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Cultura

El Bellas Artes expone siete obras del patrimonio de la Hermandad del Museo

  • La juenta de Andalucía ha anunciado que se trata de las imágenes devocionales de los Cuatro Evangelistas.

El Museo de Bellas Artes expone temporalmente siete obras escultóricas del patrimonio de la Hermandad del Museo en su sala V, antigua Iglesia del Convento de la Merced, gracias al patrocinio de la Fundación Cajasol.

En un comunicado, la Junta de Andalucía indicó que se trata de las imágenes devocionales de los Cuatro Evangelistas (1695-1700), de Francisco Ruiz Gijón, la Virgen Comendadora de la Merced (1735), de José Montes de Oca, Santa Ana enseñando a leer a la Virgen (1750), atribuida a Benito Hita del Castillo, y la Virgen del Rosario (1580), de Jerónimo Hernández.

La ejecución de estos cuatro evangelistas se corresponde con los años de madurez artística de Ruiz Gijón. Aún sin tener constancia documental de su autoría, otros testimonios y evidencias formales prueban su ejecución por el maestro. Características como el movimiento de gubias visible en barbas y cabelleras, así como la agitación de vestiduras y torsión de cuerpos demuestran paralelismos directos con su obra documentada. Formas manieristas y barrocas se unen a expresiones  contenidas de fuerte carga emocional.

San Lucas aparece representado con un buey a sus pies, en recuerdo del sacrificio de Zacarías, se presenta este evangelista que aúna emoción y dramatismo de forma magistral. La expresividad de su rostro se completa con detalles de gran realismo en la composición. La elocuencia y el dinamismo característicos en su producción quedan representados en esta obra, en igual medida que el resto de la serie.

El Evangelio de San Mateo (Madera policromada 1695-1700) muestra la humanidad de Cristo siendo por ello su símbolo un ángel, que aquí le sirve de apoyo a sus escrituras. Su brazo derecho extendido marca una diagonal excepcional que alivia la tensión, reforzando el concepto de la figura. El brazo al descubierto y la torsión de su cuello resaltan el realismo con el que el artista proporciona a sus creaciones.

San Juan (Madera policromada 1695-1700) aparece representado con su símbolo, el águila, sobre la que apoya su evangelio. Es el único evangelista de la serie representado imberbe, circunstancia que permite apreciar la perfección anatómica en su modelado. El ligero cruce de sus brazos alivia la verticalidad de la composición, de diagonal acusada por el pie izquierdo del evangelista que sobresale en la zona inferior de la escultura. 

San Marcos (Madera policromada, 1695-1700) aparece apoyado sobre su símbolo, el león, destaca la humanidad de su rostro. Especial atención merece el trabajo realizado en la barba y cabellera, siendo visible el trabajo con gubia. Su vestimenta es la que marca el dinamismo, contribuyendo a su vez a conformar el perfil fusiforme de la figura. 

La Virgen Comendadora de la Merced (Madera tallada y policromada. 1735) es una talla plenamente barroca, se muestra entronizada, con actitud regia y expresión meditativa de gran serenidad. La Virgen se muestra con el hábito propio de la orden mercedaria, sosteniendo en su mano izquierda un libro de Horas Canónicas. La tendencia naturalista del escultor queda reflejada en la peana de querubines que conversan entre ellos.  

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen (Madera policromada, 1750) reproduce el tema anecdótico de Santa Ana enseñando a la Virgen, compuesto de modo correcto, ofrece un conjunto elegante enriquecido por la delicada policromía estofada. El tema iconográfico fue habitualmente utilizado por destacados artistas de la escuela sevillana. Su uso en el barroco deriva del carácter íntimo del tema representado, que ofrecía una imagen cercana a los fieles. La escultura procede del convento de la Merced Calzada de donde pasó, en el s. XIX, a la capilla de la Hermandad del Museo.

Por último, la Virgen del Rosario (Madera policromada. 1580) es un ejemplo excepcional de la imaginería mariana del primer renacimiento sevillano. Su composición parece retomar los modelos escultóricos manieristas italianizantes establecidos por Pietro Torrigiano. La Virgen a modo de Theotocos acoge al Niño, que surge de su regazo otorgando a la pieza un singular dinamismo. El rostro de la Virgen, de carácter clasicista, refleja una expresión serena y contenida ante el ineludible destino de su hijo.

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