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Jorge Benavides

La 'biografía' de Sevilla en los museos

El autor reflexiona sobre cómo debe ser en la actualidad un museo de la historia de Sevilla para concluir que, ante todo, debe explicar las mutaciones progresivas de la urbe.

LA erudita y oportuna sugerencia para organizar un Museo de la Historia de Sevilla que hizo Collantes de Terán durante cuarenta años ha merecido múltiples respuestas: indiferentes, implícitas en silencios y expresas, afirmativas, pero incumplidas. Las primeras las han dado la "inmensa" mayoría de alcaldes del antiguo régimen y las últimas, dos elegidos democráticamente: Alejandro Rojas Marcos y Alfredo Monteseirín.

Desde luego, durante ese tiempo la idea de museo ha cambiado radicalmente. Ya no es lo que con frecuencia aún se sigue haciendo: un inmueble de gran interés singular al que por comodidad se le imponen nuevos usos para convertirlo en un centro estático en espera de ser visitado por propios y extraños (Arte Mudéjar). No. Ahora el museo es, en todos los sentidos, un recurso productivo en busca de un tipo especial de consumidores hábidos de estimular la memoria individual y colectiva, así como también de personas interesadas en alimentar las emociones para fortalecer la construcción de sujetos sociales, de ciudadanos (a su manera, el Museo Reina Sofia). Las asociaciones de los amigos de los museos, el Consejo Internacional de Museos, las agencias de viajes, los colegios profesionales y todas las asociaciones civiles organizadas, los colectivos en defensa del centro histórico, etcétera, deberán tomarse en cuenta.

Aquellas respuestas implícitas en silencios tienen numerosos matices. Cuando provienen de los políticos, son insondables o, al menos, imprevisibles. Para los sevillanos, el silencio no es una negación ni es todo lo contrario; es un ámbito de numerosas tonalidades o sensibilidades. No es lo mismo un silencio en la Maestranza que en la Semana Santa, en un concierto de música, en la conversación entre amigos y conocidos o el que mantienen los políticos cuando ya han terminado de beneficiarse del poder.

El silencio como respuesta a la sugerente y culturalmente comprometida propuesta de Collantes de Terán, beneficiosa en todos los sentidos, interpreto que puede haber significado:

1) Negación supuesta porque el museo es innecesario, pues toda la ciudad es un gran museo al aire libre. Teóricamente sería así, pero da la casualidad que, por una parte, desde el siglo XIX el proceso histórico determinó el aparecimiento de piezas urbanas con función especializada para hacer público el acceso al patrimonio artístico, hasta entonces privado, y, por otra parte, los centros históricos no han dejado de estar bajo una intensa presión de la política urbanística y, por lo tanto, era necesario proteger al menos los inmuebles monumentales. A manera de ejemplo: el Museo del Prado en Madrid (1819) y el Museo de Bellas Artes en Sevilla (1841).

2) ¿Para qué hacer un Museo de la Historia de Sevilla, dicen incluso algunos profesores, si ya tenemos los museos de Arqueología, Artes Populares, Macarena, Arte Mudéjar y nueve más? Cuantitativamente la respuesta sería correcta, pero deja enormes vacíos en cuanto al contenido, al significado y a la función que haría posible la comprensión de la "biografía" completa, holística, de la ciudad cuya visión ahora está fragmentada en trozos expuestos sin la mínima intención de hacer posible la conformación de, al menos, un puzle mental básico.

La idea y la imagen de la ciudad de Sevilla que se puede extraer de los museos existentes es dispersa. No brindan la posibilidad de conocer el proceso histórico continuo de tranformación, por ejemplo, del cardus máximo: ¿cómo era el que conoció San Isidoro de Sevilla?, ¿las casas que lo conformaban, los musulmanes las hicieron distintas?, ¿nuestros abuelos transitaron por esa calle como ahora la vemos? ¿siempre ha mantenido la misma importancia?, ¿cómo tener una idea completa de la dimensión física, humana, de su sistema de gobierno; de la forma de ser y de usar el espacio, de celebrar y festejar al menos en forma resumida en cada siglo de la ciudad de Sevilla? En ninguna parte se explican las circunstancias y los eventos que han determinado la transformación radical de la ciudad entre otros: la reconquista, el descubrimiento de América, la desamortización, la Expo del 29 y la Expo del 92.

A los eruditos, para tener una idea completa de la ciudad, les bastaría con acudir a los numerosos libros. Pero, precisamente, la función del museo sería sintetizarlos con fotografías, pinturas, hologramas, videos, dibujos, maquetas reales y virtuales para con todo ello, facilitar y difundir de manera proactiva, actual, entretenida pero a la vez rigurosa, el conocimiento del lugar y de los escenarios donde se van depositando nuestros afectos y recuerdos.

Me llenó de emoción ver en el museo pedagógico de Huesca un aula infantil tal como era en los años 50. En el Museo Etnográfico de Don Benito disfruté mirando la popular tienda en la que, en tiempos difíciles, se vendía hasta el esmalte de uñas a granel, tal como la tuvo su propietario en la plaza del pueblo hasta el último de sus días. A ver este museo van numerosas familias de toda la comarca.

Los móviles están apagando la transmisión oral de los mayores a los niños, de las tradiciones y costumbres pero, al mismo tiempo, pueden ser un recurso idóneo para recibirla de otra manera. La presencia del Museo de la Historia de Sevilla bien se podría prolongar también por este medio. Una opción más para ir detrás de un consumidor joven de un modo ameno en un espacio intergeneracional.

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