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Luis García Jambrina. Escritor

"Aún está todo por hacer en el género de la novela histórica"

  • El autor recrea un atentado contra Fernando el Católico. Reivindica el "rigor" y los "personajes potentes" en las ficciones que reconstruyen el pasado.

Luis García Jambrina, fotografiado en Sevilla, donde presentó 'La Corte de los engaños'.

Luis García Jambrina, fotografiado en Sevilla, donde presentó 'La Corte de los engaños'. / juan carlos muñoz

Nadie podía intuir que Luis García Jambrina (Zamora, 1960), profesor de Literatura Española en la Universidad de Salamanca, especialista en la obra de Claudio Rodríguez y autor de la excepcional antología que publicó Espasa sobre La promoción poética de los 50, acabaría transformándose en un curtido escritor de novelas históricas. Ni siquiera él sospechaba esa conversión. "Llegué al género por casualidad", confiesa. "Quería escribir sobre Fernando de Rojas en la época en que era estudiante en Salamanca, e inevitablemente eso me llevó a tener que reconstruir esa ciudad en un contexto muy concreto. Así empezó todo", rememora sobre la redacción de El manuscrito de piedra, una particular recreación del autor de La Celestina queganó el Premio de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza, a la que sucedieron otros títulos como El manuscrito de nieve o La sombra de otro. "Supongo que llega un momento en el que los que nos dedicamos a la Filología nos frustramos por llegar a muy poca gente. Además, tienes ciertas inquietudes creadoras, y para distanciarte de esa labor académica te embarcas en otro tipo de propuestas", expone un narrador que tiene El nombre de la rosa de Umberto Eco como referente -"por esa mezcla de novela culta y novela popular"- y que piensa que en el relato histórico "está todo por hacer, sinceramente. Se publican muchos libros, pero una gran parte carece del mínimo de rigor necesario. Faltan estructuras complejas como la que yo he intentado, propuestas con más peso literario. Y dentro de la Historia de España hay cantidad de enigmas que están pidiendo a gritos una novela".

La Corte de los engaños (Espasa) vuelve a poner de manifiesto la solidez de García Jambrina en las ficciones históricas gracias a una trama que recupera el atentado que sufrió Fernando el Católico a finales de 1492 en Barcelona y que se acerca a este suceso desde la perspectiva de tres mujeres: Beatriz Galindo, maestra de latín y asesora de Isabel la Católica y una de las damas más ilustradas de su tiempo; Catalina de Dalt, una noble sin escrúpulos, procedente de una Cataluña sublevada, que conspirará para acabar con el monarca; y Sara Dertosa, una muchacha cuya vida se derrumba con el decreto de expulsión de los judíos.

-El atentado que sufre Fernando el Católico, y que usted recrea en el libro, es un episodio poco contado hasta ahora.

-Sí, es verdad. Incluso en Barcelona, donde estuve hace poco en unas jornadas de novela histórica, la gente no conocía ese episodio, a pesar de que sucedió allí y el escenario se conserva tal y como estaba en su día. Esa fue una de las razones por las que me lancé a escribir la novela. Hace ocho o nueve años, cuando estaba documentándome para otro libro, me encontré con este asunto del que llegué a hacer alguna alusión en aquella obra. La historia me interesaba muchísimo, pero sabía que debía esperar para abordarlo, porque era muy complejo. Cuando ya me puse, tiempo después, le di muchas vueltas a cómo plantear la novela, porque es sobre ese suceso y las consecuencias que tuvo, pero también sobre un año, 1492, en el que se encadenaron un montón de acontecimientos, fue el año más importante de la Historia de España. Lo más socorrido era acercarse al atentado desde una novela policiaca, pero deseché esa idea y se me ocurrió contarlo desde diferentes perspectivas, que dieran una idea de la complejidad del asunto. Vi que había varias mujeres que destacaban alrededor del monarca y me pareció el enfoque adecuado.

