“Hay más crispación en la clase política que en la sociedad”
El hijo del indiscutible icono de la Transición retorna a la política dieciséis años después de haber dejado la primera línea l Anuncia que el PP aspira a doce millones de votos
Sevilla/Es inevitable. La gente de la calle lo para y le hablan una y otra vez de su padre. Adolfo Suárez Illana (Madrid, 1964) es tenido como un icono. Muy atrás queda su candidatura fallida a la presidencia del Gobierno de Castilla La Mancha. Se presenta como número 2 del PP al Congreso de los Diputados por Madrid tras dieciséis años alejado de la primera línea política, un período donde ha ejercido la abogacía y ha presidido la fundación Concordia y Libertad.
–¿Por qué vuelve precisamente ahora a la política?
–Por dos motivos. Primero por la absoluta confianza en la persona de Pablo Casado. Y segundo, por la confianza en un proyecto que incluye la restauración de la concordia. Y eso no es una llamada a la nostalgia, sino al futuro. Es una llamada a la concordia entre todos los territorios de España, a la concordia social. Por desgracia, la crisis y el mal tratamiento que tuvo en su inicio provocaron un parón brusco en la evolución de España y una brecha. Hay que reenganchar a esa parte de la sociedad que se ha quedado atrás. Y hay que trabajar por la concordia generacional, hay un riesgo de fractura con respecto a los jóvenes. El peor enemigo de los jóvenes es la deuda pública, los salarios bajos. Con su trabajo, con sus cotizaciones, con sus sueldos bajos, se pagan pensiones altas de gente que tuvieron unos trabajos con sueldos aceptables. Todo esto repercutirá en unas pensiones bajas el día de mañana. Unamos a esto la deuda pública generada por inversiones que se pagan hoy, pero que no van a disfrutar. El cóctel es perfecto para generar una brecha. Los jóvenes no conseguirán el nivel de vida del que sí han disfrutado generaciones anteriores.
–Los llamamientos a la concordia trufan todo su discurso. ¿No le han dicho que podría seguir trabajando por ella desde la sociedad civil, sin necesidad de meterse en el fango de la actual política?
–Pues mire, la verdad es que sí. Y yo, de hecho, hace dieciséis años decidí abandonar la primera línea de la política, pero no el compromiso social que siempre he tenido. Y durante estos dieciséis años he estado ejerciendo esa influencia a través de conferencias, artículos... Me habrán visto estos años por Andalucía, he participado en entrevistas con el Grupo Joly... Me habrán visto por colegios mayores, universidades. Y siempre he dicho que los empresarios tenemos que poner nuestro dinero al servicio de los valores. Así lo he hecho durante dieciséis años. De repente, un tal Pablo Casado me expuso por qué no ponía yo todo mi capital, todo lo que significo, al servicio de España en una situación tan crítica, en una situación de riesgo de fractura. Yle insisto: mi paso adelante es temporal.
–¿Definiría usted a España como una nación crispada?
–La Transición también tuvo su momento de dificultad y de crispación. Pero al final triunfó la concordia que, insisto, no es una llamada a la nostalgia. La concordia tiene una definición que incluye el respeto y la aceptación del otro, del distinto, del que no piensa como yo, del que no comparte mis ideas, ni mi misma religión. Esto es lo que hoy en día está más en peligro. Estamos tensando la cuerda entre los que pensamos distinto, cada vez nos es más difícil aceptar al contrario. Y esto se está dando especialmente en la clase política, en la sociedad es menor la crispación. Y no le cuento ya si nos fijamos en un territorio concreto como Cataluña, donde la crispación social se está llevando a los extremos porque ha nacido de la política. La clase política es la que primordialmente tiene que sembrar la concordia.
–¿En qué momento cree que la clase política comienza la siembra de la discordia?
–En el caso de Cataluña, en 2012 se produce una quiebra importante. La crisis económica es otro punto de inflexión para esa quiebra social y generacional. Y sin ninguna duda, el gobierno de Zapatero radicaliza las posturas y empieza a reabrir heridas que estaban superadas. Y ciertamente Sánchez, con su radicalización y con los pactos que ha llevado a cabo con los separatistas catalanes y los bilduetarras, ha generado una situación realmente preocupante.
–¿Cuál es su posición en dos asuntos especialmente delicados como la eutanasia y el aborto? Explíquela sin lugar a equívocos, por favor.
