INMENSO el Real Betis Balompié en esa encrucijada que se le puso por delante en una Europa que no lo parece. Colista destacado en la Liga y destacado componente del cuadro de octavos de la Liga Europa, quién lo iba a decir tras haberlo visto deambular sin alma un domingo sí y el otro también. Y ahora, a colisionar con el rival que menos indiferente deja para la intentona de arreglar una temporada diseñada desde el más absoluto disparate.

La clasificación del Sevilla no es noticia, ya que traía enjaretada la eliminatoria desde la ida. Sin alardes, el equipo de Unai ya está también en octavos, por lo que la ciudad vivirá un hecho que está al alcance de muy pocas. Escenificar un derbi continental tiene una repercusión descomunal y la imagen de Sevilla se aireará urbi et orbi. Fantástica programación en vísperas de la primavera y que a quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga ese próximo 20 de marzo.

Pero lo noticioso, eso que puede reconciliar en cierta medida a un equipo con su gente, es lo que el Betis logró en ese confín europeo que es la capital tártara. ¿Y cómo se explica el cambio de imagen para que un cadáver se muestre tan vivo? Creo que se trata de un proceso de liberación de neuronas producido por el cambio de competición. Es más, jugando como jugó ayer, sin que nadie se esconda y todos quieran la pelota, la salvación dejaría de ser el sueño de un iluso.

Particularmente creo que como el fútbol es un estado de ánimo, pasar la eliminatoria con los tártaros del Rubin mejoraría la psique de unos futbolistas que ahora parecen peores de lo que en realidad son. Y paso de puntillas por la felonía de la Liga de adelantar la cita en Villarreal, con lo que se castiga al Betis más aún después del castigo que ya supone jugar un partido europeo en un lugar que es Europa porque lo dice quién sabe quién. En fin que perder nunca arregla nada.