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Los dos papas | Estreno en Netflix

Tango de Santidades

Tal vez aprovechando el filón pop de la serie de Sorrentino, y con la inestimable ayuda de Jonathan Pryce y su parecido razonable convertido en objeto de memes desde el día uno, Los dos papas llega a Netflix para enmarcar el paso de testigo de Ratzinger/Benedicto XVI a Bergoglio/Francisco en las formas poco consistentes de un elegante duelo de titanes teológicos entre los jardines de Castel Gandolfo y las majestuosas salas del Vaticano trufado de detalles de humor (hay que humanizar a los dioses con música, tango, fútbol, pizza y Fanta de naranja) y unos desafortunados flash-backs explicativos que, en blanco y negro o color documental, apuntalan la evidente predilección de Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel) por el jesuita argentino, su trayectoria (pecadora) y su vocación transformadora y social de la iglesia frente a los impulsos conservadores y el aislamiento extemporáneo del pontífice alemán.

Los dos papas ha de verse así como la condensación dramática de dos tiempos y dos maneras de entender la labor y el lugar de la iglesia hoy que se unen momentáneamente en el encuentro entre dos personalidades a priori antagónicas (ya se encarga el tosco prólogo de subrayárnoslo en planos cortos, ángulos torcidos y gestos rápidos de montaje), aunque poco a poco cada vez más cercanas y empáticas, en una estrategia que enseña siempre sus cartas marcadas y que descansa esencialmente, cómo no hacerlo, sobre las prestaciones de un Pryce y un Hopkins que, superada la fase inicial algo chanante, recomponen y conducen sus personajes con esa profesionalidad de la experiencia y el oficio que ni el más torpe de los directores puede cargarse del todo.