Los Magos que no se quisieron ir

HASTA mañana puede verse en el hospital de la Caridad el Nacimiento Napolitano, último reducto de los Reyes Magos de Oriente casi una semana después de que recorrieran las calles de la ciudad. Variante epifánica de aquellos versos de Fernando Villalón: "Islas del Guadalquivir, donde se quedaron los moros que no se quisieron ir". Aquí se hospedan los magos que no se quisieron marchar, confiando en la brecha cronológica que el calendario abre hasta la Cuaresma.

Son piezas espectaculares enriquecidas con las que en los últimos años ha aportado el sacerdote siciliano Giovanni Lanzafame, un sevillano adoptivo que se prodiga en cultos. El Hospital de la Caridad es un monumento en sí mismo. Homenaje a una de las virtudes teologales y a su impulsor, Miguel de Mañara, presente en la estatua de los jardines anexos, en las continuas referencias, en su manifiesto revolucionario no superado por las izquierdas de catón, "nuestros amos y señores los pobres" y por el propio enterramiento del benefactor, en el sótano de una iglesia en la que se ofician los funerales por los hermanos de la Caridad que fallecen, con los dos frescos impresionantes de Valdés Leal.

Como figuras de un belén crepuscular, por los patios y estancias merodean algunas de las personas acogidas a la beneficiencia de los patronos del Hospital de la Caridad, donde de forma anónima y desinteresada los hermanos de esta cofradía poco conocida les procuran los cuidados asistenciales. Existen audioguías en varios idiomas para los visitantes que quieren conocer la historia del edificio.

La calle Temprado es un oasis urbano de la ciudad donde por la calle Santander asoma la Torre de la Plata, uno de los misterios de sus entrañas. Casi siempre hay una cigüeña en la torre de las inmediaciones. Dos hombres rezan en la capilla del Rosario, sede matriz de la Hermandad de las Aguas, donde en una placa aparece el nombre de Manuel Chaves como promotor administrativo de la reforma de esta iglesia anexa al solar del teatro de la Maestranza que diseñaron Aurelio del Pozo y Luis Marín de Terán. La ópera se popularizó y hay gente que entre semana ve El lago de los cisnes y los domingos se acerca al Charco de la Pava.

En la calle Dos de Mayo hay un silencio monacal en un estudio de arquitectura y copas de balón de clientes de bares de diseño. Calle Arfe, dominios del Beni de Cádiz. El Postigo con la calentería de Ángela Goiburu. Gregorio Conejo, que fue vecino de la calle Almirantazgo, robinson malagueño, no reconocería el nuevo look de La Isla.

El Nacimiento de la Caridad está ubicado en las antiguas estancias del Hospital, con los nombres de las damas y señores que sufragaban las camas para los huéspedes. Los desheredados. También aparece el listado de los horarios de asistencia. En el patio, como es de rigor en el patrimonio monumental andaluz, el sonido del agua de la fuente. Los últimos Reyes Magos terminan mañana su mandato. Un Nacimiento con una figuración extraordinaria, con un realismo y dramatismo del Piccolo Teatro.

El arco del Postigo es el celuloide de Sevilla. El contrapunto trianero del de la Macarena antes de cruzar el río por sus puentes. Magos del Guadalquivir... Hay escenas de cuento, el gato pendiente de los ratones, los gitanos bailando con sus panderetas en la carreta de sus múltiples diásporas, los músicos en su diversidad étnica. Una puesta en escena que con la Cabalgata ya clausurada llena la visión de melancolía. La ciudad que fue la más rica del mundo, torres del Oro y de la Plata en el podio del poderío, entronizó a los pobres como su principal patrimonio inmaterial.

Chaves está en la placa de la capilla del Rosario y Alfonso Guerra estudió en el colegio Miguel de Mañara. Uno de los doce prohombres a los que esculpió Antonio Susillo y que hacen guardia como almenas humanas en el palacio de San Telmo, dominios de otro benefactor, Montpensier. El hombre que pudo reinar.