-Entre esas narradoras estaría Beatriz Galindo, La Latina, una dama de una cultura asombrosa a la que la Historia, como ocurre con tantas otras mujeres, ha prestado poca atención.

-Hay un aspecto que se conoce muy mal de esa época de los Reyes Católicos, algo que no ocurre en etapas anteriores y que no ocurrirá en las posteriores, y es que en ese tiempo había muchas mujeres sobresalientes en la Corte. Esto se debe a que Isabel quería rodearse de lo mejor, ya fueran judíos o cristianos, hombres o mujeres. Y tenía en torno a ella a diferentes mujeres que la aconsejaban en diferentes cuestiones. A Beatriz Galindo la llama para que sea su maestra de latín cuando ésta tenía 16 años, y al final se queda como preceptora de las infantas y de algunas damas de la Corte. Beatriz Galindo sería probablemente la mujer más preparada de su tiempo, hablaba latín mejor que los catedráticos de entonces. Lo que no sabemos es cómo se formó, cómo accedió a todo ese saber. Como vivió en Salamanca, yo me la imagino acudiendo a clases disfrazada de hombre. Siempre me ha parecido un personaje muy interesante, porque podía dar una visión muy cercana de la Corte, y, aparte, porque en los pocos documentos que se conservan sobre ella había indicios de que podría haber tenido alguna relación con Fernando el Católico.

-En una de las primeras escenas, el Rey viola a Beatriz. Desde el comienzo ya deja claro que su retrato de Fernando el Católico no va a ser, precisamente, edulcorado.

-He intentado humanizar a los reyes, no mostrarlos como esas grandes figuras que aparecen en las series o en algunas novelas, donde parece que están posando para la Historia y hablan siempre de forma solemne. En el caso de Fernando, quería recalcar un rasgo sobre el que no hay dudas: que tenía debilidad por las mujeres y que abusaba de ellas todo lo que podía o quería. Parece ser que debió de fijarse en Beatriz de Galindo y no se descarta que su primer hijo fuera un bastardo suyo. Esa premisa creaba una tensión idónea para mostrar las luces y las sombras de los Reyes Católicos, que era lo que quería. Con Isabel sucede lo mismo: habla a favor de ella su preocupación por la educación de las mujeres, pero también se muestra en la novela su carácter manipulador, intrigante, vengativo.

-El libro muestra una Cataluña en declive, llena de luchas internas, que los Reyes han desatendido.

-Ya se sabe que la novela histórica indaga en el pasado y así ayuda a conocer mejor el presente. Muchos de los problemas que hoy tenemos, el catalán entre ellos, se originan en esta etapa. Si uno se pone a investigar quién se beneficiaba de la muerte de Fernando, salen muchos candidatos y candidatas. Cataluña vive un momento de declive, una decadencia que se aprecia en el puerto de Barcelona, que ha perdido su pujanza. Castilla ha adquirido todo el protagonismo, y además hay un conflicto entre señores y campesinos que el rey ha intentado resolver por un arbitraje y que ha generado un gran descontento.

-Entre los rasgos de los personajes, quizás sorprenda esa libertad con la que Catalina de Dalt concibe el sexo y se entrega a él. ¿Eso era posible en esa época?

-Pero porque Catalina es una mujer que ha tenido privilegios y quiere conservarlos; es alguien independiente, amoral, cuya falta de escrúpulos la lleva a hacer lo que sea, a usar sus armas de mujer y las armas en sentido literal, para conseguir su propósito. Curiosamente, muchas lectoras muestran su simpatía hacia Catalina. He querido que las situaciones históricas se reflejaran en las protagonistas; si no haces personajes creíbles y potentes no hay novela. Sara, la otra narradora, encarna la expulsión de los judíos, una expulsión que le exige la Iglesia a Isabel la Católica y que ella acepta porque sabe que no hay unidad política si no hay unidad religiosa. Aunque con esa decisión la reina esté sacrificando a una parte importante de la población, la que paga más impuestos, en la que están los mayores expertos financieros.

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