–Respecto al aborto, si mis palabras han servido para dejar clara la postura del PP y mía, ¡bendito sea Dios! Y esa postura es que el PP y yo defendemos la vida, que el PP y yo, si nos equivocamos, preferimos equivocarnos a favor de la vida. El PP y yo nos comprometemos a sacar una ley de ayuda integral a la maternidad que permita que las mujeres embarazadas y que se encuentren en riesgo puedan apoyarse en el Estado para llevar a feliz término el embarazo. Y por último no sólo nos preocupamos por la vida, sino que estamos comprometidos por cómo se desarrolla esa vida. Y nos comprometemos a que se desarrolle en condiciones de libertad, seguridad y prosperidad económica. Respecto a la eutanasia, mire, yo creo sinceramente que es electoralista el debate que se ha abierto; me parece peligroso sacar en plena campaña electoral un caso concreto y dramático que, por supuesto, no juzgo ni muchísimo menos. Le puedo decir también que estoy muy acostumbrado a tratar con la enfermedad y con la muerte. Y ni la enfermedad, ni la muerte, tienen nada que ver con la dignidad humana. La dignidad humana es de la persona y nadie puede arrebatarle esa dignidad. No hay mayor privilegio para alguien que ser capaz y tener la oportunidad de arropar a sus seres queridos en el momento de la muerte, acompañarles, evitarles el sufrimiento en la medida en que sea posible. Y eso no tiene nada que ver con el alargamiento artificial de la vida.
–¿Volveremos a ver toros en Cataluña? ¿Se darán las condiciones para que haya espectáculos taurinos?
–Sigue habiendo espectáculos taurinos en Cataluña. Sigue habiendo bous al carrer en muchos pueblos. A mi me encantaría que volviera a haber toros en Barcelona. Las Administraciones Públicas tienen que brindar las oportunidades para que se puedan dar, pero luego son los empresarios, los toreros, los ganaderos y el público quienes se tienen que poner de acuerdo para que haya espectáculo. Nosotros no podemos obligar, ni queremos obligar a que no haya toros ni a que sí los haya.
–La encuesta del CIS deja al PP temblando...
–Mire, voy a ser respetuoso y no voy a decir nada. [Risas] Sí le puedo decir que en el PP solemos ganar a las encuestas.
–¿Veremos alguna vez la fusión de los partidos de centro-derecha que algunos propugnan?
–El único gran partido de centro-derecha que existe se llama Partido Popular. Luego existe un partido socialdemócrata que se llama Ciudadanos, que curiosamente lo están encajando en el centro-derecha, pero no tiene nada que ver con el centro-derecha. Y luego, por otro lado, hay un partido de extrema-derecha que se llama VOX, al que le tengo respeto como un rival más en la contienda política, pero no es un gran partido en términos de volumen, ni en términos de centro-derecha.
–Tiene usted claro que VOX es de extrema derecha...
–[Silencio]
–¿Le sorprendieron los doce escaños que VOX obtuvo en las elecciones andaluzas?
–No sé a qué se debieron, pero está claro que no se debieron a su programa económico.
–¿A qué se debieron?
–Insisto: a su programa económico estoy seguro que no.
–Deduzco que ve una amenaza en el programa económico de VOX. Algo intuirá usted.
–Es que no existe. Otra cosa es que cuando lo conozcamos pueda ser mejor o peor, pero insisto: es inexistente. Todo es una apelación permanente al sentimiento, a la emoción, pero no a la cabeza. Y España hay que llevarla en el corazón, pero también en la cabeza.
–¿Está amenazado el bloque constitucionalista?
–Los constitucionalistas en este país somos la inmensa mayoría. Otra cosa es que los que están en contra de la Constitución sean más ruidosos o busquen la ruptura de la propia legalidad. Y estamos viendo a la cúpula de ese grupo, donde los hay de distintos partidos, ante el Tribunal Supremo.
–¿Reconoce usted algo en el actual PSOE del gran partido que dirigió Felipe González?
–No. Sigue habiendo militantes que conozco y respeto. Hay que reconocer que este partido ha tenido un gran proyecto para España durante un tiempo, pero desgraciadamente la radicalización de su dirección ha dejado abandonada a gran parte de los socialdemócratas. Lo he dicho siempre:el PP es la casa común del centro-derecha, pero también es el vecino de la socialdemocracia. Y como buenos vecinos, sé que la nuestra no es su casa, pero sí puede ser el refugio de quienes se sienten abandonados por su dirección. Nosotros jamás traicionaremos los principios que ellos mismos defienden y que hemos defendido todos.
–¿Cuál es su visión sobre la denominada ideología de género?
–La ideología de género está, de entrada, colectivizando a las personas por su sexo: por ser hombre o por ser mujer. La colectivización me resulta imposible de creer. Yo creo en las personas individuales, sean hombres o mujeres, sean ancianos o jóvenes, tengan trabajo o no. Nosotros no nos orientamos al colectivo, sino a la persona. Intentamos atajar los problemas que tienen las personas, cada una de ellas.
–¿Qué medidas aplicaría usted en los primeros cien días de gobierno para hacer posible esa concordia?
–De entrada, lo está diciendo el presidente Casado cada día. Una serie de medidas irán en el primer consejo de ministros a reforzar el Estado sin ningún tipo de titubeos a la hora de aplicar la Ley. La Ley es la fuerza del débil. En democracia no se puede tener miedo a aplicar la Ley. Hay que reforzar la educación, apostar por una educación sin ideologías, sin partidismos y común a todos los españoles en su materias troncales: Lengua, Literatura, Historia, Geografía... Y que se enriquezcan con las particularidades regionales. Lo que nunca podemos es tergiversar la Historia a través de la ideología. También habrá medidas para dinamizar la economía: desde la bajada de impuestos y la reducción del gasto hasta el fomento de la inversión, el ahorro y el consumo.
–Entiendo que tiene usted clara la aplicación del artículo 155 en Cataluña sin limitaciones. La primera vez dejaron sin controlar, por ejemplo, TV3.
–El 155 es parte de la Constitución. Y la Constitución es la Ley que goza del mayor consenso de toda nuestra historia, especialmente en Cataluña, donde superó el 90% de apoyo. El 155 no es un botón de destrucción inmediata. Ni muchísimo menos. El 155 está orientado de una forma amistosa a intentar restituir la legalidad constitucional en una parte del territorio donde ha sido conculcada por una autoridad concreta. Hay un llamamiento al orden, a restituir esa legalidad. Y si no se restituye es cuando el Senado señala el ámbito y el tiempo de aplicación. Nosotros, en su momento, al ser la primera vez que se iba a aplicar, decidimos hacerlo con el mayor consenso posible, con Ciudadanos y con el PSOE. Y, curiosamente, todas las críticas que se nos hacen ahora es por aceptar las condiciones que impusieron Ciudadanos y el PSOE. Pues bien. Hemos aprendido que no pasa nada por aplicar el 155 y que tampoco va a pasar nada si se aplica, llegado el caso, sin necesidad de mayor consenso que el que ya recoge la propia Constitución.
–¿Votar a Pablo Casado es apostar por la aplicación del 155 en toda su dimensión?
–Absolutamente.
–¿Sin complejos?
–Absolutamente.
–Incluido el control de la TV3.
–Lo que haga falta.
–Explíquele a los andaluces quién es Pablo Casado.
–Destacaría de Pablo Casado dos cosas. Tiene un proyecto para España en la cabeza que abarca los problemas que nos afectan ahora mismo. Además goza de la capacidad y asume el compromiso personal para llevarlo a cabo.
–¿Usted hubiera vuelto a la política con un líder distinto en el PP?
–Yo no he dejado el PP nunca. Desde que me afilié he estado siempre presente en la defensa de los principios y valores del PP, haciendo campañas incluso. Daba un paso adelante cuando era necesario, y lo daba hacia atrás cuando no lo era. Pablo Casado me ha pedido ese paso. La confianza en él y el ver cómo está España han motivado que, efectivamente, vuelva.
–¿Cuál es el modelo de relación Iglesia-Estado que defiende la actual cúpula del PP? ¿Usted percibe odio a la Iglesia? ¿Está la Iglesia privilegiada?
–Yo soy católico practicante. Eso no quiere decir que no tenga los pies de barro, como los tenemos todos. Desde el punto de vista político, tengo clarísimo que el Estado es aconfesional. El Estado no se debe a una religión en concreto. Hay que tener en cuenta que la Iglesia presta un servicio a la nación española muy importante a través de Cáritas y otras organizaciones que suponen una ayuda francamente importante a los más necesitados. En esa labor debe ser arropada y ayudada por el Estado en la medida de lo posible al igual que habría que hacer con cualquier otra confesión. Hay que reconocer que la mayoría de los españoles son de confesión católica, que la presencia de la Iglesia Católica en España es muy importante. Al Estado le sería tremendamente caro y difícil asumir la labor social de la Iglesia.
–Parece claro que no habrá mayorías absolutas. Los partidos tendrán necesariamente que pactar, entenderse, llegar a acuerdos. Ustedes tendrían que hacerlo con Ciudadanos y con un partido como VOX, que usted tilda de extrema derecha.
–Vamos a ver. De entrada la pregunta ya establece una premisa como si fuera una verdad absoluta, dicho sea con todo el respeto. No sabemos si habrá mayoría absoluta. Tampoco la iba a haber en el 2000 y se produjo contra todo pronóstico. Cuando se inició la Transición parecía que nunca las iba a haber y después las logró el PSOE. Los que tenemos una visión de la historia política larga, desde hace ya 40 años, hemos sido testigos de partidos que han nacido con vocación de permanencia y gobierno y que, al final, han desaparecido. El PP lleva 40 años de servicio a España con un balance muy positivo. Hemos intentado llegar a acuerdos con otros partidos para agrupar en ese espacio de centro-derecha el mayor número posible de votantes, aunque no estuviéramos al cien por cien de acuerdo en algunas cosas. Eso no ha sido posible, salvo en Navarra y en algún otro sitio específico. Después de haberse cerrado la posibilidad para esas coaliciones, Ciudadanos ha sacado de la chistera que podíamos llegar a acuerdos. ¡Lo podíamos haber hecho antes! Ahora es el momento de pactar con todos los españoles, no con los partidos. Aspiro a tener doce millones de votos. Ya veremos el día 28 cuáles son los resultados y qué pactos son posibles. El PP es capaz de pactar con partidos a su izquierda y a su derecha. Y es capaz de convertir documentos, que en principio llegan muy calientes, en documentos asumibles por la inmensa mayoría de los ciudadanos, como ocurrió aquí en Andalucía.
También te puede interesar
Lo último