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EL ministro de Industria, Turismo y Comercio -y fracasado candidato a alcalde de Madrid-, Miguel Sebastián, se propone proteger eso mismo: la industria, el turismo y el comercio de la patria, vapuleados por la crisis. Como estas cosas ya no se pueden disponer por decreto, lo ha formulado como deseo: que consumamos productos españoles.

Después de escuchar a líderes patronales pidiendo la suspensión temporal del funcionamiento del mercado y ver a los bancos recibiendo fondos del Estado, ¿a quién le va a extrañar que el ministro campeón de la modernización económica y la liberalización rompa en adalid del proteccionismo y el reforzamiento de las fronteras nacionales ante la invasión extranjera? Sorpresas te da la vida...

Sería suficiente, dice Sebastián, con que cada español gastase 150 euros anuales en productos del país para contribuir al sostenimiento del empleo (150 euros más que ahora, se supone). Se trataría de que cada consumidor, a la hora de decidir sus compras, tenga en cuenta no sólo la calidad y el precio del género, sino también su origen. El factor nacionalidad. Ha puesto un ejemplo afortunado: vayamos a esquiar a Sierra Nevada en vez de a los Alpes. Tendrá menos glamour, pero es más barato y consolida el empleo local.

Más dificultad para el éxito de la iniciativa ministerial presentan otros subsectores de los bienes de consumo. La alimentación, por ejemplo, donde los hábitos se han universalizado y a muchos les costará trabajo renunciar a la marca multinacional que llevan años consumiendo a plena satisfacción. ¿Compensa cambiar los plátanos de Ecuador o Colombia por plátanos de Canarias, a efectos de la respectiva relación calidad-precio? No está claro. La moda, por (otro) ejemplo. Millones de españoles se visten en alguna de esas tiendas de la multinacional que ustedes saben -una de las más potentes del mundo-, pero si se fijasen bien en las etiquetas verían que buena parte de esas prendas son fabricadas en Rumanía, Marruecos o Bulgaria (y en Asia, el 35%). El beneficio que supone cada compra en una tienda de esta cadena es para un empresario español, sí, pero también sirve para generar el empleo de los rumanos, marrroquíes y búlgaros.

Con la economía globalizada resulta complicado identificar la nacionalidad de los fabricantes, muchas veces compartida. Por algo se llama a las grandes corporaciones multi-nacionales. En fin, compramos la idea de Sebastián, conscientes de sus limitados efectos benéficos para el empleo nacional, a condición de que su patriotismo no sea clonado por la marea autonomista y resuciten las campañas de incitación al consumo de productos sólo catalanes, andaluces, murcianos, ceutíes... y así hasta diecisiete.

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