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Pablo Picasso y Joaquín Peinado. Encuentro en las vanguardias | Crítica

Picasso y Joaquín Peinado en contrapunto

  • El rondeño Peinado contó en París con la amistad y protección de Picasso. La Fundación Unicaja confirma en Sevilla hasta finales de enero que su indagación de las vanguardias fue libre y diversa

'Los segadores' de Pablo Picasso en la Fundación Unicaja.

'Los segadores' de Pablo Picasso en la Fundación Unicaja. / Juan Carlos Muñoz

La exposición teje un recorrido con obras de Picasso y Joaquín Peinado. Joaquín Ruiz-Peinado Vallejo (Ronda, 1898-París, 1975) fue uno de los autores de la llamada Escuela Española de París, conformada por Francisco Bores, Javier Vilató, Manuel Ángeles Ortiz o Pancho Cossío, entre otros. A París, durante buena parte del siglo XX, señalaron las brújulas de muchos artistas europeos. En España este deseo se acentúa por la insensibilidad de nuestra cultura hacia el arte moderno. Artistas tan diversos como Juan Gris, Joan Miró o Maruja Mallo encontraron en París un enclave de información, libre experimentación y sobre todo, un lugar de discusión e intercambio, con amplia polifonía de culturas.

Joaquín Peinado marchó a París en 1923, con veinticinco años, recién acabados los estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. En París, como otros españoles, contó con la protección y la amistad de Picasso, aunque su indagación de las vanguardias es libre y diversa.

La muestra ofrece una trayectoria de Picasso, atractiva para cualquier aficionado y recomendable para estudiantes que quieran familiarizarse con el arte moderno. Siguiendo un orden casi cronológico, destaca por su complejidad Los segadores. Los expertos fijan su elaboración en París, en el verano de 1907, cuando Picasso estaba dedicado a Las señoritas de Aviñón. El cuadro parece prolongar otro, pintado en Gósol y acabado en París, en 1906, Los campesinos. Posee, sin embargo, ciertos rasgos que no parecen ajenos al fauvismo, aunque la organización de las figuras, que por sí sola traman el espacio del cuadro, lo relaciona con las Demoiselles. Es la obra de un artista que experimenta y prueba, sin exclusión alguna.

Picasso y Peinado frente a frente en sus retratos. Picasso y Peinado frente a frente en sus retratos.

Picasso y Peinado frente a frente en sus retratos. / Juan Carlos Muñoz

A subrayar dos excelentes bodegones del cubismo llamado sintético: Frutero, fechado en 1917, útil para conocer cómo del cultivo de los papeles pegados los autores cubistas pasan a la organización de planos, característica del último cubismo. El segundo bodegón, Poires, verre et citron (Peras, vaso y limón) fechado en 1922, tiene rasgos parecidos pero las peras poseen cierta profundidad y sensuales notas de color. Son rasgos ajenos al cubismo, un año más tarde de declararlo clausurado con Los tres músicos.

La presencia del Picasso llamado clásico es breve pero sustanciosa: excelentes los retratos de su mujer, Olga Khokhlova, y su hijo, Paulo, y un pequeño dibujo, Tres bañistas, versión moderna de un antiguo mito, Las Tres Gracias del cortejo de Afrodita, que Picasso traduce de formas muy diversas. No abundan las obras del Picasso surrealista pero sí los de la madurez del autor, destacando en especial la versión de El pintor y la modelo de 1963 y una excelente litografía (Jacqueline de perfil). También pueden verse el dibujo para el catálogo de la muestra, Homenaje de los artistas españoles a Machado, celebrada en París el 1 de enero de 1955: un rasgo del autor-activista, presente también en la famosa Paloma de la paz que acarreraría a Picasso exclusiones y rechazos en los años de Guerra Fría.

Diálogo entre las obras de Picasso y Peinado en la planta alta de la Fundación Unicaja. Diálogo entre las obras de Picasso y Peinado en la planta alta de la Fundación Unicaja.

Diálogo entre las obras de Picasso y Peinado en la planta alta de la Fundación Unicaja. / Juan Carlos Muñoz

Los trabajos de Joaquín Peinado se suceden a partir de un pequeño cuadro, Bañistas en Biarritz (1928), con una descomposición cubista de las figuras más próxima a Braque que a Picasso. Peinado es un artista con excelente formación técnica, como demuestra el cuidado retrato de Cayetano Ordóñez, Niño de la Palma, y que en París para completará su formación en centros como La Grande Chaumiére. París será también plataforma para participar en distintas iniciativas como los decorados para El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla, y otras propuestas de Buñuel. Es sugestiva su asimilación del lenguaje cubista. Obras como El velador está muy cerca de las ventanas trabajadas por Picasso en Saint-Raphaël, pero a Peinado parece llamarle más la atención el modo de componer, cercano al constructivismo, de Juan Gris. Así en Naturaleza muerta con frutero, adelanta los objetos hasta el primer plano del cuadro y los articula de modo que sus relaciones traman en superficie el cuadro. En una obra tardía, 1968, Florero, la figura, flores y hojas, se tratan como un cuidado plano cubista: es otro eco de Gris. Peinado es un explorador de diversas direcciones de las vanguardias: algunas piezas parecen explorar las posibilidades de la pintura metafísica, como El jarrón que tuvo flores. La impronta constructiva la desarrolla en sus trabajos geométricos de los años cincuenta que recuerdan a las primeras abstracciones de Mondrian. A lo dicho se añade una cualidad crucial: es un excelente dibujante. Se advierte en el trazo firme y en la manera de hacer vibrar con sabias líneas la superficie. Desnudo acostado (1968) da buena cuenta de ello.

La exposición es, pues, interesante pero laboriosa: la acumulación de obras las hace dialogar pero también estorbarse mutuamente. Hay que proceder con calma y en espera de otras muestras para ver cómo se comporta el espacio de las salas.

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