Carlos Amigo Vallejo. Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

"En esta crisis oigo hablar mucho de números y muy poco de las personas"

  • El jueves recibe el I Premio Manuel Clavero que concede 'Diario de Sevilla' a quien gobernó la Iglesia de Sevilla durante veintisiete años sin renunciar a los mensajes de actualidad.

El cardenal vive en Madrid. Trabaja por las mañanas en un convento que no tiene precisamente estética monacal, sino de oficinas donde podrían rodarse capítulos de Cuéntame de finales de los años cincuenta. El inmueble es compartido. En la planta baja se ubican los investigadores de la comunidad franciscana Cardenal Cisneros, que depende directamente del superior de Roma. Hay despachos, salas de reuniones y una capilla bastante amplia. Y en la planta alta tienen su residencia los jóvenes del equipo de baloncesto del Asefa Estudiantes, que tienen como asistente a un cubano orondo y risueño con el que el cardenal y el hermano Pablo se saludan con mucho afecto. El mismo don Carlos explica: "Esto es como la Masía del Fútbol Club Barcelona, pero con jóvenes que estudian al mismo tiempo que se forman para practicar el baloncesto. Algunos muchachos son altísimos, miden dos metros...". Los saludos entre deportistas y frailes se cruzan cotidianamente en el vestíbulo común. Paz y bien. El jueves estará de nuevo en Sevilla para recibir el I Premio Manuel Clavero como reconocimiento a su trayectoria. Esa cita es en el Real Alcázar. La de la entrevista es en la madrileña calle Joaquín Costa.

-Mucha gente pregunta a qué se dedica ahora el cardenal…

-Pues estoy pluriempleado. Puedo decir con mucho gusto que me dedico a aquello que me piden los demás, a servir a los demás. Doy muchas conferencias y publico artículos periódicamente. Tengo compromisos con editoriales para escribir libros. Colaboro en programas de formación permanente, siempre con todo aquello que es propio del oficio de un obispo. Ahora sí que estoy más al servicio de los demás que en ningún momento. Antes programaba yo mis actividades y ahora me las programan.

-¿Cómo se ve Sevilla desde Madrid?

-Yo a Sevilla no la veo desde Madrid. A Sevilla la veo desde Sevilla, aunque no viva en Sevilla, donde he estado muchos años, he conocido a muchas personas y donde he pasado capítulos muy importantes de mi vida. No acierto a ver la ciudad desde una perspectiva que no sea desde ella misma. Y además no quiero equivocarme, porque Sevilla muchas veces es víctima de los tópicos por ser vista desde una perspectiva lejana por quienes no saben meterse en su corazón. Los que hemos vivido en Sevilla y hemos tenido que trabajar para acontecimientos importantes en los que había que hacer muchas cosas en poco tiempo, sabemos del sentido grande de la responsabilidad que hay en ella a la hora de hacer las cosas. El sevillano hace en una tarde lo que a otros le cuesta dos días.

-¿Cómo asiste al bombardeo de información económica que genera la crisis?

-Es lógico que abras cualquier periódico de cualquier tipo y que te encuentres siempre con el mismo tema. Nos hemos acostumbrado al Íbex y a la prima de riesgo, es ya un vocabulario muy actual con el que comemos todos los días. Creo que es importante que no bajemos la guardia ante un problema que es grave, pero sobre todo por las personas que más lo sufren, que son las que no tienen trabajo y tienen una familia que atender. Por eso da la sensación de que hablamos mucho de números y poco de personas. Aquí se habla de si es una crisis de valores o de tal cosa, pero no, no, no… Es una crisis en la que a la persona se la ha puesto en un segundo plano y nos ha interesado mucho más la economía, la tecnología o simplemente ese estado de bienestar que no es tal, porque un estado de bienestar sin que las personas estén bien es algo completamente absurdo.

-¿Entonces qué lección nos debe enseñar esta crisis?

-El Papa suele tener en torno a la Navidad dos intervenciones muy importantes. Una es la felicitación a la Curia y otra al cuerpo diplomático. Y en estas dos intervenciones, aparte del mensaje de Año Nuevo, el Papa ha resaltado mucho esos espacios en los que se vive la crisis y a los que hay que prestar la máxima atención. Entre ellos están la familia y la escuela. Y después figuran aquellos ámbitos en donde se oyen las ideas, donde se expresan opiniones. En esta crisis se oye mucho la voz de los economistas, de sindicatos y de empresarios. Pero a veces echamos de menos la voz de la Universidad, de los ateneos, de los colegios profesionales... Parece que esta crisis está reservada a cierto grupo social.

-¿Esta crisis es tan honda como para provocar un cambio en la prioridades de la Iglesia, en los retos que tiene marcados?

