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Sin tiempo para el adiós | Crítica

Devorados por la Historia

  • Mercedes Monmany dedica un apasionante ensayo narrativo a los exiliados y emigrados en la literatura europea del siglo XX

La traductora, ensayista y crítica Mercedes Monmany.

La traductora, ensayista y crítica Mercedes Monmany. / Adrián Vázquez

Vinculada a la guerra, la persecución o el ostracismo, la figura del exiliado político se remonta a la Antigüedad y ha dejado multitud de testimonios a lo largo de la Historia, pero nunca estuvo tan extendida como en el convulso siglo XX, cuando la magnitud de los conflictos y la sistemática violencia de las ideologías totalitarias multiplicaron el número de refugiados y apátridas hasta cifras sin precedentes. Entre ellos hubo una alta representación de escritores e intelectuales que en la era del adoctrinamiento y la propaganda de masas se vieron obligados a abandonar sus países de origen para salvaguardar la independencia o la propia vida. La experiencia del destierro constituye por ello uno de los motivos recurrentes en el imaginario de la centuria, marcada por el ascenso y caída de los fascismos y la larga dominación soviética. El odio, el fanatismo y el letal ensueño de sociedades homogéneas, sin espacio para la diversidad o la disidencia, produjeron legiones de desarraigados y miles de páginas referidas a la materia –la materia del exilio– que documentan o reflejan el drama de los protagonistas.

Los escritores exiliados recrearon la distancia física y emocional de sus comunidades de procedencia

Después de Por las fronteras de Europa (2015), donde trazaba una monumental cartografía de las literaturas europeas contemporáneas, fruto de muchos años de fecunda dedicación a la crítica, y de Ya sabes que volveré (2017), que recoge el trágico itinerario de tres escritoras asesinadas en Auschwitz, Irène Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum, Mercedes Monmany evoca en Sin tiempo para el adiós –publicado como los anteriores por Galaxia Gutenberg– la trayectoria de decenas de autores que vivieron en propia carne y recrearon en su obra la distancia física y emocional de sus comunidades de procedencia, el extrañamiento, la nostalgia, el desdén o el completo rechazo. Dividido en treinta y nueve capítulos que llevan en sus títulos los nombres de otros tantos escritores, aunque al hilo de sus semblanzas se recogen muchas otras, el libro asume la forma de un apasionante ensayo narrativo sin preámbulos ni conclusiones, al modo de una película que mostrara en sucesivos planos el vasto e ineludible panorama de la literatura extraterritorial, en la que confluyen los huidos de las dictaduras y los emigrados por distintas razones, en su mayor parte políticas.

Unas vidas llevan a otras en recorridos perfectamente contextualizados

Entre el final de la Gran Guerra, con la disolución del Imperio austrohúngaro, y la disolución de la URSS y las repúblicas satélites, el corto siglo XX puede contarse a través de los integrantes de la Europa peregrina, en la que tuvieron especial significación los miembros de la comunidad judía, los procedentes de las naciones ocupadas por los nazis y los huidos del bloque soviético, pero Monmany también aborda los exilios derivados de la Guerra Civil española, la expulsión de los griegos de Asia Menor o los conflictos balcánicos. Junto a nombres muy conocidos y celebrados, Klaus y Thomas Mann, Robert Musil, Hermann Broch, Stefan Zweig o Joseph Roth, por citar sólo ahora a unos pocos del ámbito germánico, figuran otros menos frecuentados pero asimismo significativos como Kurt Tucholsky, Ödön von Horváth, Siegfried Kracauer o Alfred Döblin. Unas vidas llevan a otras en recorridos perfectamente contextualizados.

La atención a la obra es inseparable del interés por la biografía de los autores

La mirada abarcadora de Monmany parte de su admirable familiaridad con las tradiciones literarias del continente, realzada por una prosa elegante que combina el pulso narrativo, la capacidad de síntesis y la atención al detalle. Abundan los nombres propios y las referencias bibliográficas, un muy valioso arsenal de pistas, pero la suya es una erudición cálida, nada apabullante, característica de una escritura en la que el rigor no excluye la sensibilidad y la atención a la obra es inseparable del interés por la personalidad y la biografía de los autores. Entre el horror y la errancia, los "devorados por la Historia", como los llamó María Zambrano, transmiten una enseñanza conmovedora y perdurable, pues siguen alertando del peligro asociado a los viejos demonios de la ideología, la nación o la raza. Trabajos como el de Monmany no sólo enriquecen nuestro conocimiento del periodo, sino que adquieren, tanto más en estos tiempos de renovada fiebre identitaria, un profundo sentido ético.

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