ERROR y disparate. Así ha definido el consejero de Innovación de la Junta de Andalucía, Martín Soler, el artículo del nuevo reglamento de la Universidad de Sevilla que impide a los profesores expulsar del examen y suspender a los alumnos a los que sorprendan copiando. Son palabras acertadas. El reglamento en cuestión, que ha originado una intensa polémica a nivel nacional, trata, según los responsables de la Universidad hispalense, de garantizar los derechos del estudiante frente a una presunta decisión arbitraria del docente, creando un órgano paritario de alumnos y profesores que habrá de dictaminar sobre cada caso hurtando al enseñante la capacidad decisoria que ha tenido siempre en la circunstancia de comprobar por sí mismo que el examinado está haciendo trampas. La propia Universidad reconoce, según su portavoz, que en la inmensa mayoría de los casos detectados se ha producido, de hecho, el intento fraudulento de aprobar una asignatura mediante la copia del examen, lo que debería reforzar, en vez de cuestionar, el papel del profesor que vigila el examen, una situación en la que está revestido de una autoridad innegable. En las escasas ocasiones en que podrían producirse abusos por parte del profesor la solución sí debería depositarse en dicha comisión, constituida en instancia dirimente tras escuchar a las partes y considerar las pruebas y testimonios presentados al respecto. Pero instituir esta comisión paritaria como mecanismo normal de funcionamiento merma la autoridad del profesorado, favorece el fraude en los exámenes e instaura supuestos derechos que socavan la seriedad de la institución universitaria. Las palabras del consejero de la Junta responsable de las universidades andaluzas deben hacer reflexionar a las autoridades de la Universidad de Sevilla y moverlas a reconsiderar el reglamento, procediendo a su eliminación por el procedimiento legalmente establecido. Son otra clase de experimentos los que la Universidad necesita. Éste de ampliar arbitrariamente los derechos, autocomplaciéndose de ser la pionera en España, no ayuda a la imagen, en general positiva, de la Universidad sevillana.

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