-La gente no necesita un código. Lo que necesita la sociedad es que la hagamos conocer a Jesucristo como forma de vida. Es lo más importante y lo que quiere el Santo Padre en este año dedicado a la fe y a la nueva evangelización. La Iglesia tiene que dar lo que tiene. Y tiene a Jesucristo. Y sin obsesiones por la credibilidad, sino por ser fieles, fieles, fieles… La labor social y caritativa de la Iglesia es extraordinaria, se está viendo la eficacia de determinadas acciones con la crisis. Debe seguir y seguirá. Habrá quizás un momento en que no podamos darle a alguien una pieza de pan, pero por lo menos le daremos un abrazo. Lo que no tenemos es que dejarnos engañar por los números. Con Jesucristo van las personas. Y desde luego nunca de los pobres se puede presumir. Los pobres son para servirlos y dar gracias a Dios de poder hacerlo.

-Hace unos años comentó en una entrevista para todos los periódicos del Grupo Joly y en clave de actualidad política andaluza que la alternancia por la alternancia no es un valor en sí mismo. Se lo digo porque las encuestas apuntan por primera vez en la historia de la democracia en Andalucía a la posibilidad real de un cambio en el color político del gobierno andaluz.

-La alternancia por la alternancia no es el ideal. Lo ideal es que administren el bien común los que estén más capacitados para ello. En Andalucía hay prácticamente dos grandes partidos y un partido más minoritario… que es una pena que perdiera peso, porque creo que es muy importante la pluralidad de los partidos, sobre todo dentro de una región. Pero alteridad por alteridad... vamos a buscar a las personas que mejor puedan servirnos.

-¿Está al tanto del escándalo de los ERE fraudulentos en Andalucía?

-Las personas que están en el entorno político-social de Sevilla no son desconocidas para mí. Son personas a las que he tratado, con las que he colaborado y con las que me he reunido o he compartido foros de opinión. He seguido temas como de los de Mercasevilla y el de los ERE. Y los he seguido con disgusto. A veces uno piensa lo fácil que es caer en este tipo de acciones, que desprestigian la vida política, cosa que es injusta, porque son muchos, muchísimos más, los que emplean su tiempo y su preparación en servir a los demás.

-¿Entiende que haya tantísimas personas que no comprendan la sentencia del caso Marta del Castillo?

-Como es lógico me interesa todo lo que ocurre en Sevilla. Gracias a internet puedo leer los periódicos de Sevilla. Todo lo referente a Marta del Castillo lo estoy siguiendo. No se me podrá olvidar nunca ese abrazo con su padre durante varios minutos, en silencio. No fuimos capaces de decir ninguna palabra. Sólo se oyó: Hija mía, hija mía, hija mía... He seguido este asunto hasta este último capítulo tan preocupante. Y estoy seguro de que muchas personas no entienden la sentencia. Pero también hay que decir que cuando los jueces han determinado esto… Uno tiene que estar siempre por la probidad del juez. Y hay que estar por la presunción de inocencia del reo y también por la probidad del juez. Uno piensa que un juez tiene que tener razones muy fuertes para dar esta sentencia, aunque mucha, muchísima gente, no la comprenda desde el sentimiento.

-El obispo de Córdoba ha denunciando en una carta pastoral que en los centros públicos de enseñanza se incita a la fornicación. ¿No se aleja la jerarquía de la Iglesia del gran público con este lenguaje?

-La Iglesia no tiene que estar tan preocupada por su credibilidad como por su fidelidad. La Iglesia no puede claudicar de sus principios pensando que así tendrá más adeptos. Sería absurdo en la Iglesia y en cualquier grupo social. El obispo de Córdoba tendrá razones más que suficientes para llamar la atención sobre este tema en el que, a veces, con una intención buena, se cae en frivolidades. Si queremos una educación íntegra de la persona, la educación tiene que tener cultura, conocimiento, actitudes, valores que los padres quieran dar a sus hijos… Es como si un profesor de Filosofía aprovechara su materia para imponer una ideología. Sería algo totalmente irresponsable. Una cosa es la educación sexual y otra la frivolidad a la hora de educar sexualmente.

-Tal vez la clave estaba simplemente en decir las cosas de otra manera. Usted mismo ha aludido alguna vez al problema de comunicación que siempre parece padecer la Iglesia.

-En esto es verdad que cada uno tiene su lenguaje. Un obispo tiene que utilizar un lenguaje en el que se exprese claramente el contenido evangélico y que lo comprendan las personas. El señor obispo de Córdoba es un obispo muy inteligente y muy buen pedagogo.

-¿Le ha dejado de sonar el teléfono desde que no ejerce en Sevilla?

-No. Suena continuamente. Lo que ocurre es que yo no tengo teléfono móvil, tengo a Pablo, que es el que lo lleva y lo resuelve todo. Fíjese que el único teléfono móvil que me compraron me lo dieron en el cónclave, donde precisamente no se podía utilizar. Pero sí, me llaman continuamente y vienen a verme muchos sevillanos a Madrid. Es lógico, porque han sido 27 años y para muchos sevillanos soy el único obispo que han conocido. Son tantas cosas y tantos motivos que han dejado vinculaciones de afecto y amistad, lo que es para mí muy grato, porque da la sensación de que muchas veces más que recordar a un obispo, recuerdan a una persona que estuvo a su lado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios