Sevilla-Alavés

En la Bienal, ¡taconea! (2-1)

  • El Sevilla completa el pleno de triunfos en el Ramón Sánchez-Pizjuán con dos detalles artísticos ante el Alavés Ben Yedder marca los goles, el segundo de ellos espectacular

El Sevilla sumó su cuarto triunfo consecutivo en el Ramón Sánchez-Pizjuán, el quinto si se le suma el partido ante el Lyon en la Liga de Campeones, y lo hizo a través de una vía de lo más estética. Cuando la Bienal de flamenco está dando ya sus últimos coletazos en la ciudad, los blancos eligieron el camino del taconeo, eso que ahora los snobs llaman taco y que en el fútbol ha sido toda la vida un taconazo. Así abrió el camino ante el Alavés el brasileño Ganso, con un espectacular pase atrás al hueco para que Ben Yedder subiera al marcador el primer gol y lo cerró de manera no menos soberbia el propio delantero francés con un prodigio de estética en el minuto 90 para poner el broche que se merecía a la gran jugada de Vitolo por la banda izquierda. Ben Yedder tocó el balón con sutileza con el tacón de su pie izquierdo y la pelota se introdujo con fuerza en la portería de Pacheco por debajo de las piernas del sobrio guardameta del Alavés.

El Sevilla había sacado adelante un complicado duelo, uno de esos partidos sin mucho glamour pero en los que cuestan un mundo acabar con la sonrisa en la cara. Y el primero que era consciente de ello era el defensor del juego amateur, del ataque sin desmayo, el argentino Jorge Sampaoli. ¿Y por qué es tan complicado derrotar en este tramo de la Liga a un Alavés recién ascendido y cargado de futbolistas con escaso pedigrí al máximo nivel? La pregunta se podría trasladar a cualquier responsable del Atlético de Madrid o del Barcelona, incluso del propio Valencia por mucho que al final acabara con los tres puntos. La razón, sin duda, está en el orden para defender, para no caer nunca en los engaños del rival y mantener a cinco hombres de manera casi permanente por delante de Pacheco con la inestimable ayuda de Marcos Llorente por delante de ellos. Pero al Sevilla, además, se le añadía un segundo enemigo que tendría casi más trascendencia en el transcurrir del partido y es el fortísimo calor que cae sobre esta ciudad a las cuatro y cuarto de la tarde cuando aún no se ha despedido del todo el verano.

Claro que es verdad que el calor era para los dos, que también le afectaba al Alavés de la misma forma e incluso a un árbitro como Mateu Lahoz que no pudo acabar el litigio cuando presume de una gran forma física. Hasta ahí se llega, pero no es lo mismo recorrer kilómetros buscando las vías de acceso hacia la portería de Pacheco en este caso que estar parapetados delante de él y dedicarse la mayor parte del tiempo a defender a la espera de cazar algún contragolpe productivo. Ésa, sin duda, es una diferencia que tiene trascendencia en el análisis.

Además, Sampaoli, como la mayoría de los sevillistas, debió acabar tan satisfecho en el partido del pasado martes contra el Lyon que optó por no refrescar absolutamente nada al once titular. Nada que objetar a la decisión del entrenador argentino con la salvedad de que el mejor juego llegó cuando Franco Vázquez ya había abandonado el campo y había salido en su lugar Iborra para apoyar a N'Zonzi en la tarea más desagradable. Pero el técnico aparenta ser un hombre terco a la hora de defender su idea, la idea suprema, y apostó otra vez por Franco Vázquez por detrás de la pareja de delanteros conformada por Ben Yedder y por Vietto.

Eso sí, en los primeros lances, apenas tres minutos, se atisbaba un cambio táctico, pues N'Zonzi se incrustó entre la pareja de centrales y era Nasri quien acudía a ocupar la posición de medio centro para acarrear desde ahí los balones hacia las zonas más avanzadas. Pero eso duró muy poco, ya que el gigante francés dio un paso hacia delante pronto y el esquema ya fue el mismo de los anteriores encuentros.

Con semejante disposición, el Sevilla fue muy parecido al que arrancó frente al Lyon. Lo hizo incluso hasta en el minuto en el que recibió el primer susto serio por parte del rival, ya que el Alavés pudo ponerse por delante en el minuto 11 en una ocasión clarísima para batir a Sergio Rico. Édgar partió en una posición muy dudosa, por no decir que fue fuera de juego, y tuvo tiempo para pensar varias opciones, incluida una que era pasársela a un compañero que llegaba en solitario, pero eligió superar a Sergio Rico, que había salido a tapar con todo, por el palo más cercano. Afortunadamente para los intereses sevillistas, estrelló el balón en el poste con todo a favor.

El Sevilla no dio un paso atrás por ello, pero sí corrió mucho menos riesgos a la hora de perder el balón, consciente de que cualquier distracción le podía costar muy cara. Y la pelota circulaba de un sitio para otro, siempre en poder de los futbolistas de Sampaoli, pero faltaba algo en todo momento. Desmarques, riesgos, velocidad, cualquiera de las variables que implica la posibilidad de entregarle el esférico al adversario. Salvo una ocasión de Nasri, apenas hubo más antes del intermedio.

Como el día del Lyon, como otros días con Sampaoli, el primer periodo no había servido para casi nada. Después sí le metería una marcha más al juego el Sevilla y comenzó a acumular opciones de gol, pero parecía que las lesiones musculares de Nasri y Vietto provocarían un nuevo parón. Entonces surgió el chispazo artista de Ganso con el tacón y ya pareció que estaba el trabajo hecho para los locales. Craso error, el Alavés llegó a empatar y todo parecía destinado a la primera decepción casera. Pero este Sevilla, aunque cambie de elementos, sigue con el espíritu combativo muy alto. Dicen que nunca se rinde, sí, y lo hace con calidad, con un taconazo soberbio de Ben Yedder para darle brillantez a ese espíritu indómito. Cuatro de cuatro, 12 de 12, en casa; casi nada.

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