la campana

Teoría de la conspiración

  • Cuesta creer que los incidentes de la Madrugada fueran provocados por un vandalismo espontáneo

  • Ocurrió en el peor momento y con focos en los lugares más conflictivos

Los armaos, los nazarenos de la Macarena y el público de Sierpes vueltos para ver qué estaba pasando.

Los armaos, los nazarenos de la Macarena y el público de Sierpes vueltos para ver qué estaba pasando. / Joaquín Corchero

Es difícil creer que los incidentes de la Madrugada de 2017 se deban a un gamberrismo ocasional. Tampoco parece creíble que sólo fueran provocados por tres delincuentes comunes, cuatro niñatos sevillanos y un senegalés borracho. Pareció un ataque con toda la pinta de estar bien diseñado y planificado. Presenta evidentes semejanzas con los sucesos de 2000 (y con el intento parcial de 2015). Pero, en esta ocasión, fue más peligroso. Surgió en varios puntos casi simultáneamente (algunas fuentes detallan hasta siete) y fueron lugares de alto riesgo. No sucedió algo peor gracias a Dios, a las medidas de seguridad (que lo mitigaron parcialmente), y a que vamos aprendiendo a convivir con el caos.

Recordemos el escenario. En la Madrugada hay seis cofradías. Las tres de negro (Silencio, Gran Poder y Calvario) tienen sus templos en el centro, cerca de la carrera oficial. La Macarena viene por Feria (sector norte), La Esperanza de Triana por Reyes Católicos (sector oeste) y Los Gitanos por la Encarnación (sector este).

Hay semejanzas con los sucesos de 2000 aunque los de este año eran más peligrosos

Es como un círculo de la geografía urbana, que se va concentrando y que se va estrechando, hasta quedar todas en el entorno de la carrera oficial. Entre las 4 y las 6 de la madrugada, las seis cofradías coinciden en ese círculo reducido. A esa hora, el Gran Poder ha salido de la Catedral y ha pasado a la zona sur del centro.

Si nos fijamos bien, los ataques o estampidas sucedieron precisamente en el peor momento (alrededor de las 4:10 ya hay constancia de los primeros tumultos) y en todos los puntos cardinales conflictivos. La diferencia con el año 2000 es que entonces tuvo un efecto dominó desde el oeste: empezó por la Encarnación y el Duque, cuando llegaba Los Gitanos, y se trasladó a Alfonso XII con la entrada del palio del Silencio; de allí salpicó al Gran Poder en el entorno de Gravina, y a la Esperanza de Triana en Sierpes, por el rebote de fuera a dentro.

Sin embargo, en 2017 los incidentes empiezan en los extremos de los recorridos. Y el efecto no va hacia fuera (como sería lógico en una huida) sino hacia dentro, hacia el embudo de las calles estrechas. Por el sur afecta al Gran Poder en la plaza del Triunfo y en la zona del Postigo. Este incidente repercute en la carrera oficial (Avenida). Al Silencio le sorprende en la plaza del Salvador (por detrás) y en San Andrés (por delante), por lo que incide en todo el cortejo. También llega a la Macarena (que avanza en paralelo por la carrera oficial), y que se ve afectada en Trajano y en Sierpes por las mismas oleadas del Silencio. Los Gitanos, que aún no ha llegado a la zona más céntrica, siente un rebote menor. Ya estaba desatado el pánico. Pues, por el otro lado, en la zona oeste del centro, en el punto de San Pablo y Reyes Católicos hasta el puente de Triana, hubo otros incidentes graves, justo en el momento clave: la salida del Calvario y la llegada de la Esperanza de Triana.

En resumen, hubo incidentes al sur, al este, al norte y al oeste de la carrera oficial. Al menos detectados en siete puntos de un modo casi simultáneo. En el peor momento y en los peores sitios.

¿Y cómo ocurrieron? El origen no parece casual, sino provocado. Esto no me lo contó nadie, sino que lo viví yo. Iba de nazareno en el último tramo de María Santísima de la Concepción. Estábamos parados en la plaza del Salvador, cerca de la esquina de Cuna. Todo transcurría con normalidad, una madrugada más. De repente, sentí un fuerte chasquido metálico. Parecía un terremoto o algo extraño. Duró pocos segundos, pero era inquietante, y se enlaza con otro ruido fuerte como de estampida de caballos o carrera en gran tropel, acercándose, que también dura pocos segundos, y provoca las carreras cercanas y los gritos del contagio en la plaza del Salvador.

Los nazarenos hicimos el movimiento acordeón de abrir y cerrar, aunque algunos resultaron afectados en las calles Cuna y Orfila, sobre todo los que se vieron arrollados por carreras en sentido inverso, tras otro incidente en Orfila que provocó carreras confluyentes. El asunto no fue a peor porque gran parte de la avalancha se frenó en la esquina de Cuna y el Salvador. Gracias a que algunos costaleros que esperaban para un relevo, así como un policía, pidieron calma a gritos. La mayor parte del público se contuvo.

El ruido metálico que provocó la estampida coincide con testimonios de otras personas que estaban en la plaza del Triunfo, cuando el primer incidente afecta al Gran Poder. Ruido, pues, provocado y coincidente. Por cierto que en 2000 se habló de algo parecido en la Encarnación.

No hay pruebas. Pero sí muchos elementos para presuponer que los incidentes de 2017 responden a una trama organizada. O al menos, que no ha pasado por casualidad. Establecer una relación directa entre los incidentes de 2000 y de 2017 (e incluso lo ocurrido en 2015 al Silencio) puede parecer demasiado aventurado. Pero se dan algunas semejanzas que merecen investigaciones más profundas. Sobre todo que no cierren el caso de este año con versiones candorosas.

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