sueños esféricos

Juan Antonio Solís

Lahoz y el martillo

No tengo miedo por mí sino por mi familia. Tengo una niña de seis años que ayer volvió llorando del parque. Mi hija me dice: 'Los niños me dicen que he fastidiado al Madrid'... y a mí se me cae el alma al suelo". Tan esclarecedor testimonio fue de Turienzo Álvarez en abril de 2007. Dos días antes, los secuaces del Real Madrid que imprimen periódicos situaron al árbitro asturiano en el disparadero porque pitó dos penaltis en contra del equipo de Capello, que luchaba entonces por la Liga con Barcelona y Sevilla.

Esa Liga 2006-07 acabó en la buchaca del Madrid después de otro arbitraje más que sospechoso de Iturralde al Sevilla en Palma, entre otras cosas. Ese campeonato fue el último en el que un paria osó inmiscuirse en el pulso entre colosos. Desde entonces crece la evidencia de que hay dos ligas en una. Y el doble rasero es cada vez más palmario. Los trencillas tienen grabado a fuego en sus conciencias que las repercusiones de un error contra Barça o Madrid puede afectar a sus vidas no sólo deportivas. También privadas. Unos y otros tienen detrás a ejércitos de orcos (periodistas y aficionados, blogueros o tuiteros) dispuestos a todo, que las redes sociales además se han aliado con ellos por su capacidad de propalar el fuego condenatorio.

Undiano era en ese 2007 un árbitro con una proyección indiscutible. Pero en los últimos años, en estas temporadas en que hay dos ligas en una, también se ha vendido al establishment. Mejor nadar a favor de corriente, que son más de 200.000 euros al año los que perciben los colegiados de Primera. Y si Di María, ya amonestado, suelta un manotazo a Rakitic miro para otro lado aunque vaya a la nevera. Mejor eso a que lo pongan en el paredón. Mateu Lahoz sigue el mismo camino. Con su reglamento tan sui géneris, sí, pero consciente de quién es quién. El sábado pisoteó al paria. ¿Irá la nevera? Qué más le da. Y qué asco da.

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