la tribuna

Antonio Jesús Ruiz

4 de diciembre: andaluces, levantaos

HAY ocasiones en que la historia se repite de una forma tan parecida que da miedo. Una de las transiciones políticas más intensas de la España contemporánea, la de la monarquía caciquil de Alfonso XIII a la II República, tuvo uno de sus primeros compases en el llamado Pacto de San Sebastián, de agosto de 1930. Los allí conjurados se comprometían a traer la República y las libertades a España, en el marco de una completa regeneración del país. Incluyendo una nueva organización territorial: Cataluña redactaría libremente un Estatuto para regular su vida regional y sus relaciones con España.

Se proclamaran simultáneamente en la Puerta del Sol y en la Plaça de Sant Jaume la República española y la República catalana. Luego, el pacto entre ambas fue el compromiso de la rápida aprobación de un Estatuto de Autonomía y el cambio de nombre: de Gobierno de la República catalana a Gobierno de la Generalitat de Cataluña. Si bien la Constitución de la República preveía que el régimen autonómico se extendiera a todo el país, sólo Cataluña dispuso de su Estatuto antes de julio de 1936. Pese a los esfuerzos de Blas Infante, el interés de las fuerzas políticas por la creación de una estructura territorial basada en la igualdad y la solidaridad de los pueblos de España fue casi inexistente.

Los hechos, desde la perspectiva del tiempo, parecían repetirse. Aunque no existió un Pacto de San Sebastián: Cataluña tenía garantizada su autonomía. Como hizo Blas Infante, el Partido Andalucista, nacido en la década de los sesenta, intentaba convencer a unos y otros, de las ideas de igualdad y solidaridad entre los pueblos, y del derecho de Andalucía a su propia autonomía. El 11 de septiembre de 1977, la primera Diada catalana tras la Guerra Civil, sacó a la calle a un millón de catalanes. El 29 de septiembre el gobierno de España restablecía la Generalitat, que permitió a Tarradellas pronunciar su famoso "Ja sóc aquí". El mismo guión de cuatro décadas atrás.

Poco después ocurrió algo sorprendente e inesperado. Algo que iba a cambiar, de forma decisiva, el plan de ruta trazado y que obligó a izquierdas y derechas a cambiar todo. El 4 de diciembre, dos millones de andaluces, jubilosos y esperanzados con su futuro, reclamaban por Andalucía: autonomía e igualdad.

Aquel 4 de diciembre marcó un punto de inflexión en la historia contemporánea de Andalucía, y también en el diseño territorial de España. Desde enero de 1978, se fueron constituyendo Juntas preautonómicas en todas las nacionalidades y regiones, a semejanza de la Generalitat presidida por Tarradellas. La idea de una España basada en los principios de igualdad y solidaridad se consagró constitucionalmente. Han pasado 35 años y se ha venido manteniendo en lo esencial.

En momentos de crisis, las opiniones y propuestas se pueden sintetizar en dos grupos extremos y antagónicos. Unos, con la excusa del despilfarro y la ineficacia, defienden la recentralización del Estado de las autonomías, para volver a un modelo unitario y uniforme, históricamente fracasado en España. Otros, con el chantaje de la secesión, buscan unos privilegios que atacan a los principios de igualdad y solidaridad proclamados en la Constitución.

El próximo 4-D, los andaluces tenemos la oportunidad de volver a alzar nuestra voz, potente y clara, para demostrar a unos y otros que están en un error. Y que la autonomía significa una mejor administración de los recursos públicos, más eficiencia, más cercanía a los ciudadanos, y que los responsables del despilfarro y la ineficacia tienen nombres y apellidos y no límites geográficos. Son personas concretas las que han fracasado y no un sistema. Son a ellas a las que hay cambiar y no al pueblo andaluz. Afirmamos que la igualdad y la solidaridad son las grandes conquistas del ser humano contemporáneo, frente a los privilegios y el egoísmo, de sociedades del pasado.

La protagonista indiscutible de aquel 4 de diciembre de 1977 fue Andalucía, por encima de las siglas partidarias, el próximo 4-D debe ser de nuevo el pueblo andaluz el que vuelva a demostrar que la disyuntiva que nos ofrecen centralistas e independentistas no encajan con la solidaridad y la igualdad. El 4-D será el momento de decir que Andalucía está en pie, defendiendo con cordura y respeto los derechos de todos y todas.

Por todo ello, el Partido Andalucista se pone manos a la obra para ayudar al pueblo andaluz a defender lo alcanzado y a lanzar al resto del Estado un mensaje claro: nuestros verdaderos problemas son el 34% de paro, el drama económico de las familias andaluzas y el riesgo de tirar por la borda las conquistas sociales de las últimas décadas, que tantos sacrificios costaron.

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