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Cultura

Dos galerías andaluzas y muchas ideas en ARCO

  • Tanto Rafael Ortiz como Alarcón Criado propician en la feria el diálogo entre diversas concepciones creativas.

Desde hace años, Soledad Sevilla trabaja sobre los secaderos de tabaco de la vega de Granada, recintos que, pese a formar parte de un proceso industrial, se antojan, por sus silenciosa presencia, fragmentos de la naturaleza. Soledad Sevilla los ha fotografiado, ha llevado al lienzo las estrías de sus maderas y ahora los ha convertido en esculturas sutiles y flexibles (galería +R), como si así señalara a la precariedad de esas instalaciones.

La presencia de este motivo andaluz coincide con el corto número de galerías andaluzas en la presente edición de Arco, casi el mínimo: sólo dos galerías sevillanas, Rafael Ortiz y Alarcón Criado. No concurren a la feria ni la veterana galería Alfredo Viñas ni la también malagueña Isabel Hurley. Hay que citar desde luego el breve espacio con que la Diputación de Huelva intenta reivindivicar el arte vinculado a la cuenca minera de Río Tinto, iniciativa sin duda loable pero quizá precaria porque las propuestas institucionales pierden de un año a otro sentido en una feria cada vez más centrada en sus funciones de intercambio y mercado.

Las dos galerías andaluzas tienen vigor propio. Rafael Ortiz une épocas y concepciones de arte. El recorrido del Equipo 57 (proyecto de obra, cuadro realizado, posterior escultura), los trabajos de Luis Gordillo (formas sinuosas que abandonan la cuadrícula del lienzo) y los rítmicos papeles cortados de José María Báez conducen con naturalidad al brillante bodegón de Miki Leal y a las meditadas piezas de José Miguel Pereñíguez. Éstas últimas, de modo sutil, propician el encuentro entre geometría y paisaje, y entre el quehacer del artesano y las formas depuradas cultivadas por la Bauhaus y el constructivismo ruso. Es un inteligente juego conceptual que en vez de distanciar arte y artesanía, figuración y abstracción, sugiere, con ironía, sus afinidades.

Este diálogo entre concepciones artísticas diversas se advierte también en la galería Fúcares. Dos obras de Jacobo Castellanos (Jaén, 1976), un espléndido y ascético monocromo (que niega carácter visual a la pintura pero le atribuye riqueza táctil) y una escultura de extraño minimalismo (piezas de madera en forma de palillo de dientes trabadas entre sí), se miden con un cuadro de Miki Leal que opone a su vez geometría y figura. Este juego de contrarios se da también en la galería Benveniste: la sensual vitalidad de los monotipos de Leal coexiste con los serenos y rigurosos análisis de formas de Castellanos.

En la galería Alarcón Criado destacan ante todo los trabajos de Nicolas Grospierre (Ginebra, Suiza, 1975), que mediante un hábil juego de espejos abunda en la idea de la biblioteca infinita que, desde Borges, sabemos que es imagen del mundo real y de los mundos posibles hallados por infatigables buscadores. A este trabajo se unen los paisajes fotográficos de José Guerrero, obras de Simón Zabell, François Bucher y los hermanos Rosado. Una escultura del imprevisible Martín Freire y una fotografía de Jorge Yeregui trazan juntas una imagen crítica de una economía, la actual, síntesis de inconsecuencia y desigualdad.

Dispersas por la feria es fácil encontrar obras de José Guerrero y Luis Gordillo (su potencia las hace hablar de lejos), un trabajado lienzo de Rubén Gerrero (Luis Adelantado) que mantiene su brillante reflexión sobre la bidimensionalidad de la pintura, excelentes fotos de Juan Carlos Robles (Oliva Arauna) y Pilar Albarracín (Aizpuru) y buenos cuadros de Abraham Lacalle (Marlborough). Faltan obras de Federico Guzmán: Marta Cervera no ha querido mutilar la actual exposición en su galería llevándolas a la feria. Termino citando cuatro obras, Dos de ellas de mujeres: Marina Vargas (Granada, 1980) altera el mito de la Piedad al sentar al Cristo (tal vez un resucitado de Miguel Ángel) y depositar en su regazo a la apasionada Santa Teresa de Bernini; mientras, Cristina Lucas lleva a las chicas del barrio rojo de Amsterdam a los severos trazados de Mondrian. En las otras dos piezas, autores varones, Pedro G. Romero filma el baile de Israel Galván en acabada síntesis de ritmos de las dos formas de arte y Rogelio López Cuenca pide ayuda para encontrar a un artista anti-crisis que al parecer se ha perdido: Pablo Picasso. Las obras de Vargas y Romero pueden encontrarse en la galería Casa Sinfín y las de Cristina Lucas y López Cuenca, en la de Juana de Aizpuru.

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