¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Florido erial
CARLOS Navarro les contaba ayer uno de esos fantásticos cuentos de magia potagia Sevilla 92 que les resumo aquí: dos sociedades compraron el Teatro Álvarez Quintero y tres fincas ubicadas en Triana por 142 millones de pesetas que, en menos de tres años, se convirtieron en 586 millones al cambiarse, vía municipal, por siete parcelas situadas en el Patrocinio y la prolongación de la avenida de la Palmera, obteniendo un beneficio de 444 millones. "Este negocio inmobiliario -remataba el compañero- se produjo poco antes de que Manuel del Valle pasara, precisamente, de ser alcalde de Sevilla a presidente de la Fundación Cultural de El Monte y gracias a la altísima valoración que le dieron los técnicos de la Gerencia de Urbanismo de la época al local destinado al teatro y a las fincas ubicadas junto a Chapina".
Yo me quiero centrar en la cuestión, menos jugosa pero igualmente sevillana, de lo que se hizo con el teatro para "rehabilitarlo": destrozarlo. Para convertir un teatro en otro teatro y salón de actos se derribó todo el bellísimo interior de 1950 -obra de Rodrigo y Felipe Medina Benjumea, dos de los más importantes arquitectos sevillanos del siglo XX-, empezando por la espectacular doble escalera del vestíbulo -mármol con elegante pasamanería dorada- rematada por el lujoso entresuelo con bar, y terminando por la destrucción de la propia sala teatral de casi mil localidades.
Esto no se perpetró en la Sevilla desarrollista y derribista del franquismo, sino en la democrática y supuestamente conservacionista de los 90, todo preparado bajo mandato socialista de Manuel del Valle y ejecutado (nunca mejor dicho) bajo el de su sucesora popular Soledad Becerril. Hay una foto impagable en la que Del Valle -entonces ya presidente de la Fundación Cultural El Monte- le está mostrando a Becerril el destrozado interior del teatro durante su derribo. En su pie se dice: "Soledad Becerril mostró su satisfacción por el proyecto presentado, afirmando que sería una pena que el teatro se hubiera perdido en una ciudad culta como Sevilla".
Quien recuerde el teatro inaugurado el 12 de octubre de 1950 con una representación de Ventolera, y lo compare con lo que se hizo en su llamada rehabilitación para convertirlo en salón de actos del Monte, ya sabe lo que hace una ciudad tan culta como Sevilla con sus teatros. Lo que hizo con el San Fernando, el Coliseo y el Álvarez Quintero.
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