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¿Borrón de buen escribano?

  • Míchel paga con la derrota y la despersonalización del equipo la renuncia a su ideario táctico, que fue mejorando con soluciones válidas como darle a Trochowski la huérfana banda izquierda.

De golpe y porrazo, Míchel se encargó el mismo de deshacer lo que había ido moldeando. Hay que tomarlo como una extraña salida de tono, como el borrón que todo buen amanuense puede tener. El madrileño había dotado de un sello al Sevilla, lo había hecho reconocible dándole personalidad con un esquema de juego y una filosofía que se plasmaba en el campo gracias a, como él mismo reconocía, la actitud con la que sus jugadores recogían el mensaje. Hasta tal punto esto fue así que el sevillismo se había reenganchado a su equipo, como evidenció el talante orgulloso con que se tomó la hiriente derrota ante el Barcelona. Sin embargo, en Vigo, el madrileño adoleció de falta de reflejos. No supo reaccionar a las bajas de hombres clave y desdibujó a su Sevilla, renunció a su ideario táctico y lo pagó con la derrota.

Igual que recogió elogios tras los éxitos con humildad y los repartió con sus jugadores, Míchel debe realizar acto de contrición y reconocer que se equivocó con el planteamiento ante el Celta. Quiso reaccionar en el descanso, al quitar a uno de los dos delanteros centro, Babá, para ubicar a Reyes en la mediapunta, pero no fue suficiente. El mismo entrenador que anunció el verano que su apuesta básica sería el 4-3-3, dándole prioridad al centro del campo, resucitó el viejo fantasma de los dos delanteros centro, algo de lo que él no había abusado desde su llegada en febrero de este año. Es más, únicamente el pasado 8 de abril, y después de una mala racha, puso de titular a Kanoute junto a Negredo, con Jesús Navas y Reyes como compañeros de ataque. El Sevilla ganó, sufriendo, pero ganó, gracias a los goles de Medel y Trochowski.

Nunca más fue exitoso este esquema con Míchel, que lo intentó en San Mamés, con las mismas piezas, y lo pagó con derrota (1-0). En Vigo, ante las bajas de Medel, Rakitic y Trochowski, dejó a medio camino el lógico recambio de piezas. Metió a dos jóvenes centrocampistas, Campaña y Kondogbia, pero sorprendió al dejar en banda el flanco izquierdo y situar a Babá como presunto enganche, sólo presunto, porque en realidad el senegalés jamás encontró el sitio. Fue la segunda titularidad del delantero desde que está en Sevilla, la otra acaeció el 3 de marzo, ante el Atlético: relevó al ausente Negredo como nueve y marcó el gol del empate. Sólo tras la lesión de Reyes (minuto 36) en Málaga la pasada Liga jugó un partido Babá con Negredo. Fue el penúltimo de Marcelino y el Sevilla perdió tras un desastroso encuentro.

Míchel había ido moldeando su apuesta por el 4-3-3 (o 4-1-4-1) mejorándolo con la entrada de Maduro desde Vallecas. Antes, en Granada, demostró reflejos al situar a Trochowski en la izquierda tras la expulsión de Diego López y la sustitución obligada de Reyes por Palop. El equipo respondió como tal, como un colectivo comprometido y férreo, y salió reforzado con un empate en inferioridad. El nuevo Sevilla se consagró ante el Real Madrid y se confirmó en Riazor. La solución de Trochowski en la huérfana banda izquierda, otro problema por arreglar, culminó el proceso de acorazamiento desde la medular y a punto estuvo de glorificarse ante el Barça. Mateu Lahoz, el infortunio y las erróneas soluciones de Míchel deshicieron lo que tan buen resultado estaba dando. Ahora, el largo parón debe servir para la reconstrucción.

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