cuchillo sin filo

Francisco Correal

En diligencia y en tren

SI yo pongo Quimper en el Google, molestia que no me pienso tomar, lo más probable es que aparezcan un sinfín de entradas o salidas y te pongas al día de los miles de personas que al día de hoy han escrito Quimper en el teclado de su ordenador. A los damnificados por la llamada brecha digital nos queda el consuelo del disfrute decimonónico de placeres insuperables. Uno de ellos son los puentes que se establecen entre libros que pertenecen a universos bien distintos. La palabra Quimper aparece en dos libros escritos por periodistas de diferente época y condición.

Para llegar a Quimper a jugar su primer partido oficial con los escalafones inferiores del Olimpique de Lyon, Frederic Kanoute tuvo que atravesar toda Francia en tren. Lo cuenta Juan Antonio Solís en la biografía del futbolista de Malí titulada Miradas al cielo. Quimper está situada en la Bretaña profunda y es uno de los topónimos que aparecen en Las crónicas del sochantre de Álvaro Cunqueiro. No era el escritor de Mondoñedo hombre de fútbol, aunque más de una portada y más de diez debió dedicar al Celta de Balaídos cuando fue director de El Faro de Vigo.

Kanoute creció en un barrio de Lyon con numerosa población argelina. Si uno mezcla Argel y fútbol, no hay que irse al Googlepara que aparezca Albert Camus y su famosa sentencia sobre el aprendizaje moral en los campos de fútbol. Cita que abre uno de los capítulos del libro sobre Kanoute, que me ha devuelto las vivencias del Francia-Alemania del Mundial del 82 en el estadio de Nervión, cuando el capitán del Sevilla cuenta que de chaval le pidió autógrafos a Platini y a Tigana.

Uno de los capítulos del libro de Cunqueiro se titula Viajes y aventuras, con el hilo conductor de ese sochantre, virtuoso del bombardino, que acompaña a una santa compaña de calaveras bien historiadas. Viajes y aventuras de Kanoute, que debutó en el Olimpique de Lyon con 19 años, la misma edad a la que lo hizo Rafael Gordillo. Los 19 años que tiene Pablo de Unamuno cuando su padre, el que fuera rector de la Universidad de Salamanca, comenta horrorizado en carta de 1912 que a su segundo hijo le ha dado por jugar al fútbol. El primogénito, Fernando, se fue a Madrid a estudiar Arquitectura y como andaba un poco perdido su padre le dejó la dirección de su amiga Emilia Pardo Bazán.

Quimper es palabra-comodín de un futbolista y un sochantre. Un doble viaje a la Bretaña misteriosa. Uno fue en tren, otro en diligencia. Un día de éstos la escribiré en el Google y propondré un viaje onírico desde Mondoñedo hasta Bamako, porque el Malí de Kanoute fue en su infancia tan ignoto como la Bretaña de Cunqueiro. La ficción funciona con efecto retroactivo.

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