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teresa gómez. poeta

"La poesía no son sólo recursos estilísticos, es emoción y mirada"

  • La autora granadina, compañera de generación de Ángeles Mora y Javier Egea, reúne sus versos por primera vez en el libro 'La espalda de la violinista'

La autora granadina pertenece a la generación de poetas de la otra sentimentalidad, a la que pertecene Javier Egea.

La autora granadina pertenece a la generación de poetas de la otra sentimentalidad, a la que pertecene Javier Egea. / fundación josé manuel lara

Como un tesoro escondido en las profundidas del mar, Teresa Gómez (Granada, 1960) brilla cuando se la descubre. No es fácil. No había publicado nada suyo desde que empezó a escribir allá por los años 80 mientras cursaba Filolofía Hispánica en una ciudad en plena ebullición artística -y con el bar cultural La Tertulia recién abierto-. Compañera de generación de Ángeles Mora, Javier Egea, Luis García Montero y Álvaro Salvador, representantes de la corriente poética de la otra sentimentalidad -que luego mutó en la poesía de la experiencia- que tiene como padre ideológico a Juan Carlos Rodríguez, Teresa Gómez ha exhibido su trabajo -entre ellos poemas de Plaza de abastos, un primer libro que no vio la luz nunca- en revistas, antologías y plaquettes difíciles de hallar. Ahora, se lanza a la aventura editorial con Laespalda de la violinista (Fundación José Manuel Lara, 2018), un pulcro poemario con la música y el amor hacia el otro como protagonistas absolutos. Su ritmo despampanante y atmósfera sensual llevará al lector por senderos próximos al mar y lo que éste conlleva: naufragios sentimentales y bellos paisajes.

-En el prólogo, escrito por Ángeles Mora, cuenta que el poemario nació viendo tocar a la violinista Viktoria Mullova. ¿Cómo se trabaja la inspiración?

-La inspiración no es otra cosa que la mirada. Es mirar a tu alrededor y tener esa intencionalidad de que lo que veas se convierta en material poético. Es también saber poner una distancia a las cosas que estás mirando para reflexionar y servirte de ello para un poema.

-¿Cómo se va formando esa mirada?

-El poeta, como cualquier otra persona con un oficio en la vida, tiene una técnica y vive en un periodo de formación constante. Trabajo la mirada leyendo a los clásicos y a los contemporáneos, escuchando, estudiando, trabajando y escribiendo sobre todo. Cuando alguien me dice que se quiere dedicar a esto, le digo que lea antes de que escriba. Primero hay que leer muchísimo y guardar todo lo que escribas en un cajón.

-Usted ha guardado sus versos durante mucho tiempo.

-[Ríe] No hace falta guardarlo durante tanto tiempo. Lo que uno no puede pensar es que es poeta porque un día le han salido unos versos bonitos. Tanto poeta, como novelista, como cualquier otra profesión, exige un periodo de formación y de reflexión sobre ello. Hay que aprender de tus maestros.

-Joan Margarit me dijo en una entrevista que "a veces los mejores maestros son los que no se estudian", los que viven ajenos al entorno poético.

-Mis maestros a nivel lírico han sido los poetas árabes pasando por los poetas de este momento hasta los miembros de las generación del 50 y del 27. De ellos aprendí el ritmo, las imágenes, los recursos estilísticos. Pero la poesía no son sólo recursos estilísticos, también es emoción y mirada. Chema [pareja de la autora], mi familia, mis amigos, los escritores rusos, que para mí son fundamentales y los sigo leyendo.

-¿Ve lo mismo una mujer que un hombre poeta?

-Mi mirada es una mirada de mujer porque lo soy. Mi mirada es la del ser humano.

-Cuando empezó estaban Montero, Egea y Salvador, tres hombres, al mando de la otra sentimentalidad. ¿Cómo era ser mujer poeta en ese momento?

-Cuando era pequeñita y tenía ganas de ser escritora no había referente poéticos mujeres. En el instituto sólo estudié a una, Rosalía de Castro. Por supuesto que para una niña en aquel momento el no tener referentes poéticos femeninos era un problema. Pensaba: "Me gustaría ser poeta, pero no hay mujeres poetas".

-En ese momento no conocía a Ernestina de Champourcín, Gloria Fuertes, Ida Vitale, Gabriela Mistral, Clara Janés…

-No conocía a nadie, aparte de De Castro. Hoy día ha cambiado muchísimo. Todavía hay que seguir luchando para que la voz de las mujeres se escuche. Simplemente para tener la opción de conocer no sólo una sólo mirada poética, sino varias.

-Claro, pero para que las conozcan las tienen que premiar. El otro día descubrí un dato escalofriante en una entrevista a Elena Medel. Un estudio ha relevado que entre 1923 y 2016 el 82% de galardones de poesía se han concedido a hombres.

-Sería maravilloso que no hubiera lecturas de mujeres poetas. Es tan evidente que queremos escuchar a hombres y mujeres poetas. Cuando vas a una lectura de poesía lo normal es que haya una o ninguna mujer. Por eso se tienen que llevar a cabo acciones reivindicativas.

-A mí el otro día Gracia Morales me lo dejaba claro: que haya una mujer es para cumplir con el cupo, digamos.

-Aunque sea para cubrir el cupo, quiero que haya mujeres.

-Volviendo al poemario La espalda de la violinista, ¿le inspira más una canción o unos versos bien recitados?

-Al principio, cuando uno se está adentrando en el mundo de la poesía, es importante que uno llegue hasta ella a través de los cantautores. A Paco Ibáñez, Serrat y Amancio Prada les agradezco su aportación a mi formación poética. Una vez que eres un lector voraz, como mejor llega la poesía es a través del poema sin música, sin florituras. Me gustan los recitales limpios, sin música de fondo.

-Sin ninguna necesidad de que sea una performance.

-Exactamente. A veces parece que un poema no es suficiente por sí mismo y se le acompaña con música, imágenes. Es respetable, pero un buen poema se defiende solo.

-¿Hasta qué punto es complicado encontrar la coma, ese silencio, que le da sentido a todo el poema?

-Depende. Cada poema tiene su vida propia.

-En el caso de los suyos en esta recopilación publicada por la Fundación Lara, el mar y sus derivados es una constante, algo así como su luna de Lorca.

-Sí, residí en Almería varios años y eso me dejó huella. Sin embargo, mientras vivía allí no había ni un sola cala que me inspirara. Respecto a Lorca, sí, la comparación es buena, y debería de subrayar que es uno de mis autores imprescindibles. Al principio, cuando empezaba, no paraba de copiarlo. Bueno, todos empezamos copiándolo, pero luego hay que seguir hacia delante.

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