El acusado por el crimen de Almonte niega la autoría y alude a su coartada
Francisco Javier Medina defiende que estaba trabajando mientras se produjo el doble asesinato
Tranquilo, concreto, seguro de sí mismo y de su versión de los hechos. Así se mostró ayer ante el jurado popular Francisco Javier Medina, único acusado de los asesinatos de Miguel Ángel y María Domínguez -padre e hija-, el 27 de abril de 2013. "Primero, yo no soy capaz de hacer algo así; segundo, yo estaba trabajando cuando sucedió todo", sentenció durante el turno del interrogatorio de uno de sus abogados, Juan Ángel Rivera. "Yo no los maté", aclaró.
A lo largo de tres horas, el presunto autor de las muertes defendió con uñas y dientes su postura y alabó a Miguel Ángel Domínguez, su compañero de trabajo y marido de Marianela Olmedo, quien mantenía con él una relación extramatrimonial. De su trato con Olmedo detalló que era "de idas y venidas; unas veces estábamos bien y otras no, pero nunca la insulté ni la controlé". A las preguntas del fiscal, Pablo Mora, sobre si le tenía celos a Miguel Ángel -lo que se considera el móvil del crimen-, el acusado espetó: "¿Celos por qué? ¿Si yo no estaba con Marianela de qué iba a tener yo celos?".
Cuando el fiscal pidió que se le exhibieran las tres toallas en las que el Instituto Nacional de Toxicología localizó sus restos genéticos y que se encontraban en los dos baños del piso donde se cometió el crimen, Medina aseguró que nunca las había visto "ni me lavé el cuerpo con ninguna de ellas el día del crimen". Tanto la defensa como la acusación se escudan en dichas toallas para exculpar e inculpar, respectivamente, al acusado. Se reiteró en sus declaraciones previas y aseguró que llevaba, al menos, tres años sin acceder a la vivienda del matrimonio Domínguez Olmedo y que "es inexplicable" que su ADN esté en ellas.
Según su relato, el 27 de abril de 2013 estuvo trabajando entre las 15:00 y las 22:00 en el supermercado y no salió a entregar ningún pedido. En torno a las 22:05 salió del supermercado con otros compañeros, entre los que estaba Marianela. A las 22:10, cuando estaba llegando a casa de sus padres en la calle Cristo, lo "llamó el gerente porque se le había olvidado darme las llaves" del comercio para que él pudiera abrirlo el lunes.
En ese intervalo de "cuatro o cinco minutos" se encontró con dos caballistas a los que saludó desde su coche. Aquí fue donde el abogado de las víctimas, Gustavo Arduán, lo puso contra las cuerdas. Profundizó sobre la duración de ese trayecto -los investigadores fechan el doble crimen entre las 21:50 y las 22:10- y evidenció ante el jurado que algo no concuerda en su relato. Medina, además, realizó una llamada a Olmedo de unos siete minutos cuando habían abandonado ya el supermercado. La comunicación se inició a las 22:09.
El inculpado acabó enredado en la madeja del letrado y admitió que en esos escasos cinco minutos que tardó en llegar en coche del trabajo a su casa llamó a Marianela durante siete minutos, se encontró con los caballistas e intercambió con ellos unas palabras desde el coche y también conversó con su gerente por teléfono sobre el olvido en la entrega de las llaves.
Prosiguió el relato indicando que se duchó y fue a alquilar una película y a buscar la cena para verse esa noche con Olmedo en la casa que ella había alquilado y que habitaba desde que el 8 de abril se había separado de facto de la víctima. Aquella noche durmieron juntos y él se marchó "a las 07:30 u 08:00 del domingo 28" a casa de su padres, donde estuvo hasta las 12:30. "Luego recogí a Marianela en Mercadona, comimos juntos y quedamos en ir a Sevilla por la tarde", relató. Él sabía que Olmedo había ido al lugar del crimen para dejar algo de ropa a la niña, que dejó en el rellano de la escalera. Y que "se había agobiado mucho más porque ya el teléfono de Miguel Ángel estaba apagado y no conseguía contactar con su hija".
El lunes 29 de abril fue cuando el padre de Marianela Olmedo entró al piso del matrimonio y encontró los cuerpos sin vida de su yerno y su nieta. La reacción del presunto autor de los hechos fue estar "días sin ir a trabajar, tirado en la cama, llorando como un niño chico". Cuando la acusación le preguntó que por qué faltó al trabajo, el joven aseguró que "Miguel Ángel y María eran personas queridas, me sentía culpable; él era una persona muy especial y querida en el pueblo".
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