La muerte sin nombre
Las tumbas no identificadas proliferan en los cementerios de localidades como Lepe, donde los inmigrantes han perdido el contacto con su familia
Miles de personas llenan estos días, con motivo de la festividad de los Fieles Difuntos, los cementerios para honrar a sus fallecidos. Sin embargo, en algunas tumbas faltarán flores, igual que nombres, los de los inmigrantes que murieron sin que nadie reclamase sus cuerpos y que descansan en nichos marcados sólo con un número.
"Inmigrante número cinco. Descanse en paz". Es el escueto mensaje que se puede leer en una lápida para recordar que ahí está enterrada una persona de la que no se conoce su identidad. Simplemente queda marcado con el número de orden en el que su cadáver fue objeto de una autopsia, en este caso en una muerte masiva, por ejemplo, por ahogamiento tras zozobrar una patera.
Las condiciones que hacen que una persona sea enterrada sin nombre son diversas, aunque la inmigración clandestina ha hecho que haya decenas de personas enterradas en cementerios del sur de España de las que nadie sabe dato alguno. El fenómeno es recurrente en municipios donde hay mucha inmigración derivada de su actividad agrícola, como los onubenses Lepe, Cartaya o Palos de la Frontera o el almeriense El Ejido; o en lugares clave para la llegada de pateras, como Motril, en Granada, y el Campo de Gibraltar.
En el caso del cementerio de Lepe, en la costa de Huelva, hay toda una hilera de lápidas marcadas solo con un número, donde descansan aquellas personas que murieron en la localidad sin que nadie haya reclamado su cuerpo. Esto ocurre muchas veces por el engaño al que muchos inmigrantes someten a sus familias sobre su situación en España, ya que ocultan que viven en chabolas de cartón y plástico o trabajan sin estar dados de alta. Médicos, ingenieros o arquitectos deciden irse de su casa en África y probar suerte en España sin contarle a su entorno la verdad de su situación o ubicación, lo que provoca, en casos extremos, que si mueren nadie sepa donde están, e incluso sus compañeros no sepan su historia o procedencia.
Manuel Roque Gómez, voluntario de Cáritas, recuerda el caso de un joven que murió en una finca del pueblo onubense "y nadie sabía quién era su familia o la forma de identificarle, así que recurrieron a nosotros, y entre todos pagaron su entierro". En este caso, consiguieron la cantidad suficiente para que fuese enterrado en el cementerio musulmán Parque Cementerio Islámico Suhail, situado en la localidad malagueña de Fuengirola, uno de los pocos camposantos islámicos en suelo español y que fue creado en 1996.
"Los gastos son muy altos, y a veces hay que recurrir a tumbas anónimas", explica Gómez, que lamenta que hasta la muerte sea injusta con estas personas, que fallecen después de llevar años viviendo en condiciones infrahumanas para sostener a sus familias en África, sin que allí sepan su verdadera situación.
El mismo voluntario destaca la labor que realiza la Iglesia, ya que los inmigrantes, por encima de sus creencias religiosas, tienen a Cáritas como una de sus referencias a la hora de sobrevivir. Asimismo, también recurren a esta organización cuando hay un caso de necesidad humanitaria como es el de enterrar a un compañero fallecido.
El cementerio de Fuengirola se ha convertido en una alternativa, con más de 5.000 metros cuadrados destinados a enterramientos, pero las dificultades para costear el desplazamiento de los cadáveres han hecho que las tumbas anónimas se hayan convertido en parte del paisaje de los cementerios de muchos pueblos del sur.
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