Con 50.000 almas el Betis resiste
La afición empujó a su equipo hasta el triunfo y apartó a Lopera de los suyos
Desde horas antes del encuentro, Heliópolis respiraba ambiente de partido grande. Más de 50.000 almas alentaban a un equipo, con el conocimiento de que sí era el día, de que la quimera de hace dos semanas se hacía más real que nunca. La grada no falló, como apunta en su recurrente cántico, y el Betis ayer tampoco. Agarrado a Emana, en sus últimos alientos de la temporada, el equipo bético empujó con más corazón que fútbol, pero ayer eso bastaba.
La noche recordaba por momentos otros tiempos gloriosos, llámense visitas de Liverpool o Chelsea, pero en cinco años el Betis ha perdido casi todos los atributos futbolísticos que lo llevaron a codearse con los más grandes. Sólo el aliento de los suyos, ésos que sólo entienden la defensa de un escudo y un sentimiento, le hace mantener el cartel de grande. Y ayer la grada apretó más que nunca, olvidando rencillas durante los noventa y muchos minutos que se alargó el encuentro y con el convencimiento de que el ascenso aún es posible.
El bético, a fuerza de padecer las miseras que se le obligan desde la calle Jabugo, ha aprendido a distinguir entre lo deportivo y lo social. De ahí que las protestas previstas se quedaran para los prolegómenos, para el descanso o para ese final de partido donde la afición le recordó a Lopera que ya no lo quiere en su Betis, por más que los títulos accionariales señalen otra cosa.
"Ama al Betis, odia a Lopera", "Imputados", "Consejeros, cucharas" o "Lopera, vete ya" se podía leer en las numerosas pancartas desplegadas para mostrar la disconformidad con la gestión del que permanece encerrado en la calle Jabugo. Hasta billetes de 60,10 euros, con una foto de Lopera y otra de su busto, se lanzaron sobre el palco para señalar a esos otros responsables de que este Betis sea la sombra de lo que fue no hace tanto.
El grito unánime de Lopera, vete ya en el que estalló todo el estadio cuando ya se había cansado de despedir con una ovación a sus jugadores sólo viene a resaltar esa división existente entre el alma del Betis, su gente, y ese consejo de administración sólo más preocupado de aparecer en la foto que de atender la petición de los que se suponen que mantienen el mismo sentimiento.
Pese a todo, el bético se marchó ayer de Heliópolis con la adrenalina disparada. El ascenso, algo que parecía imposible tanto por los puntos como por las sensaciones ofrecidas en los últimos encuentros, vuelve a estar al alcance de la mano. El margen de error es mínimo, pero el camino de la Primera ya está marcado en verde y blanco, gracias a esas 50.000 almas que ayer convirtieron su estadio en el fortín tantas veces reclamado. La descomposición del Betis, lo que queda del Betis, sólo se mantiene gracias a su infantería, que ayer dejó otra noche memorable para el recuerdo.
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