El Mundial 2010 ha quedado oficialmente inaugurado este viernes con una fiesta rebosante de espíritu africano, pero también opacada por la tristeza de la tragedia familiar sufrida por el hombre símbolo de la nación del arco iris, Nelson Mandela.
La ceremonia previa al choque entre Sudáfrica-México no contó con la presencia de Madiba, golpeado por la muerte de su bisnieta Zenani, de 13 años, ocurrida en un accidente de carretera en la madrugada de cuando regresaba del concierto musical previo al Mundial.
La fiesta arrancó a las dos de la tarde, con unos aviones de combate surcando el cielo y una cuenta regresiva que fue seguida por un estallido de gritos y un video que mostró imágenes de la Sudáfrica contemporánea, la nación del arco iris entrado el siglo XXI.
La ceremonia buscó en todo momento reflejar el espíritu africano a través de la recreación de monumentos, danzas y canciones, de tribus originales y de los otros cinco participantes del continente negro en el Mundial: Argelia, Camerún, Costa de Marfil, Ghana y Nigeria.
Astros de la canción africana, como el nigeriano Feni Kuti, el vocalista sudafricano Timothy Moloi o el argelino Khaled también sumaron su aporte.
Los números artísticos se fueron sucediendo, y a diferencia de los últimos Mundiales -y especialmente Juegos Olímpicos- no estuvieron impregnados de tecnología de punta, sino que fueron un dechado de sencillez y colorido, lo cual subrayó el espíritu del continente.
La voz de R. Kelly entonó la canción Señal de Victoria acompañada por un grupo de cantantes gospel de Soweto, que deleitaron a los espectadores que lentamente fueron colmando el estadio.
Entonces llegó uno de los momentos más emotivos en el estadio situado en el barrio de Soweto, cuando quedaron expuestas sobre el campo las banderas de las 32 naciones participantes, agrupadas en las seis confederaciones miembro de la FIFA, y circundadas por las banderas de las 176 asociaciones que se quedaron fuera del Mundial.
La escena se llamó The World United (El Mundo Unido) y en el centro del campo, jirafas de madera con los colores de las seis naciones africanas presentes en el Mundial se erigían como símbolo de la primera Copa del Mundo sobre el suelo del continente.
Luego estallaron los fuegos artificiales y los aviones volvieron a pasar sobre el Soccer City, dando fin a una ceremonia sencilla y corta, de apenas media hora de duración pero que contó con 1.581 personas en escena.
Mientras el escenario se desarmaba, volvieron a atronar las ruidosas vuvuzelas, a la espera de la llegada de la hora de la verdad, la hora del fútbol.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios