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Editorial

El Parasol es una caja de sorpresas

LA construcción del complejo comercial Metropol Parasol, que está transformando el enclave histórico de la plaza de la Encarnación, parece destinada a convertirse en una auténtica caja de sorpresas. El jueves, en una de las múltiples inauguraciones parciales que se han venido sucediendo en los últimos meses sin importar que los trabajos todavía estén retrasados, técnicos de Sacyr, la empresa constructora, desvelaron que, en contra de lo dicho en su día, no podrá recorrerse en su integridad la cubierta diseñada por el arquitecto Jürgen Mayer. La excusa aducida ha sido la "seguridad". Según esta tesis, se quiere evitar que se produzcan aglomeraciones en el Parasol como consecuencia de las numerosas visitas turísticas que se esperan. Cabría preguntarse los motivos por los que -una vez más- el Ayuntamiento, responsable de la obra, tomó tal decisión sin al menos haber dado cuenta de ella a los ciudadanos, a los que al mismo tiempo que se les iba a impedir la posibilidad de transitar por la cima del Parasol se les prometía lo contrario: que podrían hacerlo. Con independencia de la versión oficial, parece evidente que los promotores de la obra no confían del todo en la estabilidad de la cubierta y que, para evitar males mayores, han decidido suprimir el tránsito por la zona más vulnerable: la pasarela elevada que cruza la calle Imagen. Además de una contradicción con lo que ha venido siendo el discurso de la Alcaldía sobre las bondades del proyecto -se hizo incluso un estudio económico de su impacto sobre el sector turístico, informe sustentado en la utilización del mirador integral del Parasol- tal decisión implica que se ha construido una seta en la plaza histórica cuya rentabilidad es más que cuestionable. Dado el notable desfase presupuestario del complejo comercial, su deficiente gestión y la polémica sobre si para solventar la reubicación del mercado hacía falta una estructura tan cara, no parece que dicha resolución haya sido acertada. La errática política municipal en relación al Parasol de la Encarnación suma así una nueva contradicción. Otro símbolo que ilustra una determinada forma de gobernar.

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