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Análisis

Eduardo Florido

Negación de evidencia o presunción de estulticia

Igual que ha rectificado el modelo en enero, Óscar Arias debería reconocer sus errores

óscar Arias está pasando por el peor momento ante los ojos de crítica y aficionados. Él mismo intuiría cuando relevó a Monchi lo que se le vendría encima al menor traspié, en lógica consecuencia del crecimiento del Sevilla y de la enorme inversión realizada. La responsabilidad también es consecuencia del cargo... y del sueldo. Como debería serlo reconocer los errores en igual medida que se ha visto obligado a rectificar la planificación.

Antes incluso del doloroso 5-1 de Ipurua llamó la atención que el director deportivo del Sevilla negara la evidencia. Su argumento en defensa de su planificación es en sí mismo una contradicción. Si el patrón de juego anterior era el culpable del bajo rendimiento de esta plantilla quizá fuera por no elegir las piezas adecuadas para encajar en ese patrón. Pero las evidencias y los errores van más allá.

De partida ya había fallos de base. Berizzo llegó a Nervión con un patrón bien definido cuyo sistema defensivo en gran parte se sustenta en el marcaje al hombre, y se le dio un equipo con más talento técnico que fuerza física y poca juventud. Muriel, la gran apuesta, juega mejor -o así parece- junto a otro en un 4-4-2, pero fue fichado para ser el único nueve en un innegociable 4-3-3. Mercado fue considerado lateral hasta que Montella lo ha puesto en su posición natural, no se sabe bien si por necesidad o por convicción. Y todo el mundo en general, a voces, le dijo a Arias en verano que jugaba con fuego con los centrales, sin hablar de la gestión del lateral izquierdo.

Además cambió de entrenador, les dio salida a tres jugadores (Montoya, Borja Lasso y Krohn-Dehli), dejó sin ficha a un cuarto (Carole), sin sitio en la Champions a un quinto (Ganso), y se quedó con un sexto por matices en el modo de pago (Pizarro). No, no hay un fallo de planificación, hay muchos. Y negarlos es negar la evidencia, o creer que los demás son estultos, o sea, tontos. Y eso molesta más incluso que planificar mal.

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