De capa y cola (Un paréntesis en las vísperas)

Madres de marzo

Vienen llorando sus penas allende la capital y el área metropolitana. Traen por estas calendas una promesa por cumplir. Cargan con un paraguas como imprescindible compañero de viaje. Llegan en grupo, con hijos, esposo o en la soledad más absoluta. Visten en un desacierto de ropajes donde cuadros, rayas y flores se unen en una mezcla de estéticas imposibles. Contemplan a un Dios de manos atadas, un Dios cautivo y preso en una cárcel de velas, un Dios que no sabe de días de azahar y lunas maltratadas por el tópico de oratorias y vídeos sensibles (muy del gusto de esta época). Veneran a este Hombre de larga melena que siempre se queda a un paso de la primavera, en una cuaresma que no acaba. Rezan, cuentan sus cuitas, y después, siempre después, hacen un hueco en sus estómagos para una torrija. Mínima gloria para estas madres de marzo.

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