Andalucía

El Bachillerato pierde en una década el 11% del alumnado de ciencias

  • El fundador del programa Piiisa que promueve la investigación en los institutos advierte que se ha abandonado la formación práctica en el laboratorio en los centros de secundaria

El agua de un vaso arrojada de un techo para comprobar cómo cambia el estado de la materia, la clasificación del material del laboratorio, comprobar cómo cambia el periodo de oscilación de un péndulo en función de la longitud del hilo que lo sostiene y observar cómo es el tejido vegetal y animal al microscopio han llevado la revolución al instituto de Arriate. En las tres primeras semanas de curso casi la mitad de los 60 niños de segundo, tercero y cuarto de secundaria "ya ha decidido que quiere ser científico", explica el profesor de Física y Química del IES Escultor Martín Higuero, Francisco Javier Pérez Cáceres. Ninguno de estos alumnos había pisado un laboratorio. Jamás habían experimentado el método científico. Su aproximación a la ciencia nunca había salido del libro de texto.

Francisco Javier Pérez Cáceres, creador programa Piiisa (Proyecto de Iniciación a la Investigación e Innovación en Secundaria) a través del que más de mil alumnos andaluces de ESO y Bachillerato realizaron el curso pasado proyectos de investigación en laboratorios universitarios y del Consejo Superior de Investigación Científica (CSIC), lamenta el abandono de la formación práctica en los institutos, un hándicap que cree en relación directa con la falta de vocaciones científico tecnológicas. Durante sus ocho años de experiencia docente como profesor interino en Andalucía ha pasado por nueve institutos de las provincias de Huelva, Granada y Málaga. En seis de ellos los laboratorios, por norma, no se utilizaban. En otros tres, los profesores de Biología los usaban de vez en cuando. "He encontrado el material guardado en cajas o arrumbado en armarios", dice.

La realidad estadística muestra un progresivo abandono de los estudios científico tecnológicos entre los jóvenes. Este curso hay 127.515 alumnos que estudian primero y segundo de bachillerato en Andalucía. De ellos 45.538 siguen el itinerario de ciencias y matemáticas. Es decir, el 35% del alumnado. Sin embargo, hace 10 años eran 51.299 los que habían elegido esta modalidad, o sea el 41% de los 123.327 estudiantes que había entonces.

Estos datos significan que en la última década mientras la cifra de alumnos que estudia bachillerato ha crecido por encima del 3%, las ciencias han perdido 5.761 alumnos. Es decir, el 11% respecto a 2006.

La tónica es general, si bien hay provincias como Málaga que ofrecen algunas particularidades. Por ejemplo, en el curso 2004/2005 había 8.475 alumnos que estudiaban las ramas de ciencias y tecnología en Bachillerato. Suponían el 39% del total, mientras que hace dos años (últimos datos provincializados de acceso público) aunque había 9.384 alumnos en esta modalidad, representaban sólo el 35%. En este caso, sin embargo, lo que se ha producido ha sido un espectacular repunte de adolescentes que siguen en el instituto al terminar la ESO. Se ha pasado de los 21.724 en pleno boom de la construcción, a 26.755. Es decir, la cifra total ha crecido un 23% entre 2005 y 2015, pero esa evolución ha beneficiado mucho menos el itinerario científico que el de las ciencias sociales y humanidades.

El desinterés de los jóvenes por los estudios técnicos y las ciencias, con la única excepción del área de la salud, no es un fenómeno circunscrito a Andalucía ni a España. En realidad, es un problema bastante común en las sociedades occidentales. Un informe de la Comisión Europea recoge que a pesar de la crisis económica crece, la oferta laboral en el área vinculada a las denominadas STEM (ciencias, tecnología y matemáticas), que se suma a la próxima jubilación de muchos empleados. En términos generales calcula que el mercado laboral en este sector en la Unión Europea alcanzará en 2025 los siete millones de empleos, de ellos un millón de nueva creación.

Otro dato significativo que corrobora la pérdida de atractivo de estos estudios reside en los resultados de las pruebas de acceso a la universidad. El curso pasado realizaron la Selectividad en Andalucía 35.554 alumnos. De ellos sólo 5.531 se examinaron de Física, 12.592 de Biología, 13.329 de Química y 14.275 de Matemáticas. Aunque la Selectividad la aprueban casi todos los aspirantes (94,9%), lo cierto es que los resultados son muy dispares. Las universidades no son muy proclives a facilitar los datos por materias. No obstante, la Universidad de Málaga lo hace y sus conclusiones, aplicables a cualquier otro centro, son muy reveladoras: en junio se presentaron a la Selectividad 6.605 estudiantes, aprobó el 96%, pero sólo hicieron la prueba de Física 887 personas y de ellas el 38% suspendió. Este examen encabezó el ranking del fracaso. En posiciones penosas figuraban también Química, con un 30% de suspensos, Matemáticas (26%), y Biología (25%).

Para Francisco Javier Pérez Cáceres existe un problema serio con las materias científico- tecnológicas en los institutos: "A los profesores no se nos forma para enseñar ciencias, todo queda en verborrea pedagógica que ayuda poco. La legislación no nos obliga a dar formación práctica y la dirección de los centros y las jefaturas de departamento, salvo excepciones, ni respaldan ni lideran a los docentes. El resultado es que se nos ha despojado de autoridad y medios, porque también hay que tener mucho valor para ir con 30 alumnos a un laboratorio, mientras que se ha perpetuado lo peor del sistema", que en opinión de este profesor es un escenario en el que las jerarquías se construyen en función de criterios como el rango y la edad, en vez del mérito. "Con una tiza y un libro, la Física aburre, desmotiva a los alumnos y se convierte en una asignatura muy difícil".

El catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Málaga José Ramón Ramos Barrado advierte que no puede hablar de lo que sucede en los institutos, pero sí de lo que cada día observa en las aulas universitarias: "La percepción general es que los alumnos llegan cada día con peor nivel en Física y, sobre todo, en Matemáticas. No saben calcular, resolver problemas y lo que es más grave, no han desarrollado la capacidad del razonamiento abstracto. La ciencia se basa en la abstracción a partir de la observación de la realidad". Sin esa habilidad, áreas como la Física son complicadas y carreras como las ingenierías resultan casi imposibles, de ahí que el fracaso académico durante los primeros años en las titulaciones técnicas sea tan alto.

Para Ramos Barrado la culpa no es de los profesores de instituto, "que son buenos", sino de los valores sociales y culturales que empujan en dirección contraria al esfuerzo y el trabajo. Alude a la "presión" por el aprobado que se siente incluso en la universidad y afirma que si ahora pusiera a sus alumnos ante uno de los exámenes a los que se enfrentaban sus estudiantes de hace 20 ó 25 años, ni uno solo aprobaría. No obstante, precisa que el sistema universitario no puede bajar sus estándares porque entonces se correría el riesgo de generar profesionales poco cualificados. "Si hoy las empresas españolas ganan grandes concursos internacionales de obras públicas es gracias a la calidad de los ingenieros que hemos formado". "La presión por el aprobado hace que se pierda nivel", confiesa, al tiempo que lamenta sin complejos que "España sea el único país de Europa que ha renunciado a formar una élite". Se pregunta por qué en el fútbol pueden operar varias divisiones y no en la universidad. "No todos los alumnos tienen las mismas capacidades, las mismas ganas ni las mismas ambiciones. Debería haber una formación profesional real y buena, con pasarelas hacia la universidad", sugiere.

Además, apunta tanto a la oferta académica en las enseñanzas medias, porque "hay centros donde no se puede estudiar Física y Química de forma simultánea", como a la necesidad de formar en el laboratorio a los alumnos. "Es fundamental; la experimentación introduce rigor en la medida y el cálculo. Ahí se cultiva la simiente. Es el lugar donde se despierta el interés y la afición".

La mejor prueba de ese efecto la ha registrado Francisco Javier Pérez Cáceres en el instituto público de Arriate a las tres semanas de llegar. "Un grupo de madres pidió verme para agradecerme la ilusión con la que sus hijos habían empezado a ir al instituto. ¡Es increíble! Son unos niños estupendos. Son buenos y nobles. Posiblemente son los mejores que he tenido nunca, pero no habían pisado el laboratorio de su propio centro. Están alucinando porque les he dicho que los voy a llevar a que conozcan la Universidad de Málaga".

El fundador del proyecto Piiisa enfoca directamente a la consejera de Educación, Adelaida de la Calle, cuando recuerda que "por primera vez tenemos al frente del sistema a una científica. Necesitamos que además de los idiomas defienda la ciencia".

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