Getafe-sevilla

Sin control no hay fútbol (1-1)

  • El Sevilla no es capaz de sacar el partido de la locura ni tras adelantarse con mucho trabajo a diez minutos del final. Los de Emery nunca tuvieron el mando ante un Getafe intenso nada más

Como en Vallecas, por citar una mañana reciente que acabó dándole el domingo al sevillismo, el equipo de Unai Emery volvió a poner de los nervios a su santa parroquia en un partido que estuvo cerca de ganarlo, como de perderlo y que -a Dios gracias- acabó empatándolo. Porque en fútbol cuando no se tiene el control de la situación, la situación te supera. Podrá discutirse, a toro pasado, claro, la alineación, que habrá que discutirla; podrán discutirse los cambios, que habrá que discutirlos también, pero sobre todo habrá que analizar profundamente por qué este equipo es incapaz de tener jamás un partido controlado fuera de casa. Si ir ganando por 0-2 en la primera mitad nunca debe dar lugar a que un equipo como el Rayo Vallecano por muy Jémez que sea el entrenador de turno (póngale cada cual el adjetivo figurado que desee en el apellido) acabe subiéndose a las barbas, sólo tener que aguantar diez minutos para rentabilizar un gol que tanto trabajito costó subir al marcador ante un rival que lleva dos meses perdiendo debe ser contabilizado como un pecado mucho mayor.

Pero se dieron las circunstancias que los sevillistas más pesimistas temían. Pesimistas o entrenados para el sufrimiento por demasiadas cosas como éstas. Porque era la oportunidad. Unas horas antes el Villarreal había perdido en su estadio ante Las Palmas y podía presentarse el próximo domingo a tiro de que los blancos se quedaran a tres si se hacían fuertes como hasta ahora lo han hecho en casa. Pero para ello había que acabar con el mal fario a domicilio, el mal fario o lo que fuese, porque al fin y al cabo se trata de ser mejor que el contrario. Y en eso no las tenía todas consigo el sevillismo.

Su equipo le dio la razón, aunque fue todo más doloroso por la forma en que se produjo. El Sevilla nunca controló la situación, es cierto. Los de Emery no debieron permitir que el partido se volviera loco prácticamente desde el minuto uno, pero mucho menos después de que Banega coronara un partido para enmarcarlo con una falta a la escuadra. Sólo diez minutos y ya... no había más que apretar los dientes, tener el balón y manejar los tiempos del juego. Pero el argentino salió del campo justo tras abrazarse con sus compañeros para celebrar el 0-1 sustituido por su entrenador, que había optado minutos antes por sacar también a N'Zonzi temiendo una segunda tarjeta amarilla que es verdad que había rozado en dos ocasiones y el francés ya se sabe que cae con facilidad en la trampa, pero el Sevilla se encontró sin futbolistas en el centro del campo para dar pausa a aquello. Bastaba con tener el balón, llevarlo, conducirlo... Se suponía que Krohn-Dehli podía bastarse solo, pero el danés salió a muy pocas revoluciones, tan pocas que hasta el balón del gol del empate del Getafe le rebotó en el cuerpo sin que siquiera le diera tiempo a reaccionar. El gol de Velázquez sólo cinco minutos después de que el Getafe sacara de centro tras el 0-1 por no deber, no debió ni ser el embrión que empezó a gestarse en ese balón fácil perdido, ese centro que no debió sacar Pedro León, ese córner...

Cuando se consumó el desastre las lamentaciones por todo lo ocurrido -y lo no ocurrido- antes provocaban una indignación supina en el sufridor sevillista. Dejar pasar un primer tiempo entero, no mandar nunca de verdad, dejarse amedrentar por la simple intensidad de los azules...

Quizá todo hubiera sido distinto si Vitolo hubiera acertado en la mejor ocasión de la noche. O no. Con sólo nueve minutos de partido en marcha, el canario no superó a Guaita en una asistencia celestial de Banega y eso acabaría tomándoselo el Getafe como una señal de los dioses. Yoda convirtió la banda derecha en la que debía defender -o lo que fuera- Diogo Figueiras en una autopista. El portugués demostró en su primera titularidad tras su regreso que suma menos para el equipo todavía que cuando se fue. Con dos laterales por aquel lado, hasta Banega tuvo que tapar ese hueco un par de veces en una noche en la que tuvo que moverse por todo el campo ante la falta preocupante de ritmo de futbolistas que ocupan un espacio desde el que se ganan o se pierden los partidos. Carriço, muy limitado en recorrido, nunca jugó de cara, nunca mandó y nunca fue capaz de controlar la situación. El fútbol es situación, es control y es mando. Y nada de eso tuvo el Sevilla el día que parecía que iba a ganar su primer partido fuera de casa. Tampoco...

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