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memoria histórica | el proceso de exhumación de los cadáveres podría empezar este año

Las fosas del cementerio

  • Las primeras catas arqueológicas revelan que la fosa común de Pico Reja es mucho más grande de lo que se pensaba y hay cuerpos de represaliados casi en la superficie

En el tronco de un ciprés que se levanta sobre la fosa de Pico Reja, en el cementerio de San Fernando, hay colgadas varias fotografías de personas que deben estar enterradas debajo. En una de ellas aparece el teniente de la Guardia de Asalto Ignacio Alonso Alonso, que murió durante la defensa del edificio de la Telefónica, en la batalla de la Plaza Nueva, el 18 de julio de 1936. Todos los obreros de la Telefónica deben estar en esta fosa. Como los muertos en los combates en Triana y la Macarena, como toda la corporación municipal, que fue fusilada al principio de la guerra, y como Blas Infante.

Así hasta más de mil cien cuerpos. "1.103", precisa la arqueóloga Inmaculada Carrasco, que ha dirigido los primeros trabajos arqueológicos para delimitar la fosa y que suponen un primer paso hacia la exhumación de los cadáveres, que se espera que pueda llevarse a cabo en este mismo año. La fosa de Pico Reja era la única que estaba abierta en el cementerio el 18 de julio de 1936. Se creó en el año 1925 para beneficencia. Debajo de los cuerpos de los represaliados estarán, por tanto, los de personas sin recursos que eran enterradas en este lugar.

Las catas arquelógicas han deparado una primera sorpresa: la fosa es mucho más grande de lo que se pensaba. "En un principio pensábamos que no iba a superar el triángulo ajardinado. Creíamos que tendría la forma de una pirámide truncada o trapecio pero en el vértice del triángulo es precisamente donde más cuerpos hay. La fosa sobrepasa el jardín y llega casi al límite que marca el cuerpo de nichos. El lado más largo tiene 50 metros y la superficie total es de 700 metros cuadrados", explica la arqueóloga, que es profesora de la Universidad Pablo de Olavide y trabaja para la empresa TCA, que ganó el concurso público del Ayuntamiento de Sevilla para comenzar los trabajos en las fosas del cementerio.

Ubicación de las fosas Ubicación de las fosas

Ubicación de las fosas / Departamento de Infografía

Las catas confirman las sospechas del historiador José Díaz Arriaza, cuyo trabajo ha sido esencial para conocer con exactitud dónde está la fosa y qué espacio ocupa. Este especialista en la Guerra Civil en Sevilla plasmó su investigación en un libro titulado Ni localizados ni olvidados. Las fosas del cementerio de San Fernando de Sevilla, 1936-1958. "Sabíamos que no iban a tener que excavar mucho porque la fosa se llenó hasta arriba", explica el historiador. Una visita al terreno en compañía de la arqueóloga lo confirma. "Hay cuerpos a menos de diez centímetros de la superficie. De hecho, nos hemos encontrado algunos huesos de pequeño tamaño en el suelo, entre la vegetación, que hemos ido retirando. Por eso les pedimos a los familiares que no entren en el jardín". Sólo en las primeras catas, los arqueólogos encontraron seis cuerpos. Curiosamente, no son de represaliados en 1936 sino más adelante, en 1938 y 1939. Así lo acreditaría la medalla encontrada en un cuerpo que posiblemente sea el de un brigadista internacional, que tiene una inscripción en cristal de bohemia con el nombre Cesko-Slovensko (Checoslovaquia), denominación oficial que sólo se usó a partir de 1938.

Díaz Arriaza no le encuentra explicación, más allá de que fuera algo circunstancial. La fosa de Pico Reja se cerró el 31 de agosto de 1936, cuando ya estaba completamente colmatada. Se abrió entonces la fosa del Monumento, en la que se sepultaron cuerpos dese septiembre de 1936 hasta agosto de 1940. ¿Por qué se enterraron cuerpos en 1938 y 1939 en Pico Reja? "Sencillamente no hay explicación. Posiblemente fuera por alguna circunstancia imprevista, ¿quién nos dice que no hubiera lluvias en la primavera de ese año y no se inundara la fosa del monumento, como ya había pasado en la primavera de 1936 con la de Pico Reja?", apunta el historiador.

Además, Pico Reja era la fosa más próxima a la tapia en la que se producían los fusilamientos. Y el vértice del triángulo era el extremo más cercano al muro. En cualquier caso, los trabajos confirman que la fosa se reabrió al menos parcialmente para nuevos enterramientos después de los primeros días de la guerra. Hay dudas sobre en cuál de las dos fosas está la columna minera de Riotinto, cuyos integrantes fueron fusilados a finales de agosto. "O son los últimos de Pico Reja y están arriba del todo o son los primeros del Monumento y están al fondo", apunta la arqueóloga. Los trabajos de delimitación en la fosa del Monumento comenzarán este año, mientras que también se iniciará el proceso de exhumación de los cuerpos de Pico Reja. La tercera fosa es la que Díaz Arriaza llama la Antigua (porque está hecha sobre una antigua fosa de finales del siglo XIX), que es posiblemente la más grande de todas. Ahí fueron enterradas principalmente las personas que murieron en la cárcel, víctimas sobre todo de enfermedades pulmonares y digestivas, aunque también hay fusilados.

Más de sesenta familiares han reclamado ya los cuerpos de sus parientes asesinados y se han apuntado a un programa para la extracción de ADN con el que identificar sin género de dudas los cuerpos de sus familiares. En esa lista no está la familia de Blas Infante, que no ha reclamado sus restos. La delegada de Participación Ciudadana, Educación y Edificios Municipales, Adela Castaño, ha mantenido un encuentro con los familiares de los enterrados en Pico Reja para explicarles el resultado de los trabajos. La mayoría de ellos se han mostrado satisfechos y esperanzados con poder dar una sepultura digna a sus parientes. "El encuentro con los familiares ha sido emocionante. Es cuando una aprecia que su trabajo sirve para algo", apunta Inmaculada Carrasco.

Igual de satisfecho se muestra el historiador Díaz Arriaza. Su trabajo en Pico Reja ha sido difícil por la falta de documentación con la que se ha encontrado. Díaz Arriaza trabajó sobre un plano del arquitecto municipal del año 1941, que luego los arqueólogos levantaron con infografía y sobrepusieron sobre el estado actual del cementerio. "Pero ni el mismo arquitecto veía la fosa. Por eso no se han podido confirmar las dimensiones exactas hasta que no se han hecho las catas. Tenemos la impresión de que en el cementerio todo está muy controlado, pero cuando entra uno a investigar se da cuenta de que en los libros hay discrepancias y errores, por lo que nunca podemos hablar con certeza y siempre debemos incluir la palabra aproximadamente".

Las fosas posteriores sí están mucho más documentadas. Algunas de ellas se construyeron en los años 50 y los enterramientos llevaban un mayor control que en los primeros días de la guerra. Otro problema con el que se encuentran los arqueólogos en Sevilla es que no hay una fosa específica para represaliados de la Guerra Civil, como sí ocurre, por ejemplo, en el cementerio de San Rafael de Málaga. En Sevilla, en todas las fosas hay mezcladas víctimas republicanas con personas sin recursos que eran enterradas en las fosas porque no disponían de lugares propios para enterramientos. Hay espacios, por tanto, en los que los arqueólogos se encontrarán con cuerpos de presos republicanos muertos por enfermedad en la cárcel, fusilados en consejos de guerra y muertos de beneficencia. De ahí la importancia del banco de ADN para identificar sin género de dudas los cuerpos. Las fosas estaban todas al final del cementerio, que luego sufriría una ampliación en los años cincuenta. "Se trata de un cementerio muy clasista, en el que se situaban primero las tumbas, después los nichos y las fosas al final del todo".

El Ayuntamiento de Sevilla ha duplicado el presupuesto para estos trabajos este año y destinará 310.000 euros a las tareas arqueológicas en las fosas del cementerio. La intención es que entre este año y el que viene se exhumen todos los cuerpos de las ocho fosas, que podrían ser alrededor de 4.500. Será la primera vez que se abran estas fosas desde la Guerra Civil y/o la posguerra.

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