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De la polifonía del arte

  • Rafael Ortiz vuelve a ofrecer en la cuarta entrega de 'A la manera de...' un diálogo entre pintores en el que uno de ellos estudia el trabajo del otro para aclarar preocupaciones propias

Luis Gordillo retoma las ideas de Hans Hofmann en su obra para este proyecto.

Luis Gordillo retoma las ideas de Hans Hofmann en su obra para este proyecto.

De Hans Hofmann se cuenta que, al indicar a Pollock que sus cuadros se apartaban en exceso de la naturaleza, Pollock opuso el célebre "yo soy naturaleza". No sé si la anécdota es cierta. Lo que está fuera de toda duda es el papel de Hofmann, inmigrante bávaro, en el nacimiento de la pintura moderna en Nueva York. Por las clases y debates que mantenía en un estudio de la calle Octava, pasaron Rothko y Greenberg, Lee Krasner y el propio Pollock. Hofmann hizo cruzar el Atlántico a la obra de Matisse, interpretándola como alternancia de planos de color: unos parecen desbordar la superficie del lienzo y otros desvanecerse en el fondo. Gordillo en esta cuarta edición de A la manera de… retoma las ideas de Hofmann y a la vez su indagación sobre cómo el color puede por sí mismo crear profundidad en el cuadro.

Algo parecido ocurre con Alejandro Botubol y su modo de estudiar a Morandi desde una casi abstracción.Es un diálogo entre pintores en el que uno de ellos estudia el trabajo del otro para aclarar preocupaciones propias. En otros trabajos de la muestra aparece algo que podríamos llamar afinidad electiva. Así, el trabajo de Juan Uslé sobre Howard Hodgkin: la serie Soñé que revelabas del pintor cántabro sintoniza con los espacios vibrantes del pintor británico en los que lleva la forma al límite del ritmo. En parecida dirección se mueve la pieza de Abraham Lacalle respecto al Picasso de los años de La California, la aportación de Vicky Uslé que explora en Odilon Redon aquellos halos, que tanto intrigaron a Duchamp y son fáciles de detectar en Munch, y la glosa de María Gómez a La danza de Matisse.

Otras veces el autor prefiere llevar al otro extremo la intención del artista que comentan. Así, Federico Guzmán desplaza el ensayo de Paul Klee sobre la gama de colores fríos a la de tintas decididamente cálidas. En parecido sentido, la contribución de Claudia Ihrek: ha pasado casi medio siglo de las Film Skills de Cindy Sherman y la identidad social de las mujeres está ahora lejos de aquellas starlettes que revestían la sensualidad con rasgos ingenuos.

Zenaida Pablo Romero se inspira en Sean Scully. Zenaida Pablo Romero se inspira en Sean Scully.

Zenaida Pablo Romero se inspira en Sean Scully.

Otras obras parecen prolongar las ideas de autores del pasado. Creo que los trabajos de Victoria Civera y Zenaida Pablo Romero prestan una atención que roza el homenaje a Blinky Palermo y Sean Scully. Lo mismo cabe decir del libro de autor que dedica Lita Mora a Marc Chagall, y de la pintura de los hermanos Rosado Garcés evocando a Giorgio de Chirico; Carmen Calvo rememora analíticamente el trazo de Francisco Lozano mientras Manel Pérez Tapia indaga los espacios de David Hockney.

Marín y Sicilia reinterpretan a Juan Hidalgo en bandera republicana. Marín y Sicilia reinterpretan a Juan Hidalgo en bandera republicana.

Marín y Sicilia reinterpretan a Juan Hidalgo en bandera republicana.

Hay también autores que llevan su trabajo más allá de los límites del artista, digamos, replicado. Entre esas piezas destacan de manera especial los estudios de Federico Miró (el más joven de los participantes en la muestra), sobre las texturas de Edouard Vuillard en Dama de azul con niño. Más lejos lleva las cosas Martín y Sicilia en su divertida evocación del Grupo Zaj: Manuel Hidalgo, dicen, representa en la pieza a Walter Marchetti interpretando una pieza republicana a piano. En efecto, una figura (¿Hidalgo o Marchetti?) vuelve ostentosamente la espalda al piano mientras otea el horizonte desde una tarima con los colores de la bandera republicana. En parecida dirección Anna Jonsson recuerda a las atentas madres de aquella artista de difícil encuadramiento Marisol Escobar.

Recordaré por último dos piezas relacionadas con la arquitectura. El cuidadoso dibujo de Daniel Bilbao recoge un edificio de Van de Velde, mientras Dionisio González propone un proyecto no realizado de Mies van der Rohe en las cercanías de Wannsee (Berlín) aunque lo convierte, al modo de Elmgreen & Graset, en una imagen que hace pensar en Sunset Boulevard (El ocaso de los dioses).

Como en las tres entregas que la precedieron, en esta muestra late el tiempo lento de la obra de arte

Me dejo atrás muchos nombres. Soy consciente de ello. Pero querría terminar con una observación de Nietzsche que tal vez pueda dar mejor sentido a la exposición. La belleza más noble, escribe, no es la que nos cautiva de golpe sino aquella que se insinúa con lentitud, se va apoderando de nosotros casi sin que nos demos cuenta, hasta que un día la volvemos a encontrar en nuestros sueños. Creo que en esta exposición como en las tres que la precedieron late este tiempo lento de la obra de arte. Tal vez su fertilidad se parezca al calor que almacenan grandes pilas de carbón, como las que hace muchos años se amontonaban en el Muelle de la Sal. Siempre había a su lado un trabajador regándolas sin cesar porque el calor poco a poco acumulado y conservado podía en cualquier momento convertirse en llamarada.

Creo que en muchas de estas obras hay esa memoria pertinaz y fecunda, tal vez inconsciente que de repente se concreta en una obra de difícil autoría (¿quién genera el cuadro?) pero que traza un nuevo rasgo de eso que llamamos arte.

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