Volvió el Betis que domeña al rival (4-1)

Los verdiblancos volvieron a parecerse al equipo que sometía a sus adversarios y barrieron a Las Palmas desde el pitido inicial. En un partido marcado por la imagen de Miki Roqué debieron caer muchos más goles.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Francisco José Ortega

06 de marzo 2011 - 19:07

El Betis de Mel empieza a parecerse al Betis de Mel. Está claro que todos los Betis de la presente temporada están ahormados por el entrenador madrileño, pero la metamorfosis del equipo a raíz de la eliminatoria copera frente al Barcelona había sido tan sorprendente que parecía que se estaba ante un conjunto completamente diferente. Pero el Betis aprovechó la visita de la amable Unión Deportiva Las Palmas para recuperar de una vez por todas el pulso de toda la primera vuelta.

Porque fue una verdadera exhibición desde el minuto 1 hasta que Ceballos Silva dio aquello por concluido. Está claro que el rival concedió facilidades, pero los béticos no tienen la culpa de ello y sencillamente deben darle las gracias al adversario. Lo realmente trascendente fue comprobar que el equipo, el verdiblanco, ha vuelto a dar un paso adelante, a sentirse seguro y a través de esa confianza ya vuelve a ser capaz de salir a domeñar al rival que esté enfrente con independencia de las características que éste pueda oponer.

Ésta es la principal conclusión en un día que arribaba cargado de emotividad. No en vano, el Betis se ponía sobre el campo apenas veinticuatro horas después de que uno de los suyos, el joven Miki Roqué, hubiera tenido que dar una lección de hombría para hacer público que deberá luchar contra el cáncer. Era una circunstancia que podía afectar sobremanera al desarrollo del encuentro y lo podía hacer de una manera positiva para los béticos, aunque jamás será positivo un hecho así, quede claro, por el extra de motivación añadida que podía producirse y también de una forma negativa debido a esa mescolanza extraña de sensaciones que anidaría en las cabezas de sus compañeros.

Había que manejar las emociones, por tanto, y el Betis supo meterlas en la coctelera para que al final saliera un mejunje de lo más satisfactorio tanto para Pepe Mel como para todos los que sienten en verdiblanco. El primero en conseguirlo fue precisamente el propio entrenador, quien tuvo la clarividencia necesaria para jugársela con un cambio tan inesperado como fundamental para el desarrollo posterior del juego. Iriney se quedó en el banquillo por primera vez en el curso sin que medie sanción o lesión como motivo y en su lugar salió un equipo tremendamente ofensivo, con Beñat por detrás de Salva Sevilla en el rombo de centrocampistas y Rubén Castro y Ezequiel muy abiertos a las bandas, además de Emana enlazando con Jorge Molina. Era un Betis tremendamente ofensivo, una apuesta de riesgos sin duda, pero el funcionamiento de esta idea de juego no pudo ser más convincente.

Cierto que se perdía mucho equilibrio con la ausencia de Iriney, sobre todo si Las Palmas se hubiera acercado, siquiera mínimamente, al nivel de la primera vuelta, pero la clasificación, como el algodón, no engaña y desde el principio se evidenciaron las razones de que los canarios estén donde están cuando parecían un aspirante a la lucha por el ascenso. El Betis ya pudo marcar en el mismo minuto 3, pero Isidoro falló en ese instante, de manera incomprensible, un cabezazo cuando Salva Sevilla había puesto el balón debajo de los palos defendidos por Barbosa.

El Betis había salido intenso, dispuesto a correr riesgos, pero también con la manta suficientemente larga para sentirse protegido detrás. Porque Beñat tenía limitado el campo de acción, no el que le permite hacer aperturas llenas de clarividencia hacia las bandas en busca de soluciones para sus compañeros. Y ese punto de ambición no tardaría en traducirse en el primer tanto. Rubén Castro se reencontró precisamente ante los suyos y fue el primero que lució la camiseta de Miki Roqué en un homenaje continuo al central catalán.

A partir de ahí todo debió resolverse por la vía de urgencia, pues las ocasiones para el Betis fueron continuas en ese arranque. Las Palmas tenía mil vías de agua atrás y tanto Rubén Castro como Emana pudieron finiquitar aquello, como después también se le presentaría la oportunidad a Jorge Molina. Los tres tuvieron todo a favor para resolver, pero la intriga continuó un rato más. Hasta el filo del intermedio, concretamente, para que después el segundo acto fuera de lo más placentero debido al dominio de la situación por parte del Betis. El Betis, en definitiva, vuelve a ser aquel equipo que era capaz de domeñar a todos los rivales de su categoría e incluso a otros superiores. Bienvenido este nuevo Betis, el viejo Betis de Mel.

stats