celebrar el encuentro entre el instinto y el intelecto -representado casi siempre en el encuentro entre la humanidad y la animalidad- Bartabás ha recorrido el mundo con trabajos como Quimera (1994), con cantantes del Rajasthan, Eclipse (1997), inspirado en Corea, o Calacas, sobre la fiesta de muertos mexicana.

Pero después de 25 años de cabalgar con su troupe, este atípico creador que hoy dirige además la Academia del Espectáculo Ecuestre de Versalles, ha emprendido un camino más íntimo cuyo último exponente ha sido la impresionante pieza El centauro y el animal, realizada junto al bailarín y coreógrafo japonés Ko Murobushi, y en la que desarrolla sus visiones fantasmagóricas, siempre cargadas de poesía.

Y he aquí que este centauro romántico amante del Oriente, que nunca ha actuado en Andalucía con su compañía ni se había planteado aliarse con el flamenco -por miedo a caer en el tópico según él- fue conquistado por un bailaor sevillano asimétrico y austero -o barroco según los momentos- llamado Andrés Marín cuando lo vio en Montpelier con uno de sus espectáculos.

Con la productora Daniela Lazary como madrina, Bartabás y Marín se conocieron, "se olieron" -dicen ellos- como dos buenos sabuesos y decidieron emprender esta aventura que comenzó la pasada primavera en Sevilla, en donde se instaló el francés durante casi un mes para pergeñar un proyecto que continuarían luego en la sede de Zingaro otras tres semanas y ahora ambos van a perfilar en Francia para su estreno el 8 de octubre en la ciudad francesa de Annecy.

Gólgota, que ya ha llamado la atención de la prensa francesa -"mano a mano" lo llama el diario Libération- es un auténtico dúo en el que Marín, amén de crear, descalzo, sus propias coreografías -que él llama Mirando al cielo, La flagelación, El soplo de Dios, etc.- interactúa con los caballos y aporta su baile junto a elementos de sus creaciones anteriores, como el capirote de nazareno o las campanas. Objetos y estampas que el genio de los caballos potencia e ilumina para crear ese poderoso mundo de imágenes casi soñadas que constituyen la naturaleza de su trabajo. Como base, Bartabás -un "musicazo impresionante", en palabras de Marín- ha elegido algunas músicas litúrgicas, llenas de efluvios místicos, del madrileño del siglo XVI Tomás Luis de Victoria, conocido como "el compositor de Dios".

Sin tiendas ni zíngaros, y también sin guitarristas ni cantaores, con sólo cuatro caballos, un mulo y tres músicos en la escena, Gólgota tiene firmadas ya más de 60 actuaciones por todo el mundo. Podría ser una óptima ocasión para que los escenarios sevillanos, por fin, le abran las puertas a Bartabás.

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