Dentro de la poco subliminal campaña de acoso, aunque sin derribo, al dúo que ahora intenta manejar el Betis, hasta la construcción de Gol Sur se presenta como un desatino. Lo que debiera ser motivo de elogio se muestra, en una pirueta sorprendente, como una torpeza. El semiestadio que Lopera levantó para dejarlo por la mitad, y que no resistía el menor análisis en el apartado estético, parece que estaba bien como estaba.

Como la cuestión es poner a diario palos en las ruedas del, por siempre y para siempre, Real Betis Balompié, a la oración se la vuelve por pasiva y lo que parecía bueno es, decididamente, malo, muy malo. ¿Adónde va el Betis con un estadio para 60.000 personas si sólo van 30.000? Pues, quizás a lo que aspire ese pobre Betis, tan alanceado por presuntos propios y extraños confirmados, es a ir aumentando la clientela y a que su cuerpo social deje de estar harto y vaya al campo.

Particularmente creo que el campo está mejor casi terminado que a medio acabar. Cuestión de gustos debe ser, pero me parece más presentable tres cuartos del estadio Benito Villamarín que un cincuenta por ciento del Manuel Ruiz de Lopera. ¿O no está mejor como va a quedar ahora que tal cual lo dejó el prócer que lo levantó? La cosa es buscarle al gato más pies de los que puede tener un felino mediante la vieja conseja de ver el vaso medio vacío en vez de medio lleno.

Creo que quien tuvo la idea de medio rematar algo tan inconcluso se inspiró en el deseo de que el Betis vuelva a ser lo que fue. Pusieron la otra noche la final del 77 y hay que ver los futbolistas que tenía el Betis. Pues a eso es adonde debe dirigirse un club que ha tenido como punto de arranque adecentar su casa. Que ahora va a venirle grande, pues seguramente sí, pero también puede servir de acicate para llegar a la cota de un Betis como desean fervientemente sus afines.