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León / Lasa

(así) No tiene arreglo

No parece de recibo que la solución a los problemas de muchas familias sea la exposición catódica de sus desventuras

LEO una noticia publicada en esta misma cabecera que señala: "IULV-CA pide la retirada de Tiene arreglo por fomentar el sistema de beneficencia". Más abajo, como entradilla, se indica que la diputada andaluza Rosalía Martín cree que el programa de Canal Sur es un "altavoz de miserias, lamentos y lloreras". Puede ser. O más claramente: estoy de acuerdo. No parece de recibo, en los tiempos que corren, que la aparente solución a los problemas de muchas familias se tenga que buscar mediante la exposición catódica de sus desventuras, jaleadas por un público desinhibido y ante millones de televidentes. Ya escribimos sobre ello hace algunos meses. La época de las barracas circenses la creíamos olvidada y dejada atrás, pero no es así. Han cambiado los formatos, pero nos empeñamos en mantener algunas conductas. Porque, tanto en la versión andaluza como en la estatal (ésta última conducida por Toñi Moreno, tan simpática, con su acento de Valladolid, con sus gritos y saltos), ¿cuánto cuesta cada programa? ¿Quién es la productora? ¿Qué ganan esos presentadores tan "solidarios"? ¿No atenta contra la dignidad más elemental de la persona el tener que exponer urbi et orbi problemas, tragedias íntimas, para, en una subasta lamentable, obtener una misérrima ayuda? ¿Otro circo más? No tengo dudas.

De la misma forma que en las naciones civilizadas es inconcebible conducir con las luces apagadas a cualquier hora del día -no en la nuestra, desde luego-, ¿sería imaginable en aquellas sociedades punteras del casi extinto sistema de bienestar -pensemos en Noruega, Suecia, Holanda...- que televisiones públicas emitieran este tipo de programas, donde se resucita la caridad señoritilaggiornada, como salida a los problemas de muchas personas? No recelo de la buena voluntad de esos espectadores que llaman, que ofrecen cien euros para el carrito de un impedido, o unas horas de terapia para ese niño invalido, pero, volvamos a preguntarnos: ¿es el medio o el fin? ¿No se prima el espectáculo sobre las satisfacciones? En un país masacrado por la crisis, ¿a qué irrisoria cifra de familias se le soluciona su situación y a qué coste económico y moral? ¿Es de verdad ese el camino? No siempre coincido con los axiomas de IU -en realidad rara vez coincido con todos los postulados de cualquier organización política-, pero no puedo sino aplaudir esa iniciativa sugerida por la diputada andaluza. Suprimamos ese tipo de divertimentos, que equivalen a poner al azar un solo parche de asfalto en una carretera de quinientos kilómetros, y afrontemos tales cuestiones como las debe abordar el país que aspiramos a ser. Plácido pertenece a otro siglo. O eso creíamos.

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