Deportivo-Sevilla

Gol de Emery en Riazor (3-4)

  • El Sevilla acaba con su mala racha como forastero en la Liga al imponer su calidad ante el Deportivo Los nervionenses remontan con un tanto de laboratorio y después frivolizan

Unai Emery hace tiempo que dejó de jugar al fútbol a pesar de que esta semana mostraba en las redes sociales una foto de su época de pubertad en la Real Sociedad. Sin embargo, ayer se le podría anotar un gol en su casillero, concretamente el que sirvió para darle la vuelta al marcador en Riazor y, de paso, encauzar el retorno del Sevilla a la senda de las victorias como forastero en un partido de Liga. Fue la jugada tantas veces ensayada y no menos ocasiones desarrollada. Krychowiak se vino al centro de la defensa para distribuir desde ahí en la búsqueda de dos centrales abiertos y posteriormente de los laterales, ya en posiciones de ataque. El polaco eligió el costado derecho para la apertura y allí fluyó la jugada a través de Pareja, quien se la puso por delante a Figueiras, ya muy cerca del área rival. El portugués fue el antepenúltimo eslabón, pues conectó con Aleix Vidal en corto, ya metido en el pico del área, y éste se encargo de servir la pelota atrás para que Vitolo enganchara en llegada en busca del contrapié del guardameta. Gol de entrenador.

Era el uno a dos para el Sevilla y habían contactado con el balón un total de cinco futbolistas, justo la mitad de los hombres de campo, pero seguro que Emery y su cuerpo técnico disfrutarían en la soledad del banquillo con un gol que sintetiza a la perfección el trabajo que se desarrolla un día, otro y otro en la ciudad deportiva de la Carretera de Utrera. Sin duda alguna, es la satisfacción máxima en el transcurrir de un partido de fútbol. Pero, y aquí llega el contrapunto, también ese trabajo debe servir, al menos desde el punto de vista de atacar la psique del futbolista, para evitar que éstos frivolicen tanto en un terreno de juego.

Porque el Sevilla truncó, afortunadamente para él y para sus seguidores, la mala racha como forastero, pero igual que lo hizo se podía haber marchado de Riazor con una sensación casi idéntica de la que lo lacerara hace un par de semanas en Anoeta. Como entonces, la superioridad de los visitantes era tan evidente que resulta complicado de entender que no se contabilizara una goleada de escándalo en la soleada tarde que se vivió en La Coruña. Menos mal que esta vez fue 3-4 lo que registró el marcador y no el 4-3, pues de lo contrario cabría incluso un juicio muchísimo más severo contra la persona de futbolistas como Figueiras u otros.

El lateral portugués tal vez pueda ponerle el nombre propio al partido para sintetizar el relato global de esta crónica. No se puede jugar a no se sabe qué en un partido de fútbol del máximo nivel y Figueiras lo hizo para poner en riesgo el trabajo del resto de sus compañeros. Y esto no quiere decir que el partido global del lateral fuera malo, en absoluto, es una referencia concreta a la jugada en la que Gameiro lo dejó absolutamente solo delante de Fabrizio después de una contra de libro. El toque no pudo ser más frívolo cuando lo tenía absolutamente todo a favor para haber anotado el uno a cuatro.

Y la prueba de todo lo que se está narrando llega cuando sólo dos minutos después, una acción precisamente por la banda de Figueiras se convirtió en el dos a tres tras rematar Oriol Riera con todo a favor en el área pequeña. Se había pasado de un 1-4 ya incontestable a que todos los sevillistas recordaran de inmediato el final del partido en Anoeta y todo por una acción de inmadurez en esa jugada concreta. El Sevilla, sin embargo, había aprendido ya de sus errores y entendió que debía seguir atacando como mejor método para defenderse y en otro contragolpe similar al errado por Figueiras, fue el propio Sidnei el que se encargó de hacerle el favor de firmar la sentencia para los suyos.

Es el relato de la fase culminante de este Deportivo-Sevilla, pero cabe también situar las cosas en un partido al que Emery, como había apuntado en las vísperas, le dio toda la seriedad que se merecía. Nada de guardarse una bala para Villarreal, todo el arsenal lo puso en el césped, incluido un Pareja que volvía a acabar tocado en su musculatura. Y a partir de ahí era Banega quien se encargaba de dirigir la orquesta con mucha clase y con una clara tendencia de salida a buscar la banda derecha, donde Aleix Vidal y, sobre todo, Figueiras trataban de hallarle las espaldas a Luisinho una y otra vez.

Era la primera estrategia, pero al Sevilla siempre le faltó algo en ese primer tramo. Cuando no era un último pase preciso era el auxiliar del horrible Teixeira quien ejercía de líbero del Deportivo con algunos fueras de juego que privaron a los forasteros de hacer mucho más daño. El problema de no hacer sangre cuando surgen las ocasiones es que sea el rival quien acierte y el Deportivo lo hizo a través de Oriol Riera después de dos intentos de Lucas.

El contratiempo del uno a cero se convertiría en algo positivo para un Sevilla que entonces sí reaccionó para jugar mucho más en serio. Tanto que una gran pared entre Vitolo y Bacca era culminada por el canario para firmar el empate. El Sevilla se sentía a gusto con los espacios que le otorgaba el Deportivo y raro fue que antes del descanso no tuviera otra opción tan clara como la de la igualada.

Tras el intermedio, fue el Deportivo el que apretó fuerte, pero el método ya estaba trazado y ahí llegó el gol de Unai Emery en una excelente salida colectiva culminada por Vitolo. Con 1-2 y el posterior 1-3 de Gameiro al transformar un penalti lo normal hubiera sido una goleada a favor de los nervionenses, pero entonces llegaron esas frivolidades que pudieron poner el premio en peligro. Fue evidente que con el peligro del 2-3 sí jugaran ya Mbia y compañía en serio para finiquitar. Aún quedaba alguna tontería más, pero el Sevilla había sido muy superior en Riazor. Sonrisa de nuevo como forastero y la constatación de que el trabajo diario sirve para ganar partidos.

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