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Crítica de Zarzuela

No es tiempo de antologías

Afortunadamente, hace ya algunas décadas que el esfuerzo conjunto de musicólogos, directores de escena, cantantes, directores musicales y responsables de algunos teatros españoles hizo que la zarzuela saliese del profundo pozo de mediocridad y de precariedad en el que había caído tras la Guerra Civil. De esta manera, el público pudo conocer cada vez más títulos, haciendo ya inservibles las veneradas pero anticuadas antologías de la zarzuela.

Por todo ello, parece ya hoy poco defendible, por muy bien que se haga, el regreso a aquel caduco modelo de selecciones de los momentos más conocidos mejor o peor hilvanados. Tambascio establece una escueta trama argumental que sirve de pretexto para enlazar una excesivamente larga serie de los fragmentos más conocidos del repertorio. Como poca justificación tiene que un teatro que sólo programa una zarzuela al año opte por este espectáculo en vez de por cualquiera de las recientes producciones del Teatro de la Zarzuela.

La verdad es que esta producción se salva tan sólo por las brillantes coreografías de Vilán y, sobre todo, por el impresionante despliegue del vestuario de Jesús Ruiz, decenas de obras de arte a cada cual más atractiva y plástica. De los cantantes sólo se salva una Carmen Solís de gran y bella voz, magnífica en Sierras de Granada. Martín aún atesora parte de su maestría en el género, tanto en el canto como en la actuación. Por contra, el resto de las voces sonaron engoladas, estranguladas y de afinación oscilante en muchos casos. Rubio las sepultó inmisericordemente con su dirección ruda y sin matices, volcada exclusivamente en el volumen. Muy bien el coro y correcta la Sinfónica.

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