SONRIENTE se dio a conocer aquel 13 de junio y sonriente se lo ve en los partidos por más que al equipo le haya caído encima una paliza. Es igual. Jeffrey llegó con una mano delante y otra detrás por más que vendiera la moto del respaldo de su potente grupo inversor. No sé qué papeles mostró en las reuniones en Barcelona, aunque alguno ya va piando y suelta por lo bajini que el proyecto de negocio presentado era endeble tirando a ridículo.

Meythaler, que pasa las fiestas con la familia en Estados Unidos en estas fechas tan entrañables -cómo se las iba a perder...-, ha tenido más de medio año para que los inversores capitalistas de los que habló en su puesta de largo le echaran algo de cuenta al CB Sevilla. Aquí no ha venido nadie, salvo ojeadores de la NBA a echarle el lazo y piropos a algún chaval del club con un porvenir cercano en la mejor liga del mundo.

Este buen señor se suponía que venía arriesgando capital para sacar un beneficio posterior, lógicamente, pero no sólo no ha puesto un euro encima de la mesa sino que ya ha dicho en varios foros que ni se plantea ponerlo. Ahora bien, con una sonrisa de oreja a oreja.

Lejos de aliviar a Caixabank esta operación de compraventa que llevó con tanto sigilo durante meses, le está provocando un tremendo dolor de cabeza, una jaqueca inesperada, una migraña que va en aumento. Desde luego, la anterior propietaria tiene en su mano ejecutar cláusulas para desposeer al yanqui de su condición de dueño del Baloncesto Sevilla, en caso de que no cumpla algunos requisitos a lo largo del curso, como por ejemplo ingresar en las arcas del club al menos medio millón de euros.

El presidente Fernando Moral tiene al tanto a Caixabank y no sería extraño que en unos meses los que están al mando dejen sus asientos porque el anterior dueño, único patrocinador potente del club, no les quiera seguir confiando sus cuartos.

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