AUNQUE sin nombrar la palabra Cataluña, el presidente de EEUU, Barack Obama, fue el martes meridianamente claro sobre la postura de su país ante el órdago independentista planteado por los nacionalistas catalanes: "Estamos profundamente comprometidos en mantener una relación con una España fuerte y unida". Lo dijo solemnemente, en el despacho oval de la Casa Blanca, delante del Rey de España, Felipe VI, quien se apunta un auténtico tanto político y diplomático en unos momentos en los que algunos ponen en duda la utilidad de la Corona.

El hecho de que EEUU apoye la unidad de España no es una cuestión baladí, sobre todo porque es el país más poderoso del mundo y el líder de las democracias occidentales, bloque en el que, según Artur Mas, figuraría sin ningún tipo de problemas una hipotética Cataluña independiente. Obama deja claro que no ve con buenos ojos el proceso soberanista y que EEUU no quiere más problemas de los que ya hay en el Mediterráneo. También, con su discurso, el presidente estadounidense evidencia algo de lo que siempre se ha presumido en Washington: su lealtad hacia los aliados. Después de los desencuentros provocados por la Guerra de Iraq y el desafortunado episodio en el que el presidente español Rodríguez Zapatero no se levantó ante la bandera del país norteamericano, las relaciones entre los dos gobiernos son inmejorables y todo indica que seguirán así durante mucho tiempo. Sin salir de Andalucía, encontramos una prueba de lo dicho en la base de Morón, convertida en un enclave crucial de la lucha contra el yihadismo en el norte de África.

Asimismo, no hay que olvidar que las palabras de Obama se suman a las ya pronunciadas por los principales líderes europeos, como la canciller de Alemania, Angela Merkel, o el primer ministro británico, David Cameron, quienes han puesto muy en duda las posibilidades de un ingreso rápido en la Unión Europea de una Cataluña separada de España. Por su parte, los independentistas, pese a los muchos esfuerzos realizados y al dinero gastado, apenas han conseguido una foto con unos desconocidos congresistas estadounidenses y el apoyo de otros líderes nacionalistas europeos. El ridículo ha sido total.

Los catalanes podrán votar lo que quieran el próximo día 27, pero han de saber que la comunidad internacional no está dispuesta a recibir con los brazos abiertos a una nación nacida de la ilegalidad. El mundo occidental y Europa quieren lo que queremos la mayoría de los ciudadanos: una España fuerte y unida en la que Cataluña, por descontado, juegue un papel importante.

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