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"Parados en las tradiciones no vamos a salir de la crisis"

  • Alumno aventajado de una Facultad de Biología pródiga en buenos científicos que sientan cátedra, ha coordinado un hallazgo de alcance internacional sobre la latencia del virus del sida en el genoma humano, y como ciudadano forma parte activa del debate para la modernización y apertura de Sevilla a todos los niveles

HA comprobado a ciencia cierta la repercusión de su trabajo. Horas después de publicarse en la revista PLoS Genetics, y de anunciarse desde la Universidad Hispalense, se metió en Google y lo vio referido en periódicos de España, América Latina y Estados Unidos. Una aportación más a la infinita cadena del conocimiento, en este caso por parte de un equipo joven coordinado por un sevillano nacido hace 44 años. Su padre fue un emigrante extremeño que llegó a los 12 años a Sevilla para trabajar en una tienda de comestibles, y vivía dentro de la tienda. Cuando creció montó su propio ultramarinos en Bailén junto a San Pablo. Su madre nació en la montaña santanderina y se afincó, como tantas familias de aquella comarca para buscar fortuna, poniendo un establecimiento de bebidas.

La infancia de Sebastián Chávez transcurrió en la calle Bailén, junto a la Plaza del Museo. Estudió en los Maristas y en el San Francisco de Paula. Es el menor y único varón de la descendencia, sus hermanas son profesora de matemáticas en la Escuela de Aparejadores y pediatra, respectivamente.

-¿Qué le decantó hacia la ciencia?

-A mi padre, que era profano en la materia, le llamaban la atención los temas científicos. Mis hermanas estudiaron el bachillerato de Ciencias, pero quien más me influyó fue Félix Rodríguez de la Fuente. Como tantos niños de mi generación, veía todos sus programas. Decidí ser biólogo, pero un buen profesor me hizo ver el futuro que se abría con la bioquímica. Con 12 años, me fui a la Biblioteca Pública en la calle Alfonso XII para buscar algún libro y enterarme qué era eso de la bioquímica. Sólo había uno a modo de pequeña introducción al tema, y me lo empapé para descubrir el mundo de las moléculas.

-Llegó a una facultad como la de Biología, con prestigio.

-Fue una suerte para alumnos como yo. Se fundó con profesores muy buenos, como Losada, Cerdá, González Bermúdez, etc., algunos fichados ex profeso, que han formado a otros como Pedro Candau y Andrés Aguilera, que también han marcado mi trayectoria profesional. La Facultad de Biología tiene prestigio en toda España y por eso Cristina Garmendia, la actual ministra de Ciencia y Universidad, se matriculó en ella. Es un ejemplo que, por desgracia, no se ha seguido en Sevilla a la hora de crear otras titulaciones. Toda universidad que se desarrolle sólo a partir de su cantera está condenada al fracaso intelectual.

-¿Se puede participar desde Sevilla en la carrera de avances científicos o sólo estar a rebufo?

-Aquí se puede hacer un trabajo científico decente, con contribuciones propias. Pero hay que ser conscientes de la diferencia de escala, sabemos que no jugamos en la NBA sino en la ACB. En los mejores centros de investigación tienen más medios para llevar muy pronto a la experimentación sus mejores ideas. Nosotros muchas veces debemos buscar acuerdos con otros centros españoles y extranjeros para afrontar conjuntamente un proyecto y buscarle financiación. Hoy tenemos la ventaja de disponer al instante de la mejor información científica posible. Lo más importante es tener buenas ideas. Y disponer junta de una adecuada cantidad de materia gris. Es fundamental que el científico pueda discutir sus hipótesis e ideas con otros buenos científicos que tenga al lado. Por ejemplo, en Estados Unidos se potencia mucho que buenos investigadores cambien de especialidad, eso enriquece porque muchas veces el avance científico se logra por una mirada nueva a un problema antiguo, y surge con la convivencia de profesionales de diferente formación y trayectoria.

-¿Le han marcado mucho sus etapas en centros de investigación de otros países?

-Sí, porque vivir en Alemania, Inglaterra o Estados Unidos te provoca un debate interno sobre lo que uno vive en Sevilla. Y, por supuesto, por el aprendizaje junto a científicos de gran nivel, como Miguel Beato o David Bentley.

-¿Qué siente en su fuero interno cuando intuye un hallazgo?

-Lo viví intensamente, me produjo una gran emoción. Pero hay que ser consciente de que también se viven muchos momentos aburridos y amargos. Nuestro trabajo sobre el virus del sida dio comienzo hace ocho años, y en dos ocasiones estuvimos a punto de tirar la toalla. Mi intuición para explicar por qué el virus permanece latente -oculto- en zonas activas del genoma parecía una osadía, porque no era un resultado esperable. En la ciencia ocurre muchas veces que la demostración de una realidad resulta mucho más difícil porque no casa o no se entiende a la luz de lo que ha sido paradigma hasta entonces. Lo que me da miedo es levantar falsas expectativas. Todo esto queda aún lejísimos de cualquier aplicación clínica. Por fortuna, el sida está llegando a ser frenado gracias a los retrovirales para convertir a sus víctimas en enfermos crónicos.

-¿Qué investiga ahora?

-En colaboración con el CRNS francés en Marsella, y con la Universidad del Estado de Florida, estamos trabajando en el efecto que la liberación de histonas (las proteínas que actuán como ladrillos moleculares para empaquetar el material genético en forma de cromatina) tienen sobre la célula. Por otro lado, con el grupo de Pérez-Ortín en la Universidad de Valencia, lo que hemos visto es que la maquinaria de reempaquetamiento de la cromatina no se distribuye por igual en todos los genes. En un grupo de ellos está enriquecida, por encima de lo esperable para su nivel de expresión. Tirando de ese hilo hemos encontrado que algunos genes se leen de una manera especial y que la célula utiliza eso para controlar su nivel de expresión (que sean leídos con mayor o menor frecuencia).

-Cuando sale del laboratorio, ¿cómo ve a su ciudad ante la crisis?

-Me da miedo el tsunami que tenemos ya encima. Estados Unidos va a superarlo por la capacidad que tienen sus ciudadanos de afrontar retos y desarrollar iniciativas. En España no es así, y menos en Sevilla, donde la mayoría de la gente está a la espera de que le resuelvan la crisis, sin comprender que somos todos los que debemos actuar como emprendedores. Incluso por egoísmo y por el futuro de nuestros hijos hemos de dedicar tiempo y esfuerzo al bien común. La sociedad sevillana tiene que internacionalizarse más. Muchos jóvenes captan de sus mayores desde la infancia es que esto es lo mejor del mundo, y por eso ¿para qué van a salir de aquí? ¿para qué van a hablar bien inglés? Con esa mentalidad no se podrá competir laboralmente ni dentro ni fuera de Sevilla en esta era de la globalización.

-¿Está satisfecho de lo que da de sí la Iniciativa Sevilla Abierta?

-Es una iniciativa de ciudadanos, independiente porque la costeamos con cuotas y sin subvenciones que nos condicionen. Aspiramos al mayor desarrollo de la sociedad civil y a que Sevilla sea una ciudad más equilibrada. No estamos en contra de las tradiciones, sólo subrayamos que hay una tendencia a magnificar lo ligado a la tradición, y una tendencia al desapego respecto a lo contemporáneo. Estamos inmersos en una grave crisis y está claro que parados en la tradición no vamos a salir de la crisis. Hemos instituido premios como reconocimiento a la trayectoria de sevillanos que contribuyen a la verdadera modernización de la ciudad, y vamos a ofrecer unas jornadas con debates sobre cómo afrontar la crisis en Sevilla en todos los ámbitos, político, económico, educativo, social, cultural, etc.

-¿Cuál es la cara positiva de esa llamada sociedad civil?

-Hay iniciativas fructíferas que emanan de ella. Empresas de biomedicina como Neocodex y Biomedal, que, partiendo de cero, no sólo prosperan sino que son tenidas en cuenta a nivel internacional. La nueva etapa de la Feria del Libro, a la que la ciudadanía ha respondido muy bien. O el Mes de la Danza como un festival contemporáneo de calidad.

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