Getafe -sevilla · El otro partido.

Emery se tomó en serio el mal bajío del Coliseum

  • La apuesta del entrenador por Carriço y Figueiras es castigada con un empate que frustra la ocasión de presionar al Villarreal. Getafe vuelve a cruzarse negativamente en el camino.

Unai Emery debutó en Liga con el Sevilla en el Coliseum Alfonso Pérez Muñoz. Fue el 19 de enero de 2013, tres días después de estrenarse en La Romareda con un empate sin goles en la ida de los cuartos de final de la Copa. El entrenador sevillista afrontaba el primer partido de la segunda vuelta en sustitución de Míchel y ya aquel día conoció de primera mano cómo se las gasta el Getafe cada vez que se mide al Sevilla, que en doce visitas ligueras sólo ha logrado un triunfo. Reyes adelantó al equipo rojo, pero el viento jugó una mala pasada a Palop y Adrián Colunga igualó con una falta lejanísima que se envenenó. Siempre pasa algo en este estadio tan desangelado que invita al fútbol destemplado. El listado de frustraciones al sur de Madrid es amplio. Y la de anoche suena a mal bajío.

Resulta inexplicable que un equipo que tiene la ilusión de arrebatarle la cuarta posición al Villarreal se tirara de cabeza al callejón, usando el símil taurino, para dejar un sabor a hiel peor incluso que el de Vallecas hace dos semanas. El triunfo de Las Palmas en El Madrigal había puesto la pelota flojita y botando para que el Sevilla rematara la faena con un triunfo que debía dejar en seis puntos la distancia con el equipo de Marcelino, lo que habría convertido el partido del próximo domingo en una auténtica final de vivísima emoción. Pero entre el mal planteamiento del entrenador y el infortunio que suele aparecer en este campo todo quedó en un justo empate, vistos los méritos de cada cual.

Fue un jarro de agua helada a la trayectoria liguera del Sevilla. Emery se tomó en serio el mal bajío y contribuyó a que volviera a aparecer la mala sombra que siempre acompañó a los nervionenses en Getafe. La necesidad de refrescar a un equipo que se mantiene vivo en tantos frentes lo impelió a tirar de Carriço y Figueiras. Y ambos lastraron el juego. El primero condicionó negativamente la estructura del equipo y el juego de N'Zonzi y Banega. El segundo lo obligó a realizar un primer cambio que se podría haber ahorrado, porque Figueiras, sin ritmo ni sitio, ni defendió ni atacó.

La primera vez que el Sevilla jugó en este estadio tan pésimamente iluminado que ocasiona sombras como de otro tiempo fue en la campaña 04-05. Muchos sevillistas aún recuerdan el gol que falló Renato en aquel estreno en Primera División, que podría haber torcido el destino de aquel curso, para bien o para mal. El Sevilla se dejó adelantar por el eterno rival en el sprint final y cambió la Champions por la UEFA, con el resultado a la larga ya conocido. Desde entonces, una frustración tras otra salvo aquel triunfo con goles de Luis Fabiano y De Mul en 2008.

Los partidos en el Coliseum son desabridos, destemplados, descontrolados, feos... El Getafe se jugaba muchísimo y desordenó el poco fútbol que podía brotar de las botas de N'Zonzi o Banega. El césped tampoco estaba para bordarlo. Pero el mal estaba parido desde la elección de los futbolistas. Carriço descentró al medio francés, cuya línea ascendente quedó frenada entre los problemas de ubicación de su compañero de línea y ese codazo involuntario a Álvaro Vázquez que lo terminó echando del partido, porque hubo de acudir a apagar demasiados fuegos. Y Emery remató el mal planteamiento quitando a Banega tras el 0-1. Se perdió con él la única opción de amarrar el balón, el partido, el control, el triunfo... la cuarta plaza.

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