PERTENEZCO a esa generación de españoles que hizo la mili. A pesar de tener un cuartel a quinientos metros de casa, tuve que entrar en un sorteo y me tocó el lugar más alejado de los posibles dentro de la península: San Clemente de Sasebas (Gerona). Salí en un tren llamado el catalán con destino a Barcelona y allí tomé otro en dirección a Port-Bou hasta llegar a Figueras. Veintiséis fueron las horas que tardé en llegar desde mi Sevilla natal.

Si algo de bueno tuvo mi mili fue conocer una de las regiones más bellas de España: el Ampurdán. Separada de Francia por los Pirineos, conservaba bellas masías y pintorescos pueblos como Cabanes, San Miguel de Fluviá o Capmany. En su costa alternaban los acantilados con pequeñas calas y pueblos como Cadaqués, Rosas, Llansá o Port de la Selva, me trasladaban a lo más auténtico del Mare Nostrum. Me pareció una síntesis de las culturas clásicas del Mediterráneo con la Europa medieval y las ideas liberales del XIX. Allí hice amigos de ocho apellidos catalanes que, al cabo de más de treinta años, considero de mi familia. Ellos vienen a mi casa cada vez que quieren y yo me alojo en la suya de Cabanes o su apartamento de Grifeu cuando voy a verles. Frecuenté la casa de uno de sus abuelos, un payés de una aldea llamada Pontós, y cené con su familia al pie de una gran chimenea. Bebí garnacha de barril y tinto clarete de Espolla en porrón y, al filo de la media noche, bailé sardanas en una ermita abandonada al son de una cobla llegada de La Bisbal.

Amo profundamente al Ampurdán, a la provincia de Gerona y al resto de Cataluña. Para mí, Cataluña es el país de Pla, con su masía en Llofriu, su escondite de Cadaqués y su infancia en Palafrugell. La del Mas Faixá, donde Machado pasó su última noche antes de ir a morir a Colliure, la casa de Dalí en Port Lligat llena de recuerdos del 27, las puestas de sol en el cabo de Creus, las anchoas de La Escala, el alli-oli casero, el oli de trull y las gambas del Golfo de Rosas. Mi Cataluña está en San Pere de Roda, Ripoll, Camprodón, Setcases y San Juan de las Abadesas. No me interesan para nada Jordi Pujol, Mas, Rovira, Montilla ni personajes similares. Mi Cataluña es la del Cuaderno Gris y El Payés y su mundo de Pla, Nada de Carmen Laforet, Pere Gimferrer, Néstor Luján, Luis Carandell, Joan Margarit. Mi imagen de Cataluña es la de un mapa físico en el que no existen las fronteras.

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