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Nervión es el motor

Tratando de digerir los excesos de las fiestas, el fútbol se cuela en nuestros días recordándonos que todo sigue igual. Y en el último partido del año, el Sevilla quiere seguir ampliando su fortaleza como local una vez pasado el primer derbi. Porque se trata en estas fechas de evitar los empachos o, al menos, de tener arte para no llegar a la saturación. Los de Unai Emery ya tendrán tiempo de pensar en la Copa del Rey y en el eterno rival al que tampoco pudieron vencer en su última salida liguera, pues la visita del Espanyol empieza a subir enteros en importancia en la misma medida en que se recuerda que los nervionenses van a cerrar el año y van a cumplir la primera vuelta sin saber lo que es ganar fuera de casa.

Son los puntos del Ramón Sánchez-Pizjuán los que mantienen vivo a este equipo que aún no se ha despegado pese a todo de su objetivo. Aunque la última jornada no fue propicia porque sólo pudo sumar un punto en el campo del Betis y su referencia en la tabla, el Celta, volvió a meterse tres en el bolsillo, nadie se atreve a discutir que los de Emery a poco que aprieten van a estar ahí. Por eso, mientras no afinen la puntería a domicilio (que parece además que está siendo el principal pecado), los partidos en Nervión deben ser a muerte, a cara de perro. Los está sacando adelante más bien que mal, algunos más atascados que otros, pero con oficio, recursos y fe.

La última derrota en casa, precisamente ante el Celta, data ya del 20 de septiembre, hace más de tres meses, habiendo pasado por aquí palabras mayores como Barcelona, Real Madrid y Valencia -antes el Atlético de Simeone, que éste sí se llevó los puntos-, así que por la cabeza de los profesionales que visten de blanco y de negro en las medias en la última década no deben pasar imágenes ahora mismo ni de celebraciones navideñas, ni de derbis. Cada rival que meta su autobús en la calle ya rotulada como Sevilla Fútbol Club y que hace de medianera entre el Sánchez-Pizjuán y el Nervión Plaza llega planteando un montón de dificultades, cada uno a su manera, y la labor del cuerpo técnico que encabeza Unai Emery y de sus jugadores es ir desmontándolas una a una para que la mayor calidad técnica que se mide en el presupuesto y en las cuentas bancarias imponga su ley natural.

Hoy, para los que sigan pensando en el atracón de rivalidad sevillana que nos espera, llega a Nervión el último equipo que eliminó al Sevilla de la Copa del Rey cuando muchos aficionados ya hacían cuentas y celebraban que todos los grandes iban a pelear para llegar a la final por el otro lado del cuadro. Pero eso fue la edición pasada y ya se sabe lo que al final ocurrió, que Caicedo devolvió a la realidad a los soñadores. Es una ley no escrita del fútbol, pero extrapolable a todo lo humano. El Espanyol es un buen equipo, con un buen lateral izquierdo como Duarte, con una estrella en ciernes como Asensio y con un centro del campo que con Galca está intentando jugar más al fútbol. Un difícil examen, como fueron otros, para los discípulos del entrenador vasco.

Será, además, un contratiempo añadido la baja por sanción de Krychowiak, más o menos como jugar sin la centralita que abre y cierra todas las válvulas. El polaco, que vio en el derbi la quinta amarilla del primer ciclo, se pierde el primer partido esta temporada y pone a prueba el funcionamiento del equipo sin la pieza clave. Emery tiene varias opciones, desde darle la responsabilidad a una incógnita todavía como es Cristóforo, a reforzar la zona con músculo y juntar a Iborra, N'Zonzi y Krohn-Dehli.

Lo complica todo el hecho de que el rival de la Copa exija un sobreesfuerzo que quizá no iba a realizarse con otro adversario, pero de cualquier forma enero venía cargado igualmente y lo que ocupa ahora es ganar al Espanyol para apretarse todo lo posible con los puestos de arriba.

Y eso debe ser con la ayuda de la afición en un escenario que ahora mismo es el único motor de este Sevilla. Agarrarse a la fortaleza en casa y a la atmósfera que se genera en el recinto adecentado de rojo pasión es lo que salva al equipo de Emery de su mediocridad como visitante. Así que... doblemente importante lo de hoy.

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