La memoria fantasma

La Llorona | Estreno en Movistar+

Una imagen del filme espectral del guatemalteco Jayro Bustamante.
Una imagen del filme espectral del guatemalteco Jayro Bustamante.

Ficha

*** 'La llorona'. Drama-fantástico, Guatemala-Francia, 2019, 90 min. Dirección: Jayro Bustamante. Guion: J. Bustamante, Lisandro Sánchez. Fotografía: Nicolás Wong. Música: Pascual Reyes. Intérpretes: Sabrina De La Hoz, Margarita Kénefic, María Mercedes Coroy, Julio Díaz, Juan Pablo Olyslager, Ayla-Elea Hurtado, María Telón.

Valor en alza del último cine latinoamericano que asoma a festivales internacionales, el guatemalteco Jayro Bustamante (Ixcanul) firmaba consecutivamente en 2019 dos películas que se encierran en la casa familiar para rendir cuentas con las élites burguesas de su país a propósito de un adulto homosexual casado y padre que decide rebelarse contra su entorno ultraconservador (Temblores) y de un episodio de la historia reciente, con el juicio a los mandos militares que ordenaron y ejecutaron el genocidio de la población indígena maya a comienzos de los años 80, tal y como ocurre en esta La llorona que fue candidata a los Globos de Oro.

Una casa familiar acomodada y horizontal que funciona como prisión simbólica y espacio de fantasmas, filmada de manera inquietante y que adquiere poco a poco una dimensión sobrenatural con la que Bustamante pretende trascender lo dramático (el alto mando militar absuelto y enfermo se refugia con su esposa, hija, nieta y servicio mientras en el exterior resuenan las protestas) en las claves del género, el mito y el folclore, con guiños incluso a esas figuras femeninas espectrales niponas de Cuentos de la luna pálida de agosto o el J-Horror, vengando a las víctimas desde el lenguaje de las brumas, el agua y la sexualidad reprimida que hacen de La llorona un filme de terror en el que las pesadillas remiten siempre a la opresión de raza, clase y género en un país que no parece haber superado sus traumas.

Leves desplazamientos de cámara o reencuadres, unas tonalidades que tienden a la monocromía y una banda sonora envolvente convierten el espacio cotidiano en un caserón de las sombras del que no hay escapatoria posible, una casa que activa a través de sus mujeres-víctima el ciclo de una venganza que viene del más allá para hacer justicia con los muertos y desaparecidos en una interesante nueva deriva para el cine político.

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