Cofradias

Tres necesidades y siete dolores

  • En la tarde del Viernes Santo nos encontramos la radicalidad de la cruz lHay números que son símbolos sagrados en el Cristo de la Carretería y en la Virgen que lo amortaja

LA madrugada y la mañana se habrán abierto en contrastes, en ese itinerario que nos lleva de la cruz a la esperanza. La tarde es diferente. Se ha escrito muchas veces que el Viernes Santo es la nostalgia de la Semana Santa, la tristeza abisal de la cruz y los dolores angustiados de una Virgen con su hijo muerto. El Viernes Santo es la jornada en la que más suele llover (toquemos madera arbórea), y eso lo atribuyen algunos a la presencia inquietante de la luna llena de Parasceve, que además de aparecer en los pregones, se asocia a los malos augurios.

En esta tarde de la muerte de Cristo, la cruz asume el protagonismo doloroso del martirio. Y hay una querencia simbólica por los números sagrados. Tres Necesidades es el título histórico de la cofradía de la Carretería. Tres necesidades (escaleras, sábana y sepulcro) para descender a Cristo, para amortajarlo y enterrarlo. Tres necesidades con las que sale temprano su cofradía a una calle de las más recónditas del Arenal para mostrar una semblanza de lo que fue la Semana Santa de otros tiempos, cuando era más íntima, ajena a multitudes que a veces se amasan sin entender lo esencial. En esas calles de la Carretería hay todavía algo casi iniciático, que se simboliza en esas Tres Necesidades, donde el tres asume su valor simbólico de número sacralizado por la trilogía divina.

Si la tarde del Viernes Santo empieza así, concluye con la expresión suprema de los Siete Dolores de la Virgen, que se manifiestan en el paso de la Sagrada Mortaja. La Virgen al pie de la cruz (con la cruz alzada detrás, como si fuera su corona), en el Stabat Mater sevillano, iniciado con la sinfonía que toca una esquila agitada por el muñidor. Atravesando calles orladas de palacios y conventos, esquinas y plazas que mucho saben de silencios, avanza la muerte de Cristo iluminada por ciriales. Avanzan los dolores de la Virgen de la Piedad, que ya son siete, en la culminación de otro número sagrado. El siete tiene un sentido especial en casi todas las religiones. Para la Virgen, es el símbolo supremo de su dolor, que ahí se ve, en ese llanto silente que se derrama bajo un ciprés y una espadaña, cuando sale del antiguo convento de la Paz.

Por medio, el Viernes Santo nos descubrirá todos sus secretos. La Soledad franciscana de San Buenaventura es la Virgen sola, sin nadie más que la acompañe, atravesado su corazón por los cuchillos afilados de sus dolores. También está solo el Cachorro cuando agoniza en Triana, cuando agoniza en el puente, cuando agoniza en Sevilla. ¿Por qué es tan larga su agonía? ¿Por qué nunca se ha terminado de morir, a lo largo de los siglos? Ni siquiera el fuego pudo quemar su último aliento de vida, que resiste para prometernos que tampoco moriremos si seguimos junto a Él. Esta tarde sobre el puente, y siempre en la basílica donde se le venera en Triana.

Ahí está Triana en el Viernes Santo, también con su Nazareno, que viene de la parroquia de la O. La Semana Santa trianera tiene advocaciones repetidas con la de Sevilla porque contó con identidad propia. El Nazareno cruzó el puente de barcas y abrió un momento histórico. Desde entonces, Sevilla y Triana se abrazan y forman parte de un mismo mundo. El Viernes Santo por la mañana con la Esperanza; y por la tarde con el Cachorro y la O. Se certifica esa unión, sin la cual la Semana Santa ya no se entendería.

Viernes Santo que será recordado en San Isidoro. El Señor de las Tres Caídas, acompañado por su Cirineo idealizado, bajará hacia la Alfalfa, antes de enfilar la estrechez de la Alcaicería. La Virgen de Loreto recupera el esplendor de los bordados de su manto, que han sido renovados en este año de gracia para los bordadores. La Patrona de los Cielos vuelve a identificarse en la Domus Aurea de ese paso, de ese manto, que no se puede explicar sin verlo.

Tampoco se podrían explicar las palabras que dice Cristo al ladrón cuando sale de la capilla de Montserrat. Hay una versión oficial en los evangelios, pero ese Cristo parece que está diciendo más, mucho más -¿convertíos?-, y que no lo entendemos.

Se nos irá el Viernes Santo. Y quedarán las últimas horas, el tiempo sin tiempo del último día.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios