DESDE el verano, desde que Monchi detuvo su infalible pupila en el pequeñito técnico argentino, no he parado de oír repetida una coletilla que entonces no entendía y que aún hoy sigo sin entender. Ahora menos: "Los equipos de Sampaoli juegan así o juegan asao". De repente, era algo así como un sacrilegio no conocer las claves y los entresijos de cómo jugaban sus equipos. ¿Se referían al O'Higgins de Chile o al Emelec de Ecuador? No digo que no haya quien, a este lado del charco, sintiera alguna vez interés por ver uno, dos y hasta tres partidos de la liga chilena. De oídas, quizá de oídas, suene algo más su paso por el Sporting Cristal, de Perú, en 2007, aunque el mejor equipo entrenado por Sampaoli, con el que ganó dos Aperturas y un Clausura entre 2011 y 2012, fue la U de Chile.

Por supuesto que no ha dado el salto a Europa por este currículum, sino que su labor como seleccionador llamó poderosamente la atención por sus ideas revolucionarias, por ganarle una Copa América a la Argentina de Messi y por ser nombrado por la IFFHS mejor seleccionador nacional del mundo en 2015.

La joya de la corona fue un España-Chile en el Mundial de Brasil del que tanto se habló este verano que no tuve más remedio que ir a refrescarme la memoria a los arcanos de Youtube, donde vi a una selección más agresiva que otra cosa, una apuesta interesante, pero que poco tiene que ver con lo que trata de implantar en Nervión, que no digo que sea imposible pero sí me juego el cuello a que va a costar no pocos disgustos al sevillismo.

¿Que hay que tener paciencia? Vale. Pero esto no es jugar cada tres meses, sino cada tres días. Esto no es calentar a diario con ocho minutos de carrera continua. Un club exigente en una Liga exigente requiere una planificación, una periodización bien estructurada... Mucho más si se pretende jugar como el Barcelona sin tener a Messi, Neymar e Iniesta arriba y -peor aún- sin Busquets ni Piqué atrás.