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50 años de los pajaritos

Medio siglo en 40 metros

  • Las primeras generaciones que llegaron al barrio hace hoy 50 años relatan sus alegrías, a pesar de las reducidas dimensiones de los pisos · La promesa municipal de ampliarlos se antoja lejana

Juana Hernández y María del Carmen Clavijo, dos viudas y vecinas de la calle Codorniz de Los Pajaritos, cumplirán el año que viene medio siglo –la misma edad que hoy cumple el barrio desde su inauguración– pagando el alquiler de sus pisos al Patronato de Casas Baratas por la más que módica cantidad de 14 euros al año. Por  primera vez serán dueñas de una casa y recibirán las escrituras del lugar donde llegaron bien jóvenes y donde nacieron sus hijos en un ambiente que recuerdan apacible, pese a la falta de espacio: 40 metros cuadrados que en algunos bajos se reduce a 35.

Vivían de alquiler en Triana y en San Julián. “Estaba embarazada y ya tenía otra hija de meses cuando me vine aquí con mi marido dejando una habitación de alquiler por días de la calle Betis”, cuenta Juana (1932, Santo Tomé, Jaén), costurera y viuda desde hace dos décadas de un empleado de Agroman que participó en la construcción de este barrio. Llegaron a tener cuatro hijos, de los que le quedan dos, y sigue emocionada con su piso porque era más grande que aquella habitación... Del patio comunitario –con pozo y macetas– conserva fotos antiguas donde posan los que fueron dirigentes del Patronato cuyos nombres cita de carrerilla.

“Yo me vine aquí de soltera con mi madre del barrio de San Julián, de una casa de pisitos, porque al dueño le hacía falta la vivienda. Me echó una mano el jefe provincial del Movimiento porque le hacía las manos a su mujer. Cuatro años después me casé y tuve tres hijos, ninguno de los cuales se quedó en  el barrio”, relata María del Carmen (Sevilla, 1937), que se dedicó a la manicura hasta lo dejó por deseo de su marido, transportista y luego taxista. Esta vecina admite que se alegró de venir pese al tamaño del piso y los fallos del interior: marcos sin puertas (las bisagras parejas tenían que pedirlas en el Patronato) y ventanas de madera con chinches.

De los inicios del barrio, el peor recuerdo de ambas mujeres es lo aisladas y lejos que quedaban del resto de la ciudad, ya que todo era campo y ni siquiera se habían construido Las Candelarias y Madre de Dios, los otros dos barrios anejos. Cuentan que tenían que caminar hasta la avenida Cruz del Campo para coger un transporte a la Encarnación. Esperaron más de un año hasta que la línea 20 entró por sus calles de pájaros.

Lo más entrañable de esa época eran las cenas con comida traída de casa en los veladores del bar de enfrente, las compras en los puestos de lona de la plaza de la iglesia o en la venta Ranilla y que todo el bloque pudiera tener una línea de teléfono en el tercer piso sin ascensor: la que se trajo María del Carmen de San Julián.

Hace años que esta tranquilidad se ha deteriorado por la creciente conflictividad de Madre de Dios, el barrio anejo que en su día se disputaron los vecinos de etnia gitana de las Tres Mil Viviendas y hoy atrae en su mayoría a inmigrantes hacinados: hasta 20 personas en un piso de 40 metros. Al ser viviendas en propiedad a bajo precio pasan con rapidez por diferentes manos.

La barriada de Los Pájaros –así se llama oficialmente la zona– ocupa lo que antiguamente era la Hacienda Amate, al otro lado de la avenida del Tamarguillo.  En la actualidad acoge a casi 15.000 habitantes, incluyendo en esta cifra a Madre de Dios y Las Candelarias, que conforman los Tres Barrios. Dicen los vecinos que las mejores calles son Codorniz, Cigüeña y Alondra, que el ambiente se va enrareciendo a medida que uno se adentra. Los vecinos se quejan de que todos sucesos negativos que ocurren en zonas aledañas siempre se acaben situando en Los Pajaritos, aunque hayan ocurrido fuera de sus calles.

Acabar con un nivel de exclusión social que afecta a un 20% dela población de esta zona y de Amate es uno de los objetivos del Plan Integral de actuación que   han aprobado las administraciones y ahora deben presupuestar.

En la pirámide de población destacan los más mayores y los más jóvenes, aunque algunos de los profesionales que trabajan en la zona aseguran que la franja de la tercera edad parece estar disminuyendo en los últimos años.

La ausencia de ascensor para los que tienen mala salud y viven en pisos altos (de segundo en adelante) sigue afectando a un importante porcentaje de la población. Por más que la Administración pública ofrezca ayudas, el cambio es complicado.  

Un taxista asiduo de la parada de la plaza del bar Nene y vecino de Madre de Dios afirma que el negocio de los traslados en taxi ha dejado de ser pujante en los Tres Barrios porque no quedan tantas personas mayores como antes para desplazarse a pagar al Patronato o al centro, y porque el polígono Carretera Amarilla se ha llenado de empresas chinas que usan de todo menos el taxi para desplazarse, a diferencia de otros empresarios.

Sin lugar a dudas, lo que más impactó a los vecinos de esta zona, aunque los más mayores no creen que se cumpla, fue la noticia que en julio de 2008 lanzó a la prensa el entonces concejal de Urbanismo, Emilio Carrillo, sobre el derribo total de sus pisos y la promesa de reconstruirlos con dimensiones más dignas: entre 70 a 120 metros cuadrados. De momento, la demolición sólo ha llegado al barrio cercano de Regiones Devastadas.

Sobre las viviendas, el Plan Integral prevé rehabilitaciones totales o parciales que resuelvan “los graves problemas de accesibilidad, humedades, hacinamiento y deterioro generalizado del parque residencial” porque los pisos “carecen de las condiciones adecuadas para fomentar el desarrollo personal y familiar de sus habitantes”, lo que perpetúa “situaciones de conflicto familiar, de inadaptabilidad y dificultan la integración social y vecinal”.

Las madres jóvenes con varios hijos son otro perfil social abundante en el barrio. Erika Antúnez, madre de dos hijos, cuenta  a sus 31 años lo mal que lo pasan los cuatro de familia con tan poco espacio. La lavadora sólo le cabe en el baño y la nevera se come literalmente la diminuta cocina. Pero los ingresos de ella, que trabaja por horas en casas, y de él, empleado de Derribos Pavón, no le dan para mudarse a otro barrio con pisos de tres dormitorios.  

Juana y María del Carmen. “Soñamos con que a la juventud no le falte trabajo”

No apostaban un duro a ver los 50 años del barrio y así ha sido. El sueño de estas dos veteranas, Juana y María del Carmen, es que se acabe la droga en el barrio y que la juventud vuelva a ser como antaño, sin que le falte trabajo y dignas condiciones de vida. La lacra del desempleo es difícil de erradicar. Las dos coinciden en que la zona no es insegura. Según Juana, los dos tirones de bolsos que ha sufrido le sucedieron en el centro y junto a la parada del Sagrado Corazón. Dicen estar plenamente integradas en su ambiente, pero María del Carmen admite que si tuviera dinero se iría de la Gran Plaza en adelante. Un alcalde: Soledad Becerril.

Erika. “El urbanismo es mejor, pero no la convivencia”

Erika Antúnez, de 31, llegó con unos ocho años al barrio de Los Pajaritos procedente de una casa de vecinos en alquiler en la zona de Su Eminencia (eran tres hermanos) y hoy vive junto a su marido y sus dos hijos de 9 y 4 años en un piso de la calle Cigüeña de 35 metros, cerca de sus padres. Al ser una generación más joven paga una renta de 23 euros, algo más alta que las antiguas, pero su sueño es mudarse a otro barrio con viviendas más amplias, como Ciudad Jardín, o conseguir uno de los pisos sociales de Emvisesa. Recuerda con nostalgia los juegos en la calle y la vida tan plácida y tranquila de aquellos años. En su opinión, el urbanismo ha mejorado en aceras, calles, plazas y farolas, pero queda mucho por hacer, sobre todo en cuestiones de convivencia –”nadie respeta a nadie”, lamenta– y en arreglo de instalaciones, como el mercado de abastos, apuntalado.

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