Son y están· Ramón Iglesias Pérez

"¿Qué sabe nuestro pueblo de deberes y responsabilidades?"

  • Muy pocos universitarios antifranquistas como Ramón Iglesias querían ser empresarios y veían en la creación de empleos el camino para socializar el bienestar. Cuarenta años después, mantiene su vocación de pionero, fue clave en el desarrollo empresarial del Aljarafe y ahora innova tanto en la gestión inmobiliaria como en la agricultura ecológica

POCA vanidad destila quien acepta como fecha y hora para la entrevista la misma en la que están citadas en la sede de su empresa las familias que reciben las llaves de 145 nuevas viviendas de protección oficial, construidas en el Polígono Aeropuerto. Y, cuando nos topamos con la buena nueva, Ramón Iglesias no adopta ninguna pose para venderse como artífice de esa promoción. Es el talante de un conileño de 63 años que se siente un tipo raro porque ve muy pocos empresarios con su vocación social y muy pocos izquierdistas con su vocación empresarial. "No me jubilo, lo que me gusta es emprender nuevos proyectos, como mínimo seguiré hasta los 80 años".

Vive en el centro de Sevilla, casado con una profesora de Primaria, tienen tres hijos: la mayor es ATS, el segundo es diplomático y al tercero lo adoptaron en la amazónica selva de Iquitos (Perú). Ramón Iglesias es el segundo de siete hijos de un veterinario y una ama de casa de Conil. Con diez años, llegó a Sevilla para estudiar internado en el Portaceli con los jesuitas. De ahí pasó a la carrera de ingeniería.

-¿En la universidad descubrió la política?

-Sí, entré en el 67-68 y había gran ebullición. Me metí en el PCE, me detuvieron cuatro veces. Me quitaron la prórroga para posponer la mili y me enviaron castigado a un cuartel, tuve una mili durísima porque estaba sometido a especial vigilancia. Cuando volví a la universidad para acabar la carrera, no me achanté, y me pasé al PTE porque el PCE hasta me parecía light.

-¿Y en la política descubrió la empresa?

-No. Desde la carrera quería vincularme a la gestión empresarial, en mí no era contradictorio, ni cuando estaba en la clandestinidad. Nunca entendí por qué la izquierda tenía un posicionamiento tan negativo respecto a lo empresarial. Empecé creando una cooperativa, Prisma Ingeniería, la mantuvimos diez años. Sigue siendo un grave problema en Andalucía el amplio rechazo hacia la iniciativa personal, social y empresarial. Cuando llegan los malos tiempos, no tenemos una sociedad articulada y todo se derrumba más rápidamente. La izquierda ha reivindicado de modo tradicional que sea otro el que te cree el empleo. ¿Y por qué no lo haces tú por ti y por los demás?

-¿Cómo cambiar esa inercia?

-Educación que impulse hacia la acción y no solamente a los saberes. Necesitamos gente con iniciativa hasta para ayudar a los alcohólicos que están tirados por las calles. Del millón de parados, todos tenemos culpa. Una sociedad que sólo buscaba que la Administración se lo resolviera todo. Y una Administración que ha dispuesto de mucho dinero y lo ha utilizado mal, además de hacer daño con un discurso de autocomplacencia que nos pasa factura. Acuérdese de Andalucía imparable... Todo iba cojonudo y éramos estupendos. Un ejemplo de lo que va mal: el SAS ha puesto en todos los hospitales un cartel con los derechos y deberes. El apartado de derechos es muchísimo más grande que el deberes. Por eso la gente le busca continuamente las vueltas a la Administración y se las saben todas para la picaresca. Pero ¿qué sabe nuestro pueblo de deberes, esfuerzos y responsabilidad?

-Usted impulsó la Asociación Empresarial del Aljarafe. ¿Es lo mismo el emprendedor que la clase empresarial andaluza?

-La diferencia es tremenda. Sacar adelante una empresa es hoy una labor titánica y las pymes no tienen tiempo para temas de representación. Hay un divorcio grande entre el empresario de verdad y las grandes organizaciones empresariales. Y un fracaso evidente. No nos representan. La autocrítica debería producirse. ¿Para qué ha servido la cacareada concertación? Cuando yo era presidente de esa asociacion, lo dije muchas veces. Pero cuando la economía crece es muy complicado demostrar las obviedades. Los empresarios también somos culpables de la grave situación actual. Y el mal ejemplo que ha dado Díaz Ferrán nos ha hecho un daño enorme.

-Desde esa asociación editaron un libro blanco de todos los problemas urbanísticos del Aljarafe. ¿Recibieron muchas presiones?

-Fue en 2004 y muchos se escandalizaron de que precisamente fuéramos empresarios quienes pusiéramos el dedo en la llaga, en lugar de callarnos y seguir ganando dinero. Desde la Administración fue muy contestado. Pero después hicieron el Plan de Ordenación del Territorio del Aljarafe (Potau) a partir de ese trabajo. Mantener el carácter independiente de la Asociación Empresarial del Aljarafe nos ha costado muchos dolores de cabeza. Las presiones han sido brutales. Llegaron a decirme que quién coño era yo para opinar. Desde el poder se ha intentado destruir o minimizar cualquier intento de articular a la sociedad civil. Ha sido brutal la ocupación del espacio social por parte del poder político.

-¿Usted tipifica la crisis como financiera?

-No, estamos en una crisis moral, lo que más falta es vergüenza. Véanse los ERE. Y la responsabilidad social corporativa (RSC) no me la creo. Lo dicen hasta expertos de Harvard: mienten todas las empresas que dicen ser muy bondadosas. Nunca las personas que han hecho el bien han ido pregonando por ahí su acción. Yo nunca he dejado de hacer labor social, y la más progresista, que es crear empleo al fundar fábricas, empresas, polígonos. Pero no presumo de ello.

-¿Cómo sobrevive ahora una promotora inmobiliaria?

-Hemos mutado. En el sector todos los inmuebles se los ha quedado la banca. Mantenemos la actividad promotora de VPO, pero sobre todo nos dedicamos a resolverle los problemas al sector financiero para acabar obras abandonadas, urbanizaciones a medio construir, comercializar viviendas y demás temas que ellos no están acostumbrados a hacer. Además de dar la cara ante quienes invirtieron en un piso o casa y han sufrido las quiebras de quienes cobraron el dinero inicial y no se las terminaron.

-¿No sería mejor y más justo fomentar la VPO de alquiler?

-Estoy de acuerdo. El esfuerzo que hace la Administración en la VPO de propiedad creo que es un concepto a extinguir. Las personas que tienen más necesidades deben tener fácil el recurso a la vivienda de alquiler. Ya ha quedado claro que el problema es de demanda, no de oferta, como se hizo ver durante los años del boom y la sobrevaloración de la vivienda. Ya hay pisos de renta libre a precios de VPO, y, sin embargo, sigue hundida la demanda. Normal, con el paro y la intranquilidad que hay. Mientras los bancos no arreglen sus balances, todo va a seguir mal.

-¿Y usted no auguraba el estallido de la burbuja inmobiliaria?

-Sí, ahí están discursos míos apelando al cambio de modelo productivo, a no depender sólo de la construcción y el turismo. Yo recuerdo conversaciones con políticos en las que se era consciente de que el sistema iba a dar el petardazo. Pero, ¿qué partido político paraba la juerga? El que lo hacía, perdía las elecciones. Y los partidos se mueven en función de las elecciones. Hasta que no comprendamos que gobernar es ir contracorriente, estamos perdidos. Nos van a meter en una detrás de otra. Por eso están cuestionados los partidos.

-¿El rascacielos para oficinas en la Cartuja puede ser rentable?

-Lo primero que no entiendo es qué hace una entidad financiera metida de lleno en eso, cuando no hay crédito para las familias y las empresas. Es un proyecto de la época del boom inmobiliario, y debió paralizarse cuando la economía ha cambiado drásticamente. Hoy no le veo rentabilidad ni inmobiliaria ni financiera.

-¿Qué echa en falta en el sector empresarial?

-Muchos compañeros de la Escuela de Ingenieros me dicen: ¿Cómo has sido capaz de emprender tantas cosas, si tú eras casi el peor de la clase? Porque me tiro al charco, y la mayoría tiene la cabeza tan bien amueblada que no se tira nunca al charco, de tanto querer tener todas las variables controladas. La actividad empresarial es muy compleja, y es fundamental tener espíritu de acción y asumir riesgos. A mí la actividad política antifranquista me enseñó a asumir riesgos. Por contra, quienes tienen mentalidad académica se ponen nerviosos. Muchos de los mejores empresarios del mundo son personas que decidieron no encerrarse más en los estudios y al fin iniciar una actividad que no controlaban del todo.

-¿Qué está innovando Sodinur en la promoción inmobiliaria?

-El modelo de gestión de los proyectos. Aprendiendo de la integración vertical de los procesos que aplica al máximo Mercadona. El proyecto se elabora íntegramente por personas de nuestro equipo, tenemos siempre los mismos proveedores, se crea un compromiso en toda la cadena de producción, se reúne a todos para involucrarlos en el debate previo a la definición final del proyecto, y todos aportan conocimiento. Desde que hacemos esa concurrencia, duermo más tranquilo, se acabaron las rencillas entre arquitectos, contratistas, peritos, proveedores, etcétera. Y se redujeron los sobrecostes.

-¿En qué debe mejorar Sevilla?

-Hay demasiada gente dedicada al pasado, eso esteriliza el futuro. Las tradiciones no pueden convertirse en un factor hegemónico, porque lastran otras capacidades. Luego nos quejamos del paro. ¿A qué dedicamos el tiempo y los recursos? Sevilla muchas veces no parece formar parte de un Estado laico. Me gustaría que el ejemplo a seguir fuera Felipe Benjumea, que construye una enorme planta de energía solar en Arizona, y no los que se pasan el año hablando de cómo limpiar la plata.

-Pero otros colectivos tendrán que hacer autocrítica por su incapacidad para articular por su cuenta la sociedad civil.

-Al asociacionismo de espíritu más abierto le va a costar mucho trabajo abrirse paso en una sociedad donde muchas relaciones se articulan a través de hechos tan arraigados como las cofradías y el fútbol. Y han de admitir que adolecen de perseverancia en sus objetivos, y de excesivo individualismo